Este año se cumplen cien años