En Belén, en la Gruta de la Leche, un grupo de peregrinos extranjeros sufrió las desagradables atenciones de dos jóvenes musulmanes de Jerusalén. Las chicas extranjeras, en particular, fueron molestadas. El padre franciscano Fadi Shalufa se lo reprochó y les pidió que se fuesen. Pero ellos, como forasteros no sujetos a la ley de un territorio (como es Belén) controlado por la Autoridad Palestina, ignoraron la petición. El sacerdote cerró la puerta para que no entrasen y uno de ellos sacó una navaja automática. Afortunadamente, el incidente concluyó sin víctimas y el padre Shalufa solo sufrió una herida muy leve.
El vídeo de lo sucedido se difundió en las redes sociales y al principio se corrió la voz de un caso de persecución a cristianos en la ciudad natal de Jesús. El hecho fue luego redimensionado por los interesados. Pero hace que la atención del mundo se dirija al triste caso de Belén, lugar santo cristiano donde ya casi no hay cristianos.
En 1950, en vísperas de la primera Guerra Árabe-Israelí, en Belén el 86% de la población era cristiana. En 2016, la entonces alcaldesa Vera Baboun declaraba que el porcentaje se había reducido al 12%. Ahora mismo, las estimaciones más creíbles hablan de una nueva caída en la proporción: los cristianos serían en total el 10% de la población.
En todo el territorio controlado por la Autoridad Palestina en Cisjordania, la minoría cristiana está en torno al 2%. A finales de los años 40 eran el 40%. En Gaza, antes de que tomaran el poder los integristas islámicos de Hamas (2007) los cristianos eran en torno a 5000, ahora son 1100, casi cinco veces menos.
El único lugar donde el número de cristianos crece es Israel: al menos 5000 más en los últimos veinte años. En total, los cristianos suponen el 2% de la población del Estado israelita.
La emigración de los cristianos de Gaza es fácilmente explicable por el ascenso al poder de un movimiento integrista islámico. Los números y las fechas son la demostración palmaria de una auténtica huida masiva.
En Cisjordania, por el contrario, la situación es más matizada. En teoría, los cristianos tienen los mismos derechos que los musulmanes. Cuando son entrevistados, los cristianos locales suelen afirmar que la emigración tiene causas económicas, afecta tanto a cristianos como a musulmanes palestinos y tiene un grande y único origen político: “La ocupación israelí”. En la práctica, sin embargo, los cristianos se van en proporción mucho mayor que los musulmanes.
Un cristiano de Belén, entrevistado por el National Catholic Reporter en la Navidad de 2016, decía que “oficialmente las leyes son iguales para todos, pero aún hay algo de racismo”. Y se refería sobre todo a prejuicios sobre la propiedad de la tierra, que solo se vendía a correligionarios (musulmanes) y no a la minoría.
La Nuova Bussola Quotidiana, que el pasado 9 de mayo entrevistó al alcalde cristiano de Belén, Anton Salman, escucha hoy a un ciudadano cristiano común, a quien llamaremos Antonio porque quiere conservar el anonimato.
Antonio admite que no hay una violencia física sistemática contra los cristianos de Belén. Que las leyes, oficialmente, son iguales para todos. Y que la presencia tradicional de un alcalde cristiano en la ciudad natal de Jesús es una garantía. “Por eso somos el 10% de la población, en el resto de los territorios casi hemos desaparecido del todo”. Insiste en que episodios como el de la Gruta de la Leche son “un caso, más que raro, único”.
Sin embargo, “en el carnet de identidad palestino está escrita también la religión, y esto nos penaliza. Nos resulta más difícil que a los musulmanes encontrar trabajo, aunque estemos mejor cualificados. Si me presento a un puesto de trabajo público, muestro mi documentación y los funcionarios ven que soy cristiano, la respuesta casi segura es ‘ya le llamaremos’. Y sabemos que nunca nos llamarán. Como dice el Papa Francisco, ‘el trabajo es dignidad’, y cuando faltan la dignidad y el trabajo, uno lo deja todo y se va a otra parte. Esta generación ha cortado todas las raíces. Probablemente no volverá nunca más a esta tierra”.
Si en el trabajo existe una forma sutil de discriminación, también en la enseñanza: “Los cristianos prefieren inscribir a sus hijos en la escuela privada. Aunque la escuela pública cuesta solo 50 shekel al año frente a los 4000 shekel (unos 1000 euros) de una privada, preferimos no enviar a nuestros hijos a la escuela pública palestina. Porque al menos así estamos seguros de que también ellos recibirán un poco de educación cristiana. Porque en la escuela pública no hay ninguna enseñanza de la religión cristiana, solo de la musulmana. En la hora de religión los cristianos salen de la escuela, juegan al fútbol, no pueden hacer nada”.
En cualquier caso, por el momento no se registran persecuciones violentas. “Por ahora, no. Esperemos que nunca suceda. También tenemos buenas relaciones con los musulmanes, depende de la persona. Si eres correcto y honesto, tu vecino musulmán te respeta. Pero si cometes un error, lo pagas caro. Porque, encima, eres cristiano”.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.