Según el periódico LaTercera, en los encuentros públicos del Papa Francisco en Chile ha quedado manifiesta una falta de entusiasmo por parte de los fieles chilenos. Tales reuniones registraron una asistencia muy inferior a las expectativas de los organizadores, como se puede comprobar mirando las fotos publicadas en las redes sociales. En la explanada de Maquehue (Temuco), donde el Papa Francisco celebró la segunda misa pública de su viaje, se esperaban unas 400.000 personas. Sin embargo, según los datos de la policía chilena, los fieles que asistieron fueron menos de la mitad.
Todo esto ha provocado sorpresa y asombro entre los periodistas que suelen acompañar al Papa en sus viajes apostólicos. «Es la sexta visita del Papa a América Latina, yo las hice todas, pero la verdad es que sorprende mucho, porque estamos en un país católico que parece que ya no es tan católico», afirmó la periodista argentina Elisabetta Piqué, vaticanista de La Nación y autora de la biografía Papa Francisco: vida y revolución, de la cual se ha sacado la película El padre Jorge, producida en Argentina. «Ha sido bastante decepcionante, aunque se sabía que esto venía, porque había una Iglesia con una sangría de fieles». Piqué ha recordado el reciente viaje a Colombia, donde «la multitud que salió saludar al Papa incluso dificultaba el avance de los buses donde se desplazaba la comitiva de periodistas. Una situación que en Chile ha estado lejos de suceder», y que contrasta también con la visita a Bolivia en 2015.
Lo que ha sorprendido mayormente han sido los ataques a las iglesias acontecidos en los días anteriores a la llegada del Santo Padre. Afirma Elisabetta Piqué: «Toda esta tensión que se ha vivido, los incidentes, es algo que nunca antes habíamos vivido. Es la primera vez que el Papa va a un país católico y hay estos ataques (a las iglesias). Fue a Egipto, pero allá los ataques son de fundamentalistas islámicos, acá es un país católico. Es más, en países no católicos no hubo nunca tanta tensión».
Por su parte, el periodista italiano Andrea Tornielli –uno de los “decanos” de los vaticanistas italianos y de los más entusiastas y cercanos al Papa Francisco, autor de una decena de libros sobre este Papa, entre los cuales El nombre de Dios es misericordia e In viaggio)– afirmó: «Se ve que en este país la Iglesia tiene un problema: estamos en América Latina y yo no he visto muchísima gente en las calles, yo estuve en Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Brasil y el panorama era muy distinto». «La gente tiene una opinión de la Iglesia que no es muy alta y está lejos de la que tenía en la época de la dictadura, cuando tenía grandes obispos». Según Elisabetta Piqué, lo que contribuye a esta falta de entusiasmo hacia el catolicismo es el afirmarse de una «Iglesia elitista, clerical, que está pagando por eso y por los escándalos de abusos». Francisco lo sabe, y es por eso que «expresó su vergüenza por los casos de pedofilia y criticó duramente el clericalismo y la Iglesia alejada de la gente». Piqué afirma que la Iglesia no podrá recuperar su credibilidad de un día para otro, sin embargo la visita de Papa Francisco podría «marcar un giro». En efecto, afirma la periodista argentina, «creo que Francisco conquistó a los chilenos porque lo vieron como es, que es el Papa de los pobres, que se mueve en un auto normal, que es auténtico».
Si la visita de Francisco logrará marcar un giro en un país donde la Iglesia es reducida a una mal tolerada minoría quedará por demostrar. Lo que sí se puede afirmar con seguridad es que, en los últimos años, Chile ha sido teatro de profundas transformaciones sociales que lo han llevado a ser el segundo país mas secularizado de la región sudamericana, después de Uruguay, considerado por los expertos el «país mas secularizado y agnóstico de Latinoamerica». Hoy Chile se presenta como un país fuertemente secularizado y laicista que ha encerrado la religión en la dimensión privada, habiéndole negado todo valor público y social. Un fuerte sentimiento anticlerical y anticatólico ha contagiado gran parte de la sociedad, de manera particular a los jóvenes, al mundo académico y a la clase política. Según el estudio realizado en 2014 por la ONG Latinobarómetro y publicada con el titulo Las religiones en tiempos de papa Francisco, «Chile es el segundo país de la región donde se ha producido un proceso de secularización, aunque no tan acelerada como en Uruguay». Al mismo tiempo se evidencia que «el proceso de secularización en Chile es el más sorprendente porque Chile no tenía una tradición de agnosticismo hace dos décadas. Uruguay lo que hizo fue acentuar lo ya existente, mientras en Chile se trata de un fenómeno nuevo» (Latinobarómetro 2014, p.17). El estudio señala la estrecha relación entre el proceso de secularización y el crecimiento económico que el país suramericano ha vivido en las ultimas décadas.
