El primer domingo de Cuaresma la Iglesia nos habla de las tentaciones de Jesucristo. Como todos nosotros tenemos tentaciones, ello me ha llevado a preguntarme qué sentido tienen para nosotros. Necesitamos de las tentaciones, porque lo mismo que los peces del Mar Cantábrico son más sabrosos porque viven en aguas bravas, también nosotros tenemos que luchar si queremos vencer y tener personalidad. Por ello Jesús permite nuestras tentaciones, aunque nos da su gracia para superarlas y en el Padre Nuestro rezamos “no nos dejes caer en la tentación”.
Es indiscutible que dos de las grandes tentaciones que encontramos en nuestra sociedad son el relativismo y la ideología de género. El tema de la Verdad es una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo. Hace unos días, leía en Stanley Payne estas dos frases: el relativismo rechaza “la idea de verdad, porque se parte de la base que la verdad es relativa y, por tanto, cada sujeto tiene ‘su’ verdad” y “el posmodernismo no es una versión subjetiva de las cosas, sino la ‘verdad’, aunque ésta no exista”.
No se me olvidará que, cuando daba clases en un instituto, nos vinieron los de Sanidad a dar clases de educación afectivo-sexual. La ideología que había detrás era la ideología de género, aunque no sé si entonces la llamaban así, y recuerdo especialmente dos frases: “Nuestra enseñanza es objetiva, neutral y científica” y “nos merece tanto respeto un chico que se acuesta (la clase era para adolescentes menores de 18 años) como uno que no se acuesta”.
Está claro que estas afirmaciones son simplemente falsas. Si la Verdad objetiva no existe, si la Ley Natural es, como dijo Zapatero, una reliquia ideológica y un vestigio del pasado, es indudable que la enseñanza relativista y de ideología de género no puede ser objetiva, porque la Verdad objetiva no existe, y aunque hablan de verdades y de que cada uno tiene su verdad, es indudable que dos cosas contradictorias no pueden ser a la vez verdad, aunque esto lo resuelven fácilmente imponiendo multas y, en ocasiones, en el extranjero, cárcel, a quien piense diversamente.
En cuanto a neutra, yo les rebatía fácilmente diciéndoles: “¿Pretendéis enseñar valores democráticos?” Su respuesta era: “Por supuesto”. "Entonces", les decía, "vuestra enseñanza no es neutral”. Pero lo peor es que no sólo no era democrática, sino que, como dijo San Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus: “El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo”. En cuanto a lo científico, las pobres Ciencias son muy maltratadas. Pretender que yo soy varón o mujer, según quiera, es sencillamente una idiotez, aunque para mí el record de la estupidez lo tiene la Asociación Médica Británica que ha editado una guía en la que pide a sus afiliados no empleen el término ‘madre’ para no herir “a los individuos que han dado a luz y no se sienten mujeres”. Por cierto, ¿qué pasa con la inmensa mayoría que sí se sienten mujeres?, ¿es que no tienen derechos? ¿Es que tan solo tienen derechos los miembros del lobby LGTBI?
En cuanto a lo de me merece tanto respeto un chico que se acuesta como uno que no se acuesta, diré que todos me merecen el mismo respeto como personas, pero ciertamente no me merece el mismo respeto el vago que el buen estudiante, así como tampoco el adolescente fornicador me merece el mismo respeto que el casto (en esto coincido con un tal Lenin).
Voy a asistir en Madrid, el 23 de febrero, al I Congreso Internacional sobre Género, Sexo y Educación (#GenderAndSex). Espero que se profundice en los valores humanos y cristianos, para hacer así mejor frente a quienes, al servicio del Relativismo y de la Ideología de Género, intentan destruir nuestros valores.