El argumento nos conduce a un Occidente camino de convertirse en una gigantesca secta a resultas de la fusión del capitalismo y el socialismo. El alma humana ha sido socavada de tal modo que el Cristianismo, en apariencia, queda relegado a la irrelevancia, y perseguido por un nuevo orden mundial dirigido por un misterioso hombre a quien se le atribuye haber salvado a Europa de las garras de Oriente. Es por eso que es erigido en su amo y señor.
La única barrera que queda es la Iglesia de Roma. Sumida en una crisis de fe sin precedentes, padece apostasías en masa dentro del clero, pero aún va a ser defendida por un número reducido de fieles de fe inquebrantable. Es el único valladar ante el relativismo y sus tiránicas imposiciones.
Cierto es que las famosas distopías 1984 y Un mundo feliz fueron capaces de predecir los métodos de dominación de los poderes fácticos para alienar a los humanos, pero les faltaba la parte más importante: el plan. La expresión Nuevo Orden Mundial está muy en boga, a menudo se le da una orientación geopolítica, sin embargo no va más allá de los imperialismos de toda la vida, no hay un sentido metafísico y espiritual. Esa fue la orientación de R.H. Benson, tuvo la sensación de que el mundo estaba dando un giro copernicanamente demoniaco hacia un hombre cuyo objetivo era suplantar a su Creador. Aquella frase de Chesterton, “En el siglo XX el hombre no ha perdido la fe, ha perdido la razón”, tuvo toda su amplificación en Benson, que vio el panorama que empezaba a dibujarse: un hombre cada vez más manejable, más permeable, más vulnerable en su espiritualidad, más alejado de Dios y por ende menos libre. El momento que vivimos no es muy distinto; el número de creyentes se reduce paulatinamente en la Europa Occidental, los gobiernos e instituciones supranacionales tratan de imponer normas y dogmas sociales cada vez más contrarios al cristianismo, muchos estados están diluyendo las tradiciones, las naciones cada vez tienen una soberanía más limitada y en medio de todo, esa suerte de arma de destrucción masiva al servicio del relativismo: la ideología de género.
Se habla mucho del carácter premonitorio de las obras de Orwell y Huxley, su fama les precede, pero la verdadera profecía fue la del padre Benson (curiosamente anterior en el tiempo a las otras dos), pues el plan siempre precede al método. Él conocía de la existencia de un único Señor cuyo Reino no era de este mundo. Su estado de alerta le llenó de inspiración para escribir una novela que encaja razonablemente bien en días como éstos. Los paralelismos que en esta obra encontró el Papa con la realidad fueron tan evidentes que descubrió que se trataba de algo más que una novela. Como siempre ocurre, los siervos de Dios tienen ventaja a la hora de descubrir los planes de Satanás.