Comienzo hoy mi colaboración semanal con Religión en Libertad, con esta columna que les ofrezco sobre temas de actuales de Bioética. Espero poder aportarles temas de interés con argumentos suficientes que les ayuden a pensar y con ello contribuir a restaurar algo básico para la supervivencia del ser humano: El re-descubrimiento de su dignidad ontológica.
La sociedad actual ataca al propio hombre con el pretexto de protegerle. Así, se da la paradoja de destruir embriones humanos al pretender encontrar soluciones a enfermedades o defectos genéticos para los que hoy no existe solución. A tal objeto, lo primero que hay que hacer es cerrar los ojos a la evidencia y negarse a aceptar que el embrión sea un ser humano. De lo contrario sería inaceptable su manipulación. Un niño nacido con Síndrome de Down merece todo nuestro respeto y la ayuda de toda la sociedad. Matarle para evitar la carga social que supone repugna (todavía) la conciencia moral de prácticamente todos. Pero si aún no ha nacido, si no se le ve, si nos convencemos de que no es todavía una persona… ¿por qué permitir que continúe un proceso (el del embarazo) que tendrá tan funestas consecuencias? Sobre todo, sabiendo que hay una «solución» posible. Así es como comienza todo el proceso de des-humanización.
Sirva como ejemplo esclarecedor el análisis que el comité asesor de la empresa ACT realizó al respecto, cuando se iniciaron sus trabajos encaminados a conseguir clonación de células humanas. Este comité estaba constituido por especialistas en ética, abogados y científicos, de diversas afiliaciones en instituciones públicas y privadas americanas. Su portavoz, Ronald M Green, director del Instituto de Ética de la Universidad de Darmouth (EE.UU.)[1], señalaba una de las cuestiones éticas fundamentales: La diferencia esencial que existe entre el «huevo activado» (así le llamaban al embrión generado en laboratorio) y el embrión humano «normal y corriente». Según el Sr. Green, un organismo clonado no es el resultado de una fecundación de un óvulo y un espermatozoide. Se trata de un ente biológico nuevo, no presente en la naturaleza. Aunque tiene cierto potencial para convertirse en un ser humano, este potencial es muy limitado. Según su particular entender, al no tener órganos, no tiene posibilidad alguna de pensar o sentir, y no tiene ninguno de los fenotipos de un ser humano. Por ello, al diferenciar el «huevo activado» del embrión, concluyó que el primero no era un ser humano, y por tanto, estando desprovisto de dignidad alguna, podría utilizarse como fuera más conveniente para el bien de la Humanidad.
Sin embargo, los científicos son unánimes al afirmar que la vida humana comienza en el momento de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Con independencia de que dicha fusión se produzca de forma natural dentro del cuerpo de la mujer, o de forma artificial, en la asepsia de una placa de Petri. En este segundo caso, al ataque a la dignidad que supone su origen, se suma el incierto futuro por su menor tasa de implantación, y por tanto, de esperanza de vida. Como resultado de este proceso biológico se origina un cigoto, con una carga genética diferente de la de sus padres, y producto de la recombinación genética de ambas células germinales. Como afirma el profesor Jouve, «el embrión se constituye cuando existe un ente biológico con capacidad genética propia y suficiente para iniciar su desarrollo autónomo… Ese momento, en los seres con reproducción sexual, coincide con el de la fecundación y por lo tanto, el cigoto es ya un embrión de una célula».
El cigoto, es por tanto, la primera manifestación corporal humana, como coinciden en afirmar las tres disciplinas que, en el campo de la Biología, se ocupan de las propiedades y el desarrollo de los seres vivos: La Genética, la Biología Celular y la Embriología. Y destruirlo es inaceptable desde un punto de vista ético y ontológico. Cuestiones básicas, pero que deben silenciar para poder proseguir con sus ataques al embrión humano.
El cigoto, es por tanto, la primera manifestación corporal humana, como coinciden en afirmar las tres disciplinas que, en el campo de la Biología, se ocupan de las propiedades y el desarrollo de los seres vivos: La Genética, la Biología Celular y la Embriología. Y destruirlo es inaceptable desde un punto de vista ético y ontológico. Cuestiones básicas, pero que deben silenciar para poder proseguir con sus ataques al embrión humano.
[1] Green, R.M. (2001) Scientific American, Nov.24