Adolfo Suárez Illana ha hecho unas declaraciones sobre el aborto con las que en lo fundamental estoy de acuerdo, es decir, que la mujer embarazada no puede decidir sobre si ser madre o no, sino simplemente ser madre de un hijo vivo o de un hijo muerto, y que el embrión no es un tumor, sino un ser humano.
Esto es lo realmente importante. Que la Ley del Estado de Nueva York permita el aborto hasta el momento del nacimiento, que creo es que sí, bastando que una parte del feto esté todavía dentro, o que los neandertales lo practicasen o no, me parece es simplemente desviarnos de la cuestión principal, que es si el aborto es un crimen horrible o un derecho de la mujer.
Para los católicos la cosa está muy clara: en el siglo II la Didaché inicia una serie ininterrumpida de escritos y escritores eclesiásticos en los que se condena el matar al hijo en el seno de la madre, como ya lo hacía para los médicos el juramento hipocrático, serie que ha proseguido hasta nuestros tiempos. En el Vaticano II la constitución pastoral Gaudium et Spes lo califica de atentado a la vida y crimen abominable (GS 27 y 51), afirmando literalmente: “Abortus necnon infanticidium nefanda sunt crimina”, es decir “el aborto y el infanticidio son crímenes abominables” (GS 51). San Pablo VI reitera esta condena al “aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas” (Humanae Vitae 14). El Catecismo dice: “El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral” (nº 2271). San Juan Pablo II afirma categóricamente: “Quien atenta contra la vida del ser humano, de alguna manera atenta contra Dios mismo” (Evangelium Vitae 9); “confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral” (EV 57); “los textos de la Sagrada Escritura, que nunca hablan del aborto voluntario y, por tanto, no contienen condenas directas y específicas al respecto, presentan de tal modo al ser humano en el seno materno, que exigen lógicamente que se extienda también a este caso el mandamiento divino No matarás” (EV 61); y “declaro que el aborto directo, es decir querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el magisterio ordinario y universal” (EV 62). Para el Papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, “esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades” (nº 213).
La exhortación apostólica Sacramentum Caritatis de Benedicto XVI, dice así: “Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario. exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Corintios 11,27-29)”. Este texto de San Pablo citado por el Papa dice así: “Así, pues, quien come el pan y bebe del cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que sin discernir come y bebe el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”. La condena del aborto es, por tanto, un punto fijo e inmutable de la doctrina moral católica.
Y, volviendo al tema del artículo, Suarez Illana puede estar equivocado en algún detalle, pero en lo fundamental tiene razón, mientras sus contrarios pueden tener razón en algún detalle, pero en lo fundamental están equivocados.
Además, recuerdo simplemente que todos tendremos que presentarnos ante el Juicio de Dios, y Dios no va a preguntarme qué ha dicho o hecho mi partido o mi vecino, sino cómo he actuado yo. Soy yo quien tiene que responder de mis actos ante Dios, y personalmente no me gustaría presentarme ante Él habiendo votado o favorecido de cualquier modo la ley del aborto y esa mentalidad criminal.