Se ha conmemorado en 2017 el 40º aniversario del descubrimiento del yacimiento de Atapuerca. Se trata del yacimiento más importante del mundo en relación a la historia de la especie humana.
Quienes profesan creer en la mitología materialista, aquella que suscribe sin prueba científica alguna que la materia se organiza sola, que es cuestión de tiempo, que todo es producto del azar y que no hay direccionalidad alguna en el devenir de la vida, y no sólo eso, sino que además el principal enemigo de la ciencia es la Iglesia Católica, y que el yacimiento de Atapuerca lo que demuestra es que Dios no existe, desconocen que este yacimiento -y otros muchos- fue descubierto por Emiliano Aguirre, científico católico que se ordenó sacerdote y perteneció nada menos que a la Compañía de Jesús. También desconocen que el Vaticano nunca condenó oficialmente la evolución.
Entre su fecunda obra científica, Emiliano Aguirre coordinó un libro más que recomendable, titulado La evolución, que la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) publicó en 1966. Fue empeño especial de Emiliano Aguirre que fuese la BAC y no otra la editorial que lo publicara, para conseguir que todo lo que en ese libro ponía obtuviese el Nihil obstat de la Iglesia católica, es decir, el certificado de que nada de lo que allí ponía iba contra la fe. ¿Y qué ponía allí? Pues todo lo científicamente relacionado con la evolución sabido hasta ese momento, al lado de interesantes capítulos escritos por teólogos que daban sentido a los hallazgos paleontológicos desde una perspectiva católica, es decir, conciliando perfectamente ciencia y fe.
Quienes creen que eres más científico cuanto más ateo y materialista seas están en un grave error. Verdaderamente tienen ojos y no ven. No ven, por ejemplo, el listado de paleontólogos católicos españoles, entre los cuales destaca Emiliano Aguirre, ni ven quién descubrió las pinturas de Altamira y de quién recibió apoyo. Tampoco saben que Darwin el único título universitario que tuvo fue el de teólogo, y que toda su obra la escribió siendo anglicano practicante. Está claro que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y Dios es así: si no quieres que exista para ti, se deja rechazar. Se deja negar. Mirad, si no, Cristo…
Cómo Dios haya creado al ser humano está esencialmente descrito en el libro del Génesis. Adán y Eva aparecen cuando ya todo lo demás lleva tiempo funcionando, tal y como la paleontología describe, y son dotados de alma racional por Dios. Cómo eso haya ocurrido a lo largo del tiempo es algo que sólo Dios ha visto. Ya San Agustín en el siglo IV habló de que los relatos del Génesis no deben ser interpretados literalmente. Ningún cientificista positivista materialista ha visto a una especie transformarse en otra, pero los católicos no decimos que eso no haya ocurrido: decimos que ha sido Dios quien ha ido guiando ese proceso como sólo él sabe hacerlo, es decir, por amor. Si Eudald Carbonell, José María Bermúdez de Castro o Juan Luis Arsuaga, ahora magistralmente al frente de los yacimientos de Atapuerca, fueran ateos, que no lo sé –lo que sí se es que son muy respetuosos con las sensibilidades de sus auditorios y no se exceden verbalmente en contra de la Iglesia católica–, no lo serían por ser paleontólogos, sino por otros motivos que el Vaticano II analizó de forma excelente, y que tienen que ver con los procesos de desacralización, descristianización y crisis de fe.
Cuando la teoría de la evolución surgió, el materialismo ateo se frotó las manos pensando que a la Iglesia católica le quedaban días... Esa fue también una afirmación mitológica, como han demostrado los hechos científicos constatables desde entonces por la historia. Pero lo mejor de todo es que la fe, aunque se pierda por motivos varios, se puede recuperar: no hay más que querer hacerlo. La Iglesia católica en el Vaticano II y posteriormente no ha dejado de potenciar y hablar del catecumenado o itinerario que la Iglesia primitiva tenía para ayudar a bautizarse a los paganos que querían ser cristianos. Si Carbonell, Bermúdez de Castro o Arsuaga, o cualquier otro paleoantropólogo hubiese perdido la fe, este artículo le trae la buena noticia de que la fe se puede recuperar. Yo mismo podría ayudarles a hacer un neocatecumenado. Porque es cristiano el que quiere, siempre que Dios esté de acuerdo.