El 7 de diciembre ocurre el aniversario del fallecimiento del célebre pensador Manuel García Morente (1886-1942). Resulta pues una ocasión excelente para recordarle.
1932. Capta que Cristo es clave para la ética. “La caridad –en su sentido de amor– fue descubierta por Jesucristo y ha pasado desde entonces a ser un valor común en nuestras estimaciones generales”. Un año después, este increyente, visitando la ciudad donde Cristo fue crucificado, se estremeció hasta derramar lágrimas.
1934. De Dios, como infinito, eterno y trascendente, decía: “Este concepto de Dios es la negación de los conceptos fundamentales de la filosofía”. Más aún, según he descubierto y he comunicado en el Congreso Mundial de Metafísica (2018) y en el libro El Hecho extraordinario de Homo Legens, el error de García Morente, por aquel entonces, llegaba a ser tal que el leitmotiv y la clave de su filosofía era concebir a ésta como la herramienta para la construcción exclusivamente autónoma del universo.
El Hecho extraordinario que relata Manuel García Morente en este libro es el de su conversión definitiva, en la noche del 29 al 30 de abril de 1937. Pincha aquí para adquirir ahora El Hecho extraordinario.
1937. París: imaginando al crucificado, cree en la divinidad de Cristo. En el Congreso Internacional de la SITA (1997), noté, que su vivencia, el Hecho extraordinario, que le siguió, se asemeja a vivencias de los grandes místicos. En el Congreso Mundial de Metafísica (2015) noté que ella fue una importante experiencia mística. Así, percibió a Cristo: “No me atrevía a moverme… Hubiera deseado que todo aquello –Él allí–durara eternamente, porque su presencia me inundaba de tal y tan íntimo gozo, que nada es comparable al deleite sobrehumano que yo sentía. Era… como si yo todo hubiese sido transformado en un suspiro... Era una caricia infinitamente suave… que emanaba de Él y que me envolvía y me sustentaba en vilo, como la madre que tiene en sus brazos al niño”.
1938. Tucumán (Argentina): Alberto Caturelli, eminente filósofo argentino, me escribió, contándome que “si quienes contrataron a Morente y le recibieron en julio de 1937 hubiesen conocido su conversión, habrían rescindido el contrato. Jamás lo habrían tolerado”.
1938. España: corazón apasionado, contemplativo. “Recibí la Sagrada Comunión con las mejillas surcadas por gruesas lágrimas”. En “la iglesia... estoy a veces tan perdido en ensueño y en devoción, que me parece que las cosas en torno se enajenan... de mí infinitamente”. “Ayer me tuve que hacer gran violencia para contenerme de besarle la mano a un hombre del campo que estaba arrodillado, tan devoto en su rostro y además, que verdaderamente conmovía”.
1939. Su ideal máximo, ser sacerdote. “Estoy contentísimo”, “nada anhelo más que verme ya consagrado por completo a su ministerio”. A ello se preparó apasionadamente: “Estudio teología con muchísimo ardor”. “El estudio y la oración consumen mi tiempo”. Una vez, ante “el texto sagrado… de la Pasión, no podía contener los latidos de mi corazón”. Cantando canciones religiosas “me fue imposible contener la emoción; se me hizo un nudo en la garganta y las lágrimas empezaron a rodar de mis ojos abajo... Fue… una emoción enorme”.
1940. Retractación global de su vida pasada. Así, dice: “El objeto de la sabiduría absoluta es...Dios”. “Prefiero mil veces morir con Dios que vivir sin Dios. He vivido sin Dios y ahora me parece que entonces estaba como muerto. Cada vez que comulgo me entran ganas de morir”. Está cautivado por Jesús: “Una mirada suya basta para esclavizar al corazón más duro... Señor, aquí está tu esclavo... Amar a Dios. Con todo amor, con amor intelectual, con amor sensible, con serenidad y con exaltación... Soy incapaz de decir otra cosa mejor que ésta: te amo, te amo infinitamente”. Navidad le conmueve: “¡El niño que va a nacer... es el Hijo de Dios! El corazón se hincha de ternura y las lágrimas empañan los ojos”. La Pasión le conmueve: “Pensar esto y derretirse el corazón en correspondencia amorosa”. “Ante el pensamiento de la muerte de Jesús, el corazón se encoge y se estruja hasta quedar exhausto de sangre y vida”. Está deseosísimo de ser sacerdote: “Me tarda ya muchísimo... tener... el poder vertiginoso de convertir el pan... en el cuerpo... de... Jesucristo”. Finalmente, en diciembre, fue ordenado sacerdote.
1942. Año de su fallecimiento: “La figura de Cristo inevitablemente arrastra y encanta a todo el que la mira con ojos limpios de prejuicios negativos. Basta conocer a Cristo para amarle”. Como demostró el eminente filósofo doctor Eudaldo Forment Giralt, el último García Morente fue pensador tomista en sentido amplio.
En definitiva, según dije en el Congreso Tomista Internacional (Ciudad del Vaticano, 2003): “En la religión católica está la plenitud de la verdad. Un rayo de luz del catolicismo ha penetrado en la frente del profesor Morente. Esta luz superior ha operado un cambio positivo en la mente de este gigante, y le ha dado las alas de águila que le faltaban para remontarse a las mayores alturas”. También su vida se elevó mucho. Según el venerable arzobispo monseñor José María García Lahiguera, fue “siempre un enamorado de Cristo”. En definitiva, vivía en la esfera de Cristo. Recientemente el eminente catedrático Manuel Guerra Gómez, en diversos escritos, ha reivindicado su gran ejemplaridad sacerdotal. Así, su libro Conversión y santidad de un intelectual: Manuel García Morente (2016) y las colaboraciones San Manuel García Morente (2015) e Itinerario espiritual de Morente (2018).