La primera lectura del domingo XVII del Tiempo Ordinario ha sido 1 Re 3,5-12. Hace referencia al comienzo del Reinado de Salomón. Salomón se considera un muchacho joven e inexperto y solicita de Dios un corazón sabio para gobernar y poder discernir entre lo bueno y lo malo. A Dios le agrada mucho esta petición de Salomón.
Cuando pienso en esta petición de Salomón, no puedo sino recordar a nuestros gobernantes actuales, cuya actitud ante Dios no es precisamente la misma de Salomón con su empeño de expulsar a Dios y a la Iglesia de nuestra sociedad, como se vio claramente en el homenaje puramente civil y con claros tintes masónicos a las víctimas del coronavirus. En la Última Cena, Jesús nos advierte del desastre que es separarnos de Él: “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,4-5). O, como dice el Salmo 14,1: “Dice el necio para sí: ‘Dios no existe’”. Y estos necios, que presumen separar la religión de la moral, constituyen hoy legión.
En su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, Benedicto XVI tiene un texto en el que hace referencia tanto a los pastores de la Iglesia como a las autoridades civiles: "Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Corintios 11,27-29). Los obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado” (nº 83).
Este texto de San Pablo citado por el Papa dice así: “Así, pues, quien come el pan y bebe del cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que sin discernir come y bebe el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”. El texto papal está claro que hace referencia tanto a los pastores de la Iglesia como a las autoridades civiles y les recuerda a ambos sus deberes.
Es indudable que la recristianización de España y de los países que no hace mucho se consideraban propios de la civilización occidental cristiana es hoy un problema muy serio, que afecta a la Iglesia en general, tanto en sus dirigentes como en sus miembros. La Iglesia languidece porque muchos de sus dirigentes, muchos de sus pastores tienen miedo de hablar con absoluta honestidad y claramente. Creo que es un problema, no tanto de los Papas, de quienes no es difícil encontrar textos en los que se expresan con total claridad, sino de muchos obispos y muchísimos sacerdotes, así como de tantísimos dirigentes civiles, y es que muchos lo que buscan y quieren es no tener problemas.
En España tenemos un Gobierno socialcomunista. La ideología comunista se distingue por ser no sólo anticatólica, sino también antidemocrática, totalitaria y criminal y esto, con lo que estoy de acuerdo, lo dice por la abrumadora mayoría de 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones, el Parlamento Europeo en Resolución del 18 de septiembre de 2019. En cuanto al Partido Socialista, si España, como dijo Pérez Rubalcaba, no se merece un Gobierno que mienta, el Gobierno de Sánchez ha sido una sarta interrumpida de ellas, por lo que su credibilidad no es que esté a la altura del suelo, sino que hay que profundizar muchos metros bajo tierra.
Pero la recristianización ha de hacerse a todos los niveles, empezando por supuesto por la propia persona de cada uno. Los propios Apóstoles le dicen a Jesucristo: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5), petición desde luego válida para todos nosotros, tanto sacerdotes como laicos, y que conseguiremos si a nuestra petición a Jesucristo le añadimos una vida en la que la oración, unida a la frecuencia de los sacramentos, esté muy, pero que muy presente. Satanás es poderoso, pero mucho más lo es Jesucristo.