Hace un par de años, publicaba por estas mismas fechas también en estas páginas un artículo saludando con esperanza el arranque en Madrid del plan diocesano de evangelización 2015-2018. Me animaba sobre todo que se pusiera el énfasis en el trabajo que hicieran las parroquias, como en su día llevó a cabo la Acción Católica, aquel gran movimiento de apostolado seglar y alcance mundial basado en las parroquias que promovió el papa Pío XI.
Terminaba el artículo diciendo: “A mi la letra del plan me suena bien. Vamos a ver qué tal suena la música”. Tenía motivos para sentirme esperanzado. El párroco había hecho un llamamiento general a los feligreses de la localidad de la sierra de Madrid donde resido, que respondieron con interés, al menos los de misa semanal frecuente. Debo aclarar: personas de mediana y tercera edad; jóvenes ni uno, aunque los hay que no dejan un solo domingo de asistir a misa. Incluso de vez en cuando surge alguna vocación religiosa.
Formamos varios grupos de una docena de miembros cada uno para llevar a cabo diversas actividades apostólicas. Yo me adscribí al grupo que se proponía como misión visitar a enfermos y a viejos solitarios para darles un poco de palique y calor humano. A este mismo grupo se apuntó también la alcaldesa de la población, mujer de principios religiosos.
En el cuaderno del tercer año del Plan que el Arzobispado de Madrid ha hecho llegar a los participantes en el mismo, el señor cardenal-arzobispo, Don Carlos Osoro, dice a modo de presentación, que “poco a poco, va dando sus frutos. Gracias al PDE (Plan de Evangelización) se han incorporado nuevas personas a la vida de la Iglesia y se han credo nuevos grupos […] al tiempo que se percibe un mayor grado de participación de los laicos en la vida de la Iglesia”.
Bueno, así será cuando así lo dice el señor cardenal, pero en el ámbito en el que me muevo, ciertamente reducido, no veo nada de ello. Desde que constituimos nuestro grupo, solo hemos sido convocados a alguna reunión de vez en cuando pero sin mayor trascendencia. No hemos visitado a ningún enfermo ni a viejos solitarios. Los compañeros del grupo tal vez piensen que para viejo que vive solo ya me tienen a mí, que por días me siento más limitado y con menor movilidad, aunque la cabeza sigue estando en su sitio.
En conclusión, que quisiera compartir la percepción optimista de monseñor Osoro, mas por lo que veo en el entorno en que me muevo, la realidad de la nueva evangelización no es para echar las campanas al vuelo. Claro que puede ser la visión pesimista de una persona que ha alcanzado ya la fecha de caducidad.