Sobrecogidos como estamos por tantas tribulaciones, podríamos caer en aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Conviene entonces recordar cuando el mundo estaba dividido en dos bloques antagónicos que esgrimían, como ultima ratio su capacidad de destrucción nuclear. Hacia 1980 no sólo vivíamos bajo esa amenaza, también parecía que rápidamente la balanza se iba inclinando hacia el triunfo del comunismo tras las derrotas norteamericanas en Indochina, la expansión soviética en África y su crecimiento electoral en Europa. Incluso la Iglesia, antes de San Juan Pablo II, había iniciado su acercamiento a quienes se presentaban como encarnación del progreso en la Historia.
Y entonces, en la Polonia sometida a Moscú, apareció Solidaridad. El movimiento iniciado en los astilleros Lenin de Gdansk surgió como algo verdaderamente revolucionario, algo en lo que podía entreverse una esperanza transformadora de la realidad en aquel mundo bipolar y amenazador. Durante algunos años estuvimos pendientes de las huelgas y la resistencia polaca, de Walesa y sus compañeros, de lo que la fe representaba en aquel movimiento pacífico y liberador. Porque al arrollador movimiento sindical de los primeros tiempos sucedió, tras la represión del régimen, la más exitosa resistencia civil no violenta de la historia, la más rica en enseñanzas y consecuencias, la que hizo posible en buena medida el derrumbe del imperio soviético y del comunismo en su forma clásica.
Solidaridad daba respuesta a cuestiones clave de entonces y de siempre como Comunidad, Trabajo, Democracia, Educación, Familia, Patria… Representó una respuesta a la altura de nuestros tiempos en todos los puntos clave de la vida de los pueblos, y no sólo del polaco. Ojalá lo tengan en cuenta quienes, hoy y en España, se han acogido a ese nombre para ofrecer una esperanza a un pueblo agotado por el mal gobierno, alucinado por las peores ideologías, en manos de sus enemigos.
Han pasado 40 años, y mientras Polonia ha emergido, gracias a aquella revolución popular y pacífica, como una de las naciones más prometedoras de la Europa actual, la tan elogiada España de entonces se encuentra ante su mayor crisis económica, social, política e institucional desde el final de la Guerra Civil. Solidaridad no fue una mera rebelión contra lo que el comunismo había deparado a Polonia, sino una voz que exhortó a los polacos a la fidelidad. La nueva Polonia nació de ese grito mientras en España…, ¡ay España!
Publicado en Diario de Sevilla.