La gente se toma a choteo la participación de Zapatero en el Desayuno Nacional de Oración que, como todos los años, se celebra el primer jueves de febrero en Washington y que sirve de apertura al curso político en Estados Unidos. Los americanos tienen la buena costumbre de poner a Dios en el centro de la existencia. Otra cosa es que lo pongan en sus obras. Y, antes de emprender cualquier actividad, elevan los ojos al Cielo. En las películas vemos con frecuencia que, antes de comer, se recoge la familia en una plegaria que dirige el padre de forma improvisada. En España también existe en muchos hogares la tradición de bendecir la mesa.
Nada más conocerse en España la noticia del Desayuno de Oración y de la presencia en el acto del presidente del Gobierno, empezaron las bromas Sorprendía que Obama hubiera elegido como invitado especial a un laicista declarado. No obstante, Zapatero aceptó de buen grado. La cosa no pasó de la sorpresa y de la chanza en la opinión pública. Nadie puso la más mínima objeción. Únicamente Jordi Sevilla le aconsejó al presidente, desde su blog personal y desde su huida hacia delante, que no acudiera «para no mantener la confusión» entre Estado y Religión que en España «se está intentando separar». El ex ministro de Administraciones Públicas se refería también al organizador del acto: un grupo que «en España llamaríamos bastante conservador» y apostillaba con una aclaración dirigida a «José Luis»: «La Alianza de Civilizaciones no es eso, y tú lo sabes». Por lo menos, hay dos que lo saben.
La documentación que sobre el «Desayuno de Oración» se puede encontrar da cuenta de una iniciativa que arranca de los años 30, de la Gran Depresión, cuando los norteamericanos se dieron de bruces con el desplome de la bolsa de Nueva Cork y de la situación caótica de su economía. Buscaron a Dios para que les salvara y Dios delegó en el keynesianismo. La costumbre se extendió a todo el país .Desde entonces, los norteamericanos celebran su Desayuno de Oración que organiza The Felowship Foundation, de la mano del Congreso y la Casa Blanca, al que son invitadas más de tres mil quinientas personas. Políticos y personalidades de diversos ámbitos sociales se dan cita ese día en unión de representantes de más de un centenar de países.
En los comentarios periodísticos españoles no faltaron quienes, a propósito del nombre del acontecimiento, parafrasearon la célebre expresión del Rey Enrique IV de Francia: «París bien vale una misa», un recurso fácil para sugerir que conviene hacer concesiones a la religión para provecho político. En general, siempre ha sido así. El poder político ha sacado más tajada de la religión que al revés.
Zapatero estará presente en el famoso Desayuno en calidad de presidente de turno de la Unión Europea. Su intervención en el acto es el asignado al orador principal. El año pasado el elegido fue el ex premier británico Tony Blair que habló de extremismo religioso y -¡vaya por Dios!- del secularismo agresivo. ¿Habrá consultado Zapatero la intervención de Blair o le basta y le sobra con el plumífero que le esculpe frases tan lapidarias como la celebre del viento? No se sabe el contenido de su mensaje pero, según parece, el orador principal debe hacer alguna alusión a la Biblia.
El ponente principal tiene derecho a llevar cuatro invitados. La única condición es que tengan vínculos en Estados Unidos. Uno de ellos, ha confirmado su presencia. El portavoz de CiU en el Congreso, Antoni Durán i Lleida (hombre de convicciones religiosas) que respondió con un sí agradecido. Van también los periodistas Pedro J. Ramírez y Juan Luis Cebrián. El cuarto nombre no se conoce al escribir estas líneas.
El embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, ha visto en el evento «una buena oportunidad para poner en valor lo que representa la fe, el sentido religioso y el Evangelio». Exactamente eso es lo que a gran parte de la opinión pública le gustaría ver en su presidente.
El Desayuno se sirve el día 4. Ni que decir tiene que la televisión se ocupará de que tengamos Desayuno hasta en la sopa. Y, de alguna manera, no deja de tener interés, aunque sólo sea como asunto de cotilleo.