Muy conocida hasta los años 60 y luego olvidada durante décadas, la figura de Chesterton ha sido redescubierta en Italia como nunca en los últimos quince años. Sus textos han sido traducidos y publicados, tanto los más notables como los ignorados: una inmensa producción que abarca desde la narrativa (por ejemplo, El hombre que fue jueves o las historias del Padre Brown) al ensayo, pasando por miles de artículos de periódico que lo convirtieron en el más brillante columnista inglés del pasado siglo.
 
Admirado por C.S. Lewis y por J.R.R. Tolkien, por Italo Calvino y por Giovanni Guareschi, Chesterton fue una de las mentes más brillantes del pasado siglo, definido también como the laughing philosopher [el filósofo sonriente]. Marco Sermarini, presidente de la Sociedad Chestertoniana Italiana, lo considera el Santo Tomás de los siglos XX y XXI. Según el estudioso Étienne Gilson, fue “uno de los pensadores más profundos que hayan existido jamás”. ¿Por qué era profundo? “Porque tenía razón”. Por tanto, se equivocan quienes no lo consideran un filósofo sistemático.
 
Tuvo siempre la mirada abierta a la búsqueda de la verdad, en un recorrido que lo lleva a entrar en la Iglesia católica en 1922. Cuando muere, catorce años más tarde, el Papa Pío XI le define como “un hijo devoto de la Santa Iglesia, defensor de la fe católica rico en talentos”. Ahora está en marcha el proceso de canonización de Chesterton.
 
La verdad permaneció siempre en el centro de su interés, verdad que él encontró y que deseaba dar a conocer a los demás, nunca con tono violento o desagradable, sino siempre con una gran capacidad para convertirse en amigo de aquel a quien se enfrentaba, sabiendo escuchar con respeto la posición ajena, pero jamás en perjuicio de la grandeza, no suya, sino de la verdad.
 
Ésa es precisamente la raíz de la auténtica humildad: la consciencia de no ser perfecto, de ser poca cosa ante la verdad encontrada. La conciencia de que el mal de los demás no es distinto al mal que todos podemos cometer. En las palabras del Padre Brown encontramos sintetizada esta convicción sobre el ser humano: “No existe un hombre que sea realmente bueno mientras no sepa cuán malo puede llegar a ser. Hasta que no se ha dado cuenta de ello con exactitud, puede hablar desdeñosamente de toda esa fanfarronería, palabrería y discusión acerca de los criminales, como si éstos fueran simios en la selva y habitaran a millares de kilómetros” (El secreto del Padre Brown).
 
Ediciones Ares ha publicado la guía más completa al pensamiento de Chesterton jamás escrita en Italia: Chesterton. La sostanza della fede [Chesterton. La sustancia de la fe], de Paolo Gulisano, uno de los mayores expertos en Tokien y ensayista prolífico, y el sacerdote Daniele De Rosa.


 
El tema se despliega en cinco partes: "Un perfil de fondo", "La antropología de Chesterton", "La eclesiología de Chesterton", "La doctrina social" y "La cristología de Chesterton".
 
La intención de los autores es encontrar en Chesterton a un amigo, dialogando con él sobre el hombre, sobre la Iglesia, sobre la familia y sobre la sociedad. De ahí surgirá la certeza de que Cristo colma el deseo del hombre y la conciencia de que quien ha encontrado a Cristo tiene la misión de que también los demás lo encuentren. De ahí nace la vocación del cristiano.
 
¿Qué es el hombre para Chesterton? Escuchemos sus palabras, que parecen enriquecer las de otro gigante de siglos precedentes, Blaise Pascal, autor de los Pensamientos: “El hombre es una chispa que vuela hacia lo alto. Dios es eterno. ¿Quiénes somos nosotros, a quienes esta copa de vida humana nos ha sido regalada, para pedir más? Cultivemos la piedad y caminemos humildemente… El hombre es una estrella inextinguible. Dios se ha encarnado en él. Su vida está planeada a una escala colosal, de la que él solo puede captar algunos atisbos. Que todo lo desafía y todo lo reclame: él es el Hijo del Hombre, que vendrá sobre nubes de gloria”.
 
El hombre está en perpetua expectativa de un cumplimiento, que sucederá con certeza. Esa expectativa ya esté presente en la mirada asombrada ante la maravilla del Ser, que impacta a Chesterton incluso en los aspectos más sencillos de la realidad, como una brizna de hierba: “A la espalda de nuestras vidas hay un abismo de luz, más cegador e insondable que cualquier abismo de oscuridad; y es el abismo de la realidad, de la existencia, del hecho de que las cosas son realmente, y de que nosotros mismos somos increíble y a veces casi increíblemente reales. Es el hecho fundamental de ser, como opuesto a no ser” (“Un abismo de luz”).
 
El hombre contemporáneo, según Chesterton, ha confundido las respuestas científico-técnicas con las filosóficas: “Decir que la vida ha evolucionado significa responder a la pregunta física, pero no a la filosófica. Pues que exista una evolución presupone un ser que pueda evolucionar. Y el auténtico misterio persiste en el hecho de que algo exista”.
 
Pensemos en la actualidad de las palabras de Chesterton incluso en el debate científico, donde muchos intelectuales piensan haber demostrado la inexistencia de Dios con las teorías del big bang y de la evolución. Ninguna teoría científica ha podido dejar de lado al Creador. ¿Quién ha creado el ser, quién ha creado esa bola concentrada que explotó con el big bang, quien creó los seres que han evolucionado a lo largo de millones de años? “La creación fue la revolución mayor”. El hombre no es como las bestias. ¿Queréis la prueba? “El arte es la firma infalsificable del ser humano”. No hay sombra de producción artística en los animales. “El hombre puede contemplar y reproducir la naturaleza en su impulso artístico porque es distinto a ella… Es inútil comenzar diciendo que todo procede lentamente y es objeto de un desarrollo gradual. Ante un hecho como el descubrimiento de la pintura, es evidente que no hay huella de tal proceso evolutivo. Los simios no han comenzado unas pinturas que los hombres hayan concluido”.
 
Hoy, continúa Chesterton, el hombre se centra más sobre las semejanzas entre el hombre y la naturaleza que sobre sus diferencias. Sin embargo, solo el hombre es capaz de captar esas semejanzas. “La historia del hombre comienza solo cuando el hombre adquiere conciencia de sí mismo”.
 
Adentrarse en el ensayo Chesterton. La sustancia de la fe es como leer de nuevo la historia del recorrido humano sobre la tierra, iluminada por las luces de la fe y de la razón.
 
Comprender que el hombre es sobre todo homo religiosus es el punto de partida para comprender la respuesta de la fe a las expectativas del hombre y de la humanidad entera.

Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.