El resultado de este "procés" independentista es aterrador. La fractura entre familias, amigos y vecinos es, en muchos casos, total. Hay un antes y un después. No sé qué pasará en el plano político en las próximas semanas, pero sí que hoy la sociedad catalana está más dividida que nunca.
El mal rollo es lo que impera. Hermanos contra hermanos; hijos contra padres; amigos que dejan de hablarse... Una sociedad rota. Odio y enfrentamiento es lo que se palpa. Y los políticos no son los actores más adecuados para lograr unir lo que sus acciones han contribuido a romper.
Solo la Iglesia en Cataluña, con sus pastores y presbíteros a la cabeza, con las comunidades cristianas y los creyentes de a pie, pueden, podemos, poner un poco de bálsamo a esta situación en la que han volado muchos puentes humanos.
El primer paso son las pequeñas acciones de cada uno... Gestos que podemos hacer para rebajar la tensión, como despolitizar nuestras conversaciones y buscar puntos de encuentro no tóxicos con el prójimo más cercano.
Pero también se deberían visibilizar encuentros públicos de oración, como ocurrió en Escocia tras el referéndum sobre la independencia (En Religión en Libertad informamos de esas iniciativas: ¿Qué se ha de rezar después de un referéndum de independencia? ¡En Escocia está previsto!), en dónde se invitó a los cristianos a perdonarse y restañar heridas tras el intenso debate social.
Entre las oraciones que los creyentes compartieron destaca está: "Señor, perdona los conflictos y los males que nos han influido; cura suavemente las cicatrices del dolor y el resentimiento que puedan quedar en nosotros. Fortalece y aumenta entre nosotros el amor y la armonía de propósito que pertenecen a tu reino. Haznos apóstoles de la verdad y la paz cuando nos movemos entre nuestros conciudadanos en este tiempo".
Nuestra Iglesia tiene que hacerse oír. Tiene que tener una voz profética. Debe ser un instrumento que ayude a poner paz en los corazones y hacer de bálsamo en las heridas que están a flor de piel.
Sería una buena iniciativa que las parroquias y movimientos pudieran organizar esos encuentros de oración en dónde se palpe la fraternidad, el perdón mutuo y se relativice el papel desbocado que tiene la política en nuestra tierra.
Poner un poco de bálsamo en los corazones... eso es lo que necesitamos en Cataluña.
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