Suele ser frecuente hacerse la pregunta de si ser creyente y científico son compatibles. La respuesta es obvia, puesto que muchos grandes científicos han sido creyentes, y además tanto la ciencia como la fe buscan lo mismo: la verdad. Para que no haya dudas, la Iglesia católica manifiesta su respeto por la dignidad de todas las personas independientemente de cualquier característica o condicionamiento.
Es indiscutible también que muchos no creyentes han sido muy buenos científicos, por lo que está claro que ambas realidades tampoco son incompatibles, pero uno no puede por menos de preguntarse, dadas las cosas que enseña la ideología de género, si se puede ser científico y partidario de la ideología de género.
Por identidad de género entiende nuestro Congreso de los Diputados en la Proposición de Ley contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género… del 12 de mayo del 2017 lo siguiente: “Art. 3 b) ‘Identidad de género’: La vivencia interna e individual del género tal como cada persona lo siente, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras expresiones de género como la vestimenta, el modo de hablar o los modales. Dicha vivencia puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole”. “(Art. 3 c): Por persona transexual se entiende aquella cuya identidad de género no se corresponde con el sexo asignado en el momento del nacimiento”.
Es indudable que la ideología de género puede ser políticamente muy correcta, pero científicamente deja mucho que desear. En el artículo 7.1 b) leemos: “Derecho al libre desarrollo y reconocimiento de la personalidad, que incluye el derecho de cada persona a construir su propia autodefinición con respecto a su cuerpo, sexo, género y a ser tratada con respecto a la misma. La orientación sexual e identidad de género forman parte de los derechos personalísimos que se basan en los derechos fundamentales a la dignidad y a la libertad”, y en el artículo 20.2 dice: “La atención a la salud de las personas transexuales y transgénero, sean adultos o menores, se regirá por la libre autodeterminación de la identidad de género”. Es decir, cada persona decide libremente si es hombre o mujer, tanto más cuanto que en el punto 3 de ese mismo artículo 20 está escrito: “Estará vetada cualquier prueba , exploración o test psicológico para determinar la condición de persona transexual o transgénero, así como cualquier práctica médica que limite o coarte esta libertad”.
Lo importante es la identidad o el género sentido, pero como eso es un derecho humano fundamental, según la ideología de género, no podemos hacer frente, por ejemplo, al varón caradura que se ponga a competir en el deporte femenino, porque se siente mujer y su palabra basta según la futura Ley.
Por supuesto sigo creyendo lo que aprendí en los libros de Ciencias: si un individuo tiene los cromosomas XY, órganos genitales masculinos y de mayor le pueden operar de próstata, es varón, diga lo que diga él. Y si otra persona tiene los cromosomas XX, órganos genitales femeninos y le pueden operar de cáncer de matriz, es mujer, diga lo que diga.
Otro ejemplo. Mi periódico local, La Rioja, publica el 28 de noviembre como noticia principal: “Salud costeará operaciones de cambio de sexo si prospera la ley de transexualidad”. Uno de los centros médicos más prestigiosos de Estados Unidos es el John Hopkins de Baltimore. Este centro era uno de los pioneros mundiales de las operaciones de cambio de sexo hasta que se dedicaron a investigar qué había pasado con sus operados, por lo que siguieron la pista a cincuenta casos, para llegar a la conclusión de que ninguno de ellos había sacado ventajas de la operación, por lo que, lógicamente, dejaron de hacerla. En España nos apuntamos a hacer lo que en otras partes ha fracasado. A los españoles nos gusta ser progresistas con treinta años de retraso. Nuestros políticos se creen que, porque tienen el poder político, las Ciencias, y especialmente la Medicina, les están supeditadas.
Por cierto, acabamos de librarnos de una buena. La ONU ha rechazado una recomendación que pretendía quitar la patria potestad a los padres que no aceptasen educar a sus hijos en la ideología de género. Votaron contra la patria potestad 76 países, es decir los presuntos países cristianos, sobre todo europeos, incluida por supuesto España, y latinoamericanos, salvo dos excepciones. En contra hubo 90 votos, africanos, musulmanes y Estados Unidos (menos mal que Trump en estas cuestiones tiene sentido común), pero ya es gordo que los musulmanes nos saquen las castañas del fuego. Hubo 8 abstenciones.