Han pasado pocas semanas desde que el Reino Unido diese un paso significativo en el modo de mirar la soledad. Estamos ante un problema de salud pública, un problema tan importante y serio que merece nada menos que un ministerio en el gobierno nacional. La noticia es llamativa. Y los datos que la sustentan también: 9 millones de ingleses se sienten habitualmente solos. La mitad de los mayores de 75 años afirmar tener esta "enfermedad". Más de 200.000 anglosajones no han hablado con nadie en más de un mes. Los datos de España, país latino que vive muy volcado a la calle y la vida social, también empiezan a ser preocupantes. Más de 4 millones y medio se sienten solos de modo habitual. Y para situar los datos en su lugar, España tiene 20 millones de habitantes menos que el Reino Unido.
 
La noticia y los datos me golpean más cuando pienso que vivimos en la era de la comunicación. ¿Qué pasaría si no estuviésemos en esta era? Mejor no pensarlo. Es cierto que esta comunicación es muy tecnológica, pero la tecnología, dominada por los jóvenes, también permite comunicarse, por ejemplo telefónicamente, con los ancianos. En otras ocasiones ya he discutido el nombre de esta época. Yo la bautizo como era de la conexión, no de la comunicación.
 
Volviendo a la soledad, parece que estamos ante un problema actual serio y con graves consecuencias para el futuro. Y no está de más pensar en las causas del problema, en qué podemos hacer para solucionarlo.
 
Navegando por los artículos que daban esta noticia, he encontrado enumeradas algunas causas: cambios en la sociedad, desaparición de instituciones como los sindicatos, los pubs, la iglesia o las cajas en los supermercados. A la hora de buscar soluciones, hablan de voluntarios, activistas.  Las personas llegan a esa situación porque no tienen a nadie que les escuche. Pocos llegan al que considero fondo del problema de la soledad, o de la soledad como problema.
 
Si tenemos fiebre, el buen médico no nos da un medicamento cualquiera para bajar la fiebre. Realiza un análisis, más o menos detallado según las circunstancias, para ver el origen de esa temperatura alta: una gripe, una infección de orina, un virus estomacal... Y actúa sobre la causa que provoca la fiebre para curar el problema de raiz. Creo que lo mismo debemos hacer con esta epidemia de la soledad.
 
El hombre, lo constataban ya los antiguos, es un ser social, vive en sociedad, y necesita la sociedad para crecer. Y esa necesidad no es sólo pragmática (no puedo hacerme toda la ropa, recoger alimentos, crear mis propias medicinas...) sino psicológica, espiritual. La sabia naturaleza nos hace crecer en una familia, donde somos hijos cuidados, hijos acompañados, y a medida que crecemos, también padres/hijos que cuidamos, padres/hijos que acompañamos, padres/hijos que compartimos.
 
Ahí está una de las raíces, no sé si la principal, de esta epidemia del siglo XXI, llamada soledad. Durante el siglo XX, junto con los cambios sociales, también cambió la familia. Y en las últimas décadas parece que la familia, como unión estable donde nos desarrollamos, gana puntos para ser algo anecdótico.
 
¿Por qué muchos mayores se sienten solos? En numerosos casos, porque no tienen familia, físicamente o afectivamente. Tuvieron una familia, cada vez más pequeña, con menos hijos, y con más "mujeres temporales" o "maridos temporales". Una familia tan descafeinada que termina siendo algo coyuntural, práctico, para organizar este puente o el próximo verano.
 
Hay países como España, Portugal o Italia donde 2 de cada 3 familias tienen un único hijo. En Alemania, Bulgaria o Suiza estamos un poco mejor. El número de familias con un único hijo es el 50%. Estas "microfamilias" facilitan la futura soledad de los padres, y también del hijo. Si a esto sumamos las "familias modernas", en las que cada cónyuge ha pasado por dos o tres "familias", y con frecuencia se han roto por desavenencias, el panorama futuro se complica.
 
La familia ha sido durante miles de años el pilar de la sociedad, esa sociedad en pequeño que cuida, protege, anima, empuja, consuela y un larguísimo etcétera. ¿Se habrá equivocado la naturaleza humana durante estos miles de años, y tendremos que inventar una sociedad sin familia? ¿O tendremos que aceptar la sabiduría del pasado, y volver a cuidar esta micro-sociedad?