Por una extraña asociación de ideas, me ha venido a la mente la canción de David Civera, mi ya viejo conocido de Teruel en sus comienzos de cantante, que lleva este título: “Que la detengan”, al ver la trayectoria anterior y los derroteros con los que ha comenzado su nueva programación Televisión Española. Y esto, pensando en el día de la Infancia Misionera.
Por otra parte, cuánta presión mediática y de la cultura bufa insistiendo en que la Iglesia le “come el coco” a los niños en la Catequesis, o cuando no, y con cierta frecuencia, se abren los telediarios, como si fueran noticia de hoy, abusos cometidos por eclesiásticos en el pasado en América o Irlanda.
Será porque es pegajosa la canción del cantante turolense o porque coincide con este amor desgarrado que profesamos los españoles a la TV en general: “Maldita sea la noche en la que la conocí, ahora vivo atrapado, esa mujer no me deja vivir…” Lo cierto es que no hay derecho a la manipulación que se está haciendo de los niños y niñas de nuestra sociedad con series y fotonovelas realizadas con los mejores niveles de calidad cinematográfica y que, por lo que sé, enganchan a padres e hijos educándolos en los peores sentimientos: en el rencor, en la venganza, o en la temprana aventura amorosa…
¡Que la detengan! No, no estoy tratando de promover una campaña contra nadie. Pero sí creo que tenemos en nuestra Iglesia los mejores elementos para parar los pies a esa pretendida cultura invasora de la intimidad de la persona a tan tempranas edades. Hoy celebramos el Día de la Infancia Misionera con el lema: “Con los niños de África… encontramos a Jesús”.
El pasado encuentro diocesano, con centenares de niños y niñas de toda la provincia, sirvió para que ellos se dijeran unos a otros lo que estaba pasando en el mundo con la Infancia y manejaron cifras: 250.000 niños que mueren de hambre todas las semanas; 300.000, enrolados como soldados en las distintas guerras; 300 millones de niños que trabajan como esclavos…
Los sentimientos que surgen en nuestros chavales y chavalas son los de la solidaridad y la necesidad de encontrarse con Jesús. El Niño que ha nacido en la Navidad nos llama a tratar a esos niños marginados, de lejos y de cerca, como algo nuestro, a llamarlos hermanos. Sí, con los niños de África encontramos a Jesús, nos pueden decir, pues les hace mejores, menos caprichosos, más austeros y alegres pensando que, con Jesús, a sus tempranas edades ya pueden amar con absoluta gratuidad y esto es lo que, sabemos, ennoblece realmente a la persona.
Los mayores debemos ayudar en esta misma dirección, qué duda cabe. Llamemos con toda sencillez a otros padres a que sus hijos se eduquen conociendo a Jesucristo, uniéndolos a los grupos de niños y niñas de nuestras comunidades parroquiales que viven gozosos nuestras celebraciones, catequesis, clases de religión… grupos de los juniors de Acción Católica.
A lo mejor vivo con demasiada pasión de pastor esta riqueza de nuestra sociedad que son los chicos y chicas que forman parte de nuestra Iglesia. Pero creo que no, es que ciertamente son distintos de lo que nos venden en la TV como buenos modelos. Al menos en todo lo que se refiere a egoísmo, violencia y odio: ¡Que la detengan!