En este tiempo de Pascua en el que escuchamos el saludo del Resucitado, Paz a vosotros, el saludo de un mundo nuevo al que trae y acompaña la paz con su victoria sobre toda muerte, sentimos la urgencia de unirnos, como eco, a la plegaria ardiente y vigorosa del Papa Francisco: “Hoy, nosotros pedimos frutos de paz para el mundo entero, comenzando por la amada y martirizada Siria”, tan rota desde hace siete años y tan gravemente amenazada en las últimas jornadas a nivel mundial.
En esta hora crucial que estamos viviendo en el mundo, que nos llena de inquietud ante una eventual guerra de amplias e imprevisibles consecuencias desastrosas, necesitamos elevar e intensificar nuestra plegaria en todas las partes a Dios, Padre de misericordia, y rogarle por este mundo nuestro para que cesen la guerra, la tensión, la violencia, las amenazas contra la humanidad; se restablezca la paz en la justicia y cese toda suerte de violencia y tensión que genera destrucción y muerte, siembra el terror y abre divisiones y odios.
Dios quiere la paz. Ha enviado a su Hijo único al mundo para traer la paz. Él ha venido a traer vida, y ha derramado su sangre para la reconciliación y el perdón; Él es nuestra paz.
Necesitamos la paz que Dios da, conforme a su designio. Es hora de intensificar cada uno de los fieles cristianos -de cualquier estado y condición- la oración por la paz. Es hora de que las comunidades cristianas oren con fe viva y corazón anhelante por la paz. Por esto pido a toda la comunidad diocesana esta oración filial y clamorosa ante Dios, el Padre, por medio del Príncipe de la Paz, y de su Madre amantísima, Reina de la Paz, que, en las parroquias y comunidades cristianas, que en la adoración perpetúa o en la adoración permanente, que en encuentros o vigilias de oración se ore por la paz. Como nos pide Dios y su Iglesia, por medio del Papa y los pastores, recemos todos los días por la paz, singularmente en este año centenario de la aparición de la Virgen en Fátima, y como ella pidió, recemos el Santo Rosario por la paz.
Pido que en todas las Eucaristías que se celebren -sin olvido ni omisión-, en la oración de los fieles, se eleven preces por el cese del terrorismo y de la guerra, y el establecimiento de la paz.
Creamos en la fuerza de la oración y que la oración nos haga a todos sentir conforme al querer de Dios, Padre de todos, que quiere la paz entre sus hijos, convierta nuestros corazones y nos haga trabajadores incansables de la paz en este mundo tan necesitado de ella. Que Él con la luz de Cristo Resucitado ilumine la conciencia de todos los responsables políticos y militares, especialmente de las principales potencias mundiales, para que por la vía del diálogo, de la verdad y la justicia y la superación de todo interés que no sea el del acuerdo y el bien común, procedan a establecer la paz.
Pidamos que la paz del Resucitado sane las heridas que han llevado a situaciones como en las que estamos y que abra las inteligencias y los corazones a la concordia y a la búsqueda de soluciones justas; que nunca falte la solidaridad y la benevolencia, signo de humanidad, para las gentes que tienen que dejar sus tierras y huir en medio de grandes penalidades y para las naciones víctimas de odios e injusticias; que no olvidemos a las víctimas sobre todo a los niños y a las mujeres y a tantísimos que están sufriendo ya los horrores de la guerra y la violencia en Siria, en Oriente Próximo y en tantas otras partes del mundo, como también en Venezuela.
Oremos incesantemente y llenos de fe y confianza, asentados por la esperanza del Resucitado, para que se encuentren las vías justas, pacificas y humanas a los diversos y grandes conflictos que afligen hoy a la humanidad entera. Necesitamos invocar el auxilio de lo alto, de Dios, y que conceda sabiduría e inteligencia, cordura y razón a los que en todo el mundo tiene responsabilidades políticas para que respeten siempre la dignidad humana, se esfuercen con dedicación y acierto al bien común, garanticen el desarrollo y la seguridad a los propios y se esfuercen hasta la extenuación por construir la paz para todos. No a la guerra, sí a la paz.
Por la urgencia que vivimos, invito apremiantemente a toda la diócesis de Valencia a la vigilia de oración por la paz que se celebrará, D.m., el próximo sábado, día 21, a las ocho de la tarde en la catedral. Quienes no puedan asistir, por favor, háganlo en sus parroquias, a ser posible a la misma hora. Una plegaria unánime ha de ser elevada hasta el cielo por la paz.
Que Dios os lo pague a todos.