Vayamos al principio: Alfonso VIII, el de las Navas, casó con Leonor de Plantagenet, hija del rey de Inglaterra, Enrique II, y hermana del cruzado Ricardo Corazón de León, del que se han hecho muchas películas históricas. Tuvieron numerosos hijos, parte de los cuales murieron de pequeños, antes de cuajar. Leonor debió de ser una mujer de profundas convicciones religiosas, además de buena casamentera, que transmitió a sus hijas, cuatro de ellas casadas con reyes y dos madres de reyes que subieron a los altares. La inglesa murió el 25 de octubre de 1214, pocos días después de su marido; ambos están enterrados en el monasterio de las Huelgas de Burgos
De las hijas, la mayor, doña Berenguela, nacida en 1171, casó con su tío Alfonso IX de León, primo hermano de su padre; la segunda, doña Urraca, casó con Alfonso II de Portugal; la tercera, doña Blanca, con Luis VIII de Francia, y la cuarta, doña Leonor, lo hizo, en primeras nupcias del monarca, con Jaime I de Aragón o Jaime el Conquistador. La quinta, Constanza, fue abadesa de las Huelgas de Burgos (Santa María Real de las Huelgas), monasterio cisterciense de San Bernardo que sus padres erigieron, especialmente por empeño de la reina madre, para que la hija pequeña creara allí un cenobio. Los matrimonios de Berenguela y Leonor fueron anulados por la Iglesia a causa del parentesco entre los cónyuges, pero después de varios años de convivencia marital.
Del enlace de Alfonso IX con doña Berenguela nació Fernando III el Santo, canonizado en 1671 por el Papa Clemente X. Fue primero rey de Castilla desde 1217 hasta 1252, por cesión de la corona castellana tras la renuncia de su madre al trono, heredado de manera imprevista debido a la prematura muerte accidental (de una pedrada jugando con otros niños) de su hermano Enrique I de Castilla, que tenía 13 años de edad. Posteriormente, en 1230, recibió el trono de León, al fallecer su padre. Fernando III, una vez unidas las dos coronas ya de manera definitiva, dio un gran impulso a la Reconquista, siguiendo la estela de su padre, el rey leonés, y su abuelo materno, el rey castellano.
La otra hija de Alfonso VIII que tuvo también un hijo santo, fue doña Blanca de Castilla, esposa de Luis VIII de Francia y madre de Luis IX, llamado el Justo y canonizado por el papa Bonifacio VIII en 1297. Llegó a ser regente de Francia tras la muerte de su marido durante la minoría de edad de su hijo. Ha pasado a la historia como mujer prudente y sabia consejera de su marido y su hijo.
Qué cierto es que en la transmisión de la fe, las madres tienen un papel decisivo, con los padres como modelos de personas rectas a las que imitar, si son dignos de ello.