La Semana Santa gira en torno a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, conocido popularmente como el “Nazareno”, indicando su procedencia de la “Galilea de los gentiles”, zona de Palestina no bien vista por los judíos oficiales de Jerusalén de aquel entonces (cf. Jn 1,46; 7,52). La devoción al Nazareno está en las entrañas del pueblo sencillo. Muchas de sus imágenes procesionan por nuestras calles. Su mirada dolorida penetra la retina de la muchedumbre. Hagamos ahora, un ejercicio espiritual de recorrer la Pasión con los ojos de su protagonista.
 
antes de su detención en el Huerto de los Olivos, Jesús se reúne en el Cenáculo con sus discípulos para celebrar la Pascua. Se iniciará con el lavatorio de pies como signo del estilo de vida que han de tener aquellos que le sigan. El “pan y vino” de aquella cena, lo identifica con su propia vida, y nos dejará un Mandamiento nuevo: “Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado”(Jn 13,43; cf. Lc 22,1-21; Mt 26,17-46; Jn 13,1-35).
 
avanzada la noche, llega la oración en Getsemaní. Es el lugar de la profunda agonía, del dolor moral hasta el extremo, cuando le golpea la debilidad humana de sus más cercanos vencidos por el sueño y la traición de uno de ellos, Judas. La gran clemencia del Maestro está resumida en esta expresión: “La carne es débil” (Mt 26,41). Después del prendimiento y el juicio ante el Sanedrín, Jesús pasa cerca al patio donde se encontraba el primero de sus apóstoles, que ya le había negado tres veces. Allí, la mirada de compasión del Señor provocó la conversión y “el llanto amargo de Pedro” (Mt 26,75).
 
conducido por envidias ante el tribunal romano, el contemporizador Pilato recibirá del Nazareno el testimonio de la verdad (Jn 18,38). Quedó impactado por la serenidad y la energía del reo en todo el proceso, de tal manera que le llevará a poner en la cabecera de su injusta sentencia, un letrero lleno de significado: “Jesús Nazareno, rey de los judíos” (Jn19,19).
 
como al final Pilato no sabía que hacer con Jesús, buscó la escapatoria de enviarlo a su enemigo Herodes, representante de la jurisdicción de Galilea. Ante aquella corte llena de hipócritas y bufones, Jesús “no contestó nada” (Lc 23,9). Una vez más el silencio de los inocentes derriba la soberbia de los poderosos de turno.
 
será la que el Señor tiene hacia el pueblo manipulado por intereses religiosos y políticos, que gritará a una sola voz: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Jn 19,15). Es el mismo estremecimiento que vemos ante “la burla de los soldados” (Mt 27,29).
 
es la que se da en el encuentro con las mujeres que le acompañaban en su camino al Calvario: “Hijas de Jerusalén no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos” (Lc 23,28). Ese misma miramiento lo tendrá en la cruz para con su Madre y el discípulo amado: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,27).
 
en el drama del Getsemaní al Gólgota hay un momento que resume la vida y misión del Nazareno: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).
 
La mirada del Señor Jesús no se acaba en esta Semana Mayor, continúa a lo largo del año a través de la oración, los sacramentos y la caridad. Así, como fuimos y somos mirados con un amor tan tierno como el de Cristo, usemos la misma medida con nuestros semejantes, especialmente con los pobres y necesitados. Reflexionemos estos días santos los interrogantes que nos hace el Papa Francisco: “¿Yo soy capaz de detenerme y mirar a la cara, mirar a los ojos, a la persona que me está pidiendo ayuda? ¿Soy capaz?”

Monseñor Juan del Río es el arzobispo castrense de España.