Una nueva encuesta realizada en ocasión del viaje de Francisco a Chile (El papa Francisco y la religión en Chile y America Latina 1995-2017) y publicada en enero de 2018 ofrece un dato aún más alarmante. Se afirma que Chile «ha sufrido una secularización acelerada, alcanzado a Uruguay en su condición de país menos religioso de la región». El informe indica que «en 2017 hay siete países de la región donde la religión católica no es dominante, en 2013 eran cuatro. Chile destaca por la fuerte caída del catolicismo y el fuerte aumento de los que no declaran tener ninguna religión, son agnósticos o ateos. Es un caso de secularización acelerada. El impacto del caso Karadima en Chile queda plasmado en la caída de los que se declaran católicos y la práctica religiosa. Al mismo tiempo se observa un repunte del catolicismo con la llegada del Papa Francisco en 2013. La pregunta que está en el aire es si acaso el liderazgo del Pontífice puede producir una recuperación del catolicismo en América Latina y en Chile» (Latinobarómetro 2017).
En ocasion de la visita del Papa Francisco a la Universidad Católica de Chile y recordando la visita de Juan Pablo II acontecida en el lejano año 1987, Gonzalo Rojas –catedrático de Derecho e Historia– ha afirmado que «Chile ha cambiado mucho para mal, la práctica de fe es menor, la humildad del católico para aceptar a su Pontífice es menor. Muchas personas se han manifestado de manera agresiva contra el Papa, cosa que no sucedió hace treinta años. [Esta vez] ha habido una campaña preparada para decirle pesadeces por aquí y por allá», expresó. «La venida de este Papa es mucho más desafiante para los católicos que hace 30 años, en que vivíamos en una cierta comodidad en la fe. El país era mucho más mayoritariamente católico, la tranquilidad para hablar de Dios era mucho mayor».
Hay quienes leen en la supuesta falta de entusiasmo del pueblo chileno una desafección (o inclusive una aversión) hacia la persona del Papa argentino, poniéndolo en contraposición a otros pontífices. Sin embargo, conociendo mejor la situación de la sociedad y de la Iglesia chilena es fácil comprender que el problema no es Francisco, sino el fenómeno de secularización que ha azotado la sociedad chilena en las ultimas décadas. De tal forma, son inútiles las polémicas contra el pontífice cuando es la pérdida de la fe la que ha creado un insanable distancia entre la sociedad y el mensaje del Evangelio. Los sectores más anticlericales de la sociedad chilena –incapaces de diálogo y de tolerancia hacia el cristianismo y los cristianos– se alimentan de una ideología atea incompatible con la fe cristiana y de la propaganda negativa que los medios de comunicación y el mundo político reservan a la Iglesia católica centrándose en escandalos sexuales e incoherencias internas. El Chile no es más que una vanguardia, un banco de prueba, fruto del trabajo conjunto de masonería, pensamiento progresista y política socialista. Un ideal distópico hecho realidad. Parece ser éste el destino del Occidente, en el cual se toca con mano la pérdida de la fe y el rechazo del discurso sobre Dios, para substituirlo con el discurso sobre el hombre y sus múltiples y sagrados “derechos”. La elevación del “derecho de autodeterminación” a ley suprema del actuar humano y la deslegitimación de la autoridad de la fe indican el camino hacia un Occidente mayoritariamente secularizado y ateo.
Quizás esta sea la via a recorrer: el destino del cristianismo no ha de pasar por masas en fiesta, aplausos o celebraciones multitudinarias, sino por la fe vivida auténticamente, en familia y en pequeñas comunidades. Un verdadero “retorno a los orígenes” que llevará la Iglesia a convertirse en un «pequeño rebaño de fieles», una Iglesia más espiritual, alejada del poder político y de los privilegios sociales; así como el joven teólogo Joseph Ratzinger –en 1969– había proféticamente imaginado la Iglesia del futuro. Un proceso «largo y laborioso», pero tras la prueba «surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza». Los hombres «descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas». La Iglesia –escribía Ratzinger– «florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte».
Adaptado y traducido de la edición italiana de Aleteia por el autor.