"Pausad los experimentos gigantes de inteligencia artificial”. Esa es la propuesta que acaba de lanzar el Future of Life Institute [Instituto para el Futuro de la Vida] en una carta abierta firmada por un gran número de expertos alegando el peligro potencial que representaría para la humanidad una inteligencia artificial (IA) fuerte o general, también denominada Superinteligencia: “La IA avanzada podría representar un cambio profundo en la historia de la vida en la Tierra, y debe planificarse y administrarse con el cuidado y los recursos correspondientes”.
Inteligencia artificial avanzada
Los científicos, tecnólogos y empresarios que se han adherido a esta carta abierta constatan que “desafortunadamente, este nivel de planificación y gestión no está ocurriendo, a pesar de que en los últimos meses los laboratorios de IA han entrado en una carrera fuera de control para desarrollar e implementar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden entender, predecir o controlar de forma fiable”.
Según los expertos, los sistemas potentes de IA deben desarrollarse solo una vez que estemos seguros de que sus efectos serán positivos y sus riesgos serán manejables. Es por ello que hacen un llamado a todos los laboratorios de IA para que pausen de inmediato durante al menos seis meses el entrenamiento de los sistemas de IA más potentes de GPT-4. Parece que han detectado chispas de inteligencia artificial general en los primeros experimentos con GPT-4.
Esta pausa o posible moratoria obligada por los gobiernos “no significa una pausa en el desarrollo de la IA en general, simplemente un paso atrás de la carrera peligrosa hacia modelos de caja negra impredecibles cada vez más grandes con capacidades emergentes”.
Y la carta finaliza diciendo: “La humanidad puede disfrutar de un futuro floreciente con la IA. Habiendo tenido éxito en la creación de poderosos sistemas de IA, ahora podemos disfrutar de un 'verano de IA' en el que cosechamos las recompensas, diseñamos estos sistemas para el claro beneficio de todos y le damos a la sociedad la oportunidad de adaptarse. La sociedad ha hecho una pausa en otras tecnologías con efectos potencialmente catastróficos en la sociedad. Podemos hacerlo aquí. Disfrutemos de un largo verano de IA, no nos apresuremos a caer sin estar preparados”.
Superinteligencia: ¿la mente digital de Lucifer?
El Instituto para el Futuro de la Vida, ubicado en la Universidad de Oxford, trata de evitar que nuestra especie desaparezca. Dicho Instituto está dirigido por Nick Bostrom, filósofo y especialista en matemáticas, física y neurociencia de las computadoras. Bostrom ha sido durante algún tiempo uno de los representantes públicos más destacados del transhumanismo.
En su libro Superinteligencia: caminos, peligros, estrategias, publicado el año 2016, Bostrom ya alertaba del peligro de una inteligencia artificial excesivamente desarrollada. A ese peligro lo denomina “riesgo existencial” para la humanidad si se produce un resultado adverso que pueda devastar el origen de la vida inteligente en la Tierra o bien restringir su potencial permanente y drásticamente.
Elon Musk, uno de los firmantes de la carta abierta antes citada, ha llegado a afirmar durante una charla en el MIT Aeronautics and Astronautics Departament’s 2014 Centennial Symposium que “con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio”.
En la tradición cristiana, Lucifer representa al ángel caído, ejemplo de belleza e inteligencia a quien la soberbia le hizo perder su posición en el cielo, transformándose en Satanás (Isaías 14).
Por ello, Musk dice trabajar para reducir la probabilidad de que el poder sobre la IA se monopolice. En 2018 el filántropo de las tecnologías exponenciales afirmó que “el futuro menos terrorífico que se me ocurre es uno en el que al menos hayamos democratizado la inteligencia artificial, porque si una gran compañía o un pequeño grupo de personas consiguen desarrollar una superinteligencia digital divina, podrían dominar el mundo”.
Recientemente, a través de esos destellos de inteligencia artificial avanzada que se han producido, parece que ya hemos convocado a algún que otro demonio, como puede ser el curioso caso de Loab, el nombre dado a una imagen creada a través de escritura por una inteligencia artificial.
La terrorífica imagen de Loab. Fuente: Wikipedia.
Loab fue creada por primera vez en abril de 2022 por un usuario de Twitter, el artista Supercomposite, utilizando la técnica algorítmica de crear imágenes a través de escritura por una IA. Viendo las terroríficas imágenes generadas, podría parecer que hubiese criaturas oscuras escondidas en lo más profundo de la IA.
Lo más aterrador es que las indicaciones del artista a la IA siguieron generando imágenes derivadas de la original de Loab que se desvían casi siempre hacia el horror, la violencia gráfica y el gore. No importa cuántas variaciones se hayan hecho, todas parecen presentar a la misma mujer de aspecto horripilante junto a imágenes extremadamente sangrientas y macabras. Realmente, esa “loabilidad” de las nuevas imágenes generadas podría asimilarse a una especie de intervención demoníaca en la IA.
Me temo que así es como el príncipe de este mundo va adiestrando a una incontrolada Superinteligencia que pretende sea su “criatura artificial” y que sustituya progresivamente al verdadero ser inteligente y singular que es el ser humano, obra y criatura natural del Creador.
Soberbia tecnocrática
Vivimos inmersos en una crisis antropológica profunda que se refleja en el deseo del hombre de situarse en el lugar de Dios.
Coloquio en la Fundación Tatiana en Madrid el 29 de marzo de 2023. De izquierda a derecha: Bieito Rubido, monseñor Juan Antonio Reig Pla, Albert Cortina y Ángel Barahona. Foto: José Manuel Pérez.
Recientemente, con ocasión de la presentación en Madrid del libro Transhumanismo. La ideología que desafía a la fe cristiana, se celebró en la Fundación Tatiana un coloquio conducido por el periodista Bieito Rubido, donde tuve el honor de debatir junto a monseñor Juan Antonio Reig Pla, obispo emérito de Alcalá de Henares, y al doctor Ángel Barahona, director del Departamento de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria, muchos de estos temas fundamentales para nuestra fe, intentando comprender cuales son las tendencias que emergen en este futuro que se avecina, y cómo podemos contrarrestarlas desde los fundamentos del cristianismo católico.
La rebelión transhumanista contra el Creador se fundamenta en que el ser humano se ha convencido de que el poder tecnocientífico que posee actualmente le conducirá a su completa emancipación. Desde un antropocentrismo desviado, el hombre y la mujer de la posmodernidad pretenden la emancipación completa frente a los límites inherentes a la realidad.
El ser humano ha perdido el sentido en sus propios límites al convencerse de que el cuerpo humano no es más que una materia informe y que mediante su poder tecnológico puede transformarlo en todo aquello que desee.
Por otro lado, la actual hegemonía del paradigma tecnocrático es la causa de los graves problemas que padecemos y que amenazan la misma supervivencia del género humano.
La humanidad posmoderna no encuentra una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla. Y esta falta de identidad se vive con angustia.
Desde la soberbia del paradigma tecnocrático se promete el advenimiento del mejor de los mundos posibles por medio de las tecnociencias y antropotecnias y, al mismo tiempo, se niega que el ser humano y el mundo que vive tengan un sentido que deba conducir la conducta humana.
No obstante, son frecuentes los avisos y toques de atención a una humanidad que parece incapaz de tomar conciencia de sus propios límites pero que en esta ocasión se juega su propia supervivencia. El transhumanismo nos lleva directamente a la autodestrucción de la condición humana.
Sin embargo, no debemos perder de vista que la técnica es un hecho profundamente humano vinculado a la autonomía y libertad del hombre. En la técnica se manifiesta y confirma el dominio del espíritu sobre la materia. Mediante ella, el ser humano puede cumplir el mandato divino de cultivar y custodiar la tierra (Gén 2,15) y haciéndolo, refuerza la alianza entre el ser humano y el resto de la creación, como reflejo del amor creador de Dios.