En los evangelios encontramos estas tres frases de Jesús sobre el corazón: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8); “De lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno saca del caudal bueno cosas buenas, pero el hombre malo saca del caudal malo cosas malas” (Mt 12,34-35); y “Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro” (Mc 7,21-23).
El corazón es por tanto fuente de la vida moral, el centro dinámico del que proceden el bien y el mal. Existe pues una ambivalencia en el corazón, en nuestra facultad espiritual, ya que da valor moral a la acción y por otra parte puede hacerse cómplice de la maldad, lo que va a exigirnos por parte nuestra una continua vigilancia y conversión del corazón. Es en el corazón donde se juega la respuesta religiosa del hombre, su respuesta al llamamiento del Señor. Es por tanto el lugar de nuestro encuentro con Dios y su juicio es determinante, si bien más determinante es el juicio de Dios: "Nuestros corazones estarán tranquilos en Él porque si nuestro corazón nos arguye, mejor que nuestro corazón es Dios, que todo lo conoce. Carísimos, si el corazón no nos arguye, podemos acudir confiados a Dios" (1 Jn 3,19-21).
Se comprende por tanto que la perversión del corazón, fruto de la repetición de los actos malos, pueda corromper la facultad del juicio moral, hasta el punto de que una vida mala repercute sobre la visión moral, si bien esta corrupción de la visión moral no suprime ni disminuye la responsabilidad (cf. Rom 2,5-6), por lo que hemos de evitar este endurecimiento del corazón (Sal 95,811; Heb 3,7-8). Se suele decir “vive como piensas, para que no tengas que pensar como vives”.
Se da, en efecto, una diferencia entre el conocimiento teórico y el conocimiento moral. En el conocimiento teórico, p. ej. el de un matemático, las actitudes vitales no quedan afectadas por captar lo verdadero y objetivo; en cambio, no sucede lo mismo con el conocimiento moral, puesto que reconocer la castidad o la justicia como actitudes positivas supone que las juzgo no sólo como bienes en sí, sino también como bienes para mí. En la medida en que los estimo, procuraré llevarlos a la práctica, mientras que, si no los aprecio, veré entonces fácilmente sus desventajas y dificultades. Es decir, mis ideas influyen sobre mis actos, y todo desorden en el plano de la acción empieza por ser un desorden en el plano de la inteligencia.
El problema hoy en día es que las ideologías de moda, las políticamente correctas, son aquellas cuyo fundamento es la negación de Dios y su expulsión del escenario humano, con el consiguiente materialismo, culto al dinero y corrupción, y aunque hablen de tolerancia y democracia son muy cerradas para quien no piensa como ellos, por lo que son profundamente totalitarias. Así, el relativismo se basa en que todo es según el color del cristal con que se mira, no admitiendo ni la Ley Natural, ni la Verdad o el Bien objetivos; en el marxismo el fundamento es la lucha de clases y el odio; y en la ideología de género, la lucha de sexos, la destrucción del matrimonio y de la familia, la anulación de la naturaleza.
Aunque estas ideologías parecen un tsunami que va a arrollar todo, con su desprecio a la naturaleza y a la religión creo tienen garantizada su derrota, porque Cristo es más fuerte que Satanás. Estoy recién llegado de Argentina y he hablado sobre estos temas con muchas personas, que me han contado detalles interesantes. Siempre he creído que uno de los primeros puntos por lo que estas ideologías, y en especial la de género, van a hacer aguas es por el deporte femenino. La dirección de un colegio me contó que en Argentina un transexual quiso participar en un campeonato femenino de hockey sobre hierba, para lo que contaba con la aprobación de su equipo y de la Federación Argentina, pero entonces llegaron los otros equipos y dijeron que si ese individuo participaba, se retiraban en masa, con lo que a la Federación no le quedó más que plegar velas. Igualmente me contó un sacerdote argentino, pero que trabaja en Paraguay, que el gobierno paraguayo había aprobado la ideología de género e incluso había editado los libros, pero afortunadamente los maestros se negaron a enseñar semejante sarta de barbaridades y el nuevo gobierno les ha apoyado.
Ante esta situación, ¿qué debemos hacer? Como creyente, creo en el valor de la oración, y como ciudadano, en el defender la dignidad del hombre y en los derechos humanos, pero en los de verdad, los de la ONU en 1948, no en el derecho al aborto o a la eutanasia, que son crímenes horrendos, ni en la negación de la naturaleza y el intento de corromper a los menores y destruir la familia.