El Papa Francisco abre el archivo secreto de Pío XII y todo el mundo piensa sabe Dios qué. Es por esa palabra, “secreto”, que evoca misterios vaticanos a lo Dan Brown, como si el venerable Pío XII (“venerable” quiere decir que el proceso de beatificación ha reconocido sus virtudes cristianas vividas “en grado heroico”) tuviese algo inconfesable que esconder, y la Iglesia con él. Pero en el lenguaje de la Curia, “secreto” quiere decir solamente “privado”, y la apertura retardada significa que un archivo exige ser catalogado y ordenado antes de ser puesto a disposición de los investigadores.
¿Qué habrá de nuevo en ese archivo? Nada, porque lo que había que saber sobre el pontificado de Pío XII se sabe hace mucho tiempo. De hecho, un estudioso como Giordano Bruno Guerri escribió en Il Giornale, en primera página, que ese archivo es “inútil”. Tal vez dando a entender que los juicios ideológicos lanzados en todos estos años seguirán siendo los mismos, y los adversarios de Pío XII (si es que no lo son de la Iglesia entera) no cambiarán de idea.
Fernando Paz y Fernando Alonso Barahona, en un programa de Tiempos Modernos (Intereconomía TV) sobre la ayuda prestada por Pío XII a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Y ello, aun sabiendo que el inicio de la campaña sobre los “silencios” de Pío XII ante el nazismo se remonta al drama teatral El vicario de Rolf Hochhuth en1963, una operación fraguada por los servicios secretos comunistas para atacar al Papa que había osado castigar al comunismo con la excomunión, la última vez que la Iglesia usó este arma (Acta Apostolicae Sedis, 1 de julio de 1949, pág. 334, punto 4).
En su artículo, Guerri recuerda que Pío XII, al poco de subir al solio pontificio, felicitó en un radiomensaje a España [16 de abril de 1939], cuya guerra civil había finalizado con la victoria de Franco: “La Nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica”.
¡Ahí está! ¡Pío XII, filo-fascista!
¿Y qué habría debido hacer el jefe de los católicos? ¿Pasar por alto los 16.200 y pico (entre obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas) asesinados por los rojos [en español en el original] republicanos entre 1936 y 1939? Sin contar los simples laicos masacrados de forma atroz porque llevaban un crucifijo en el cuello, o los miles de iglesias incendiadas, las procesiones blasfemas, las estatuas de Cristo ritualmente fusiladas, las tumbas de religiosas profanadas y expuestas al escarnio público…De no haber vencido Franco, el catolicismo habría sido aplastado en España con la ayuda de Stalin (y del “compañero Ercoli” [alias de Palmiro Togliatti, secretario general del Partido Comunista Italiano durante más de treinta años]). Es más: la victoria de las izquierdas habría arrastrado a España a la Segunda Guerra Mundial, cosa que Franco, por el contrario, tuvo el mérito de evitar. Y los ministros españoles volvieron a jurar sobre los Evangelios, de rodillas ante el Crucifijo. ¿No debía un Papa alegrarse de ello?
Continúa Guerri: “Cuando Alemania e Italia atacaron la Unión Soviética, el Vaticano y L’Osservatore Romano no escondieron su satisfacción por la agresión”. ¡Pobrecillos, esos soviéticos “agredidos”, que poco antes se habían repartido Polonia con Hitler y desde 1917 no hacían más que exterminar cristianos!
A Pío XII se le reprocha también haber estigmatizado a “los falsos profetas de la lucha de clases y de la dictadura del proletariado” (el 13 de junio de 1943, dirigiéndose a los trabajadores católicos). ¡Vaya! ¿Es que no debía hacerlo? Según Guerri, al hacerlo “se ponía sustancialmente a favor del corporativismo fascista”. Esto se llama juicio de intenciones, y en cualquier caso sería cuestión de abrir un debate sobre el corporativismo, pero no es éste el lugar.
Al final, cita al [periodista y escritor] Dino Buzzati -aunque no sea una autoridad al respecto-, quien habría sentenciado: “Pío XII debió alzar la voz con una condena definitiva, al riesgo que fuera: aunque lo fusilasen, y con él a todos los cardenales. Aunque quemasen el Vaticano. Habría salvado a la Iglesia y todos habríamos creído”. Es bien conocido que cuando los obispos holandeses condenaron el nazismo, sólo consiguieron una nueva masacre, y los nazis la emprendieron también con las monjas católicas (Santa Edith Stein y su hermana acabaron en Auschwitz).
¿Y los 800.000 judíos salvados gracias a Pío XII? A quién le importa, dice el ideologizado, lo que cuenta es el principio. Pero el realismo no es oportunismo, diga lo que diga Buzzati. A quien, la verdad, no sé cuánto le importaba de verdad la “salvación” de la Iglesia.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.