El cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en carta a las carmelitas descalzas de Buenos Aires del 20 de junio del 2010, se opone a la consideración de la unión homosexual como matrimonio, porque está en juego la identidad y la supervivencia de la familia, así como la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Ello además supone un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada en nuestros corazones. Incluso afirma: “No seamos ingenuos; no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una 'movida' del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Pero ante quien pueda alegar que se trata de un cardenal y no un Papa quien dice esto, le recuerdo que San Juan Pablo II rechaza la ideología de género en su encíclica Veritatis Splendor nº 46, Benedicto XVI lo hace en su discurso del 21 de diciembre del 2012 a la curia romana, y el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si n º 155 y en la exhortación apostólica Amoris Laetitia números 53, 56, 153, 155, 251, 285 y 286.
La condena de la ideología de género por la Iglesia es lógica, puesto que es una ideología que recoge cosas del relativismo, el marxismo, el feminismo radical y el nazismo, siendo su objetivo la destrucción del matrimonio, la familia, la maternidad, la religión y la propia naturaleza humana. La cultura occidental cristiana está basada en la familia y en las normas sexuales que hacen posible la familia, concretamente la monogamia. Nunca antes hubo una ideología que pretendiera destruir la identidad de género del hombre y de la mujer y todo criterio ético de comportamiento sexual. Se pretende que una persona use su propio cuerpo y el de los demás para satisfacer su apetito sexual y no para expresar el amor personal. Nadie ha ido tan lejos como esta ideología en su intento de terminar con los valores humanos y cristianos que son básicos para nuestra convivencia social. En pocas palabras, se trata de una legislación satánica y desde luego no me gustaría estar en la piel de quien haya votado a favor de esta ley y no se haya arrepentido el día que se presente ante Dios.
Porque desde hace ya unos años está habiendo en los países que han sido de cultura cristiana una gran ofensiva, basada en ingentes medios económicos de muy importantes fundaciones y multimillonarios, para implantar esta ideología, que ya es ley en muchos países, incluido España. Es significativo que una de las primeras personas a la que recibió Pedro Sánchez cuando llegó a La Moncloa fuese a George Soros, uno de los magnates económicos que más dinero han aportado a esta causa. Jesús Trillo, que fue quien me abrió los ojos, fue uno de los primeros que dio la voz de alarma porque se dio cuenta de lo que estaba sucediendo: tituló su primer libro en el 2007 Una Revolución silenciosa, porque eso era lo que estaba pasando. Yo mismo he preguntado sobre ella a sacerdotes, médicos y profesionales y me he encontrado con una ignorancia supina, favorecida por el silencio de muchos medios de comunicación. Aunque algunos ya despertaron con la asignatura Educación para la Ciudadanía, hasta hace muy poco y gracias al escándalo de Navarra, hemos estado viviendo en una cómoda ignorancia, porque no queremos líos y no es lo políticamente correcto, en virtud de esa doble vara de medir que separa la izquierda de la no izquierda.
Pero ¿qué está pasando en Navarra? En Navarra gobierna un gobierno nacionalista con el apoyo de Podemos y Bildu, que quiere imponer un programa denominado Skolae y que será de obligado cumplimiento en todos los centros educativos de la Región. Este programa abarca todas las etapas escolares, empezando por los niños de 0-6 años a fin que tengan “vivencias sexuales a través de juegos eróticos infantiles”. Lo que sí parece es que muchos padres y los partidos no implicados están dispuestos a dar la batalla en defensa de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, como dicen la Declaración de Derechos Humanos y la Constitución.
En la batalla jurídica hay motivos de optimismo: la reciente victoria, victoria por cierto ignorada por la mayor parte de los medios de comunicación, del Colegio Juan Pablo II de Madrid sobre su comunidad autónoma, que quería obligar a dar en los centros madrileños la ideología de género. La Justicia ha reconocido con sentencia firme el derecho del colegio a negarse, porque ello viola la libertad de pensamiento y de expresión.
Otro detalle: ¿se dan ustedes cuenta de que entre los que minimizan o quieren legalizar los ataques a los símbolos nacionales, a los sentimientos religiosos y a las víctimas del terrorismo, muchos defienden la ideología de género?
Ahí va una historia curiosa. En un juicio por violencia de género, el presunto varón alegó que era mujer, ya que según la ideología de género uno escoge libremente su género sin necesidad de diagnóstico médico ni tratamiento médico obligatorio. Como el juez no le hizo caso, el condenado se ha querellado contra el juez, acusándolo de transfobia. Cosas como ésta y el que las mujeres vean cómo presuntos transexuales acaparan las medallas olímpicas femeninas van a ser el fin de la ideología de género, porque todo, hasta la idiotez, tiene sus límites.
Y termino con la pregunta del título: ¿están muchos políticos al servicio del diablo? La respuesta se la dejo a ustedes.