Por tercera vez consecutiva el Fidesz, el partido de Orbán, habrá ganado las elecciones por una amplia mayoría. El estereotipo del partido que han intentado fabricar no se corresponde con lo que es en realidad, cosa fácil de determinar si se conoce su historia. No es nada frecuente en la Europa actual ni mayorías tan amplias ni tan persistentes. Hungría, mal que les pese a algunos, y en particular a Soros, es un ejemplo de estabilidad política en tiempos revueltos.
 
A lo largo de la campaña electoral, una parte de los medios de comunicación europeos, especialmente los de corte liberal, se han esforzado en presentar a Orbán como un populista -es un descalificativo que permite no entrar en lo concreto- y situar el eje de su campaña en su oposición a las cuotas de inmigrantes, a pesar de que su porcentaje es muy pequeño, del orden del 2,5% de la población. La primera afirmación es parcialmente cierta, la segunda lo es del todo, y la pretensión de que aquella sea una causa fundamental de su éxito electoral, o encierra un error clamoroso, o es simple mala fe. Es presuponer que los húngaros son una gente especial que va votando a un partido centrado en problemas imaginarios. Es el problema del estándar liberal, que no siente respeto por mayorías democráticas que no comparten sus puntos de vista sobre la economía, el bienestar, la familia y la religión.
 
La base del éxito electoral de Orbán radica en su política familiar, las ayudas a las familias con hijos a una escala nunca vista en Hungría, y a años luz de la política del Partido Popular español.
 
El resultado es que su tasa de fertilidad es de 1,42, cuando en 2010 era de solo 1,21. El objetivo es alcanzar la tasa de remplazo, de 2,1 niños por mujer en edad fértil en 2030. Hungría dedica el 3,6% del PIB a ayudas a las familias y a la natalidad, mientras que España no alcanza el 1,5%. Una medida estrella es la ayuda para disponer de un hogar, bajo el criterio de que sin casa no hay familia. Consiste en la aportación del orden de 32.000 € más una hipoteca a bajo interés de la misma magnitud, sobre los que no hay que pagar impuestos. Para situarnos, es útil considerar que el salario mínimo húngaro es poco más que la mitad del español y que el precio medio de la vivienda, en poblaciones de tamaño equivalente, presenta una diferencia todavía mayor.
 
El gobierno húngaro se declara comprometido con el fortalecimiento de la institución del matrimonio y el apoyo a la natalidad, factores que están estrechamente unidos. El objetivo es garantizar que el mercado laboral y las causas financieras no impidan que las personas tengan tantos hijos como deseen. Esta política tiene un correlato económico con crecimientos del PIB superiores al 4% y el pleno empleo (4% de paro).
 
Quizás con estos datos se pueda entender por qué y cómo se triunfa políticamente.

Publicado en Forum Libertas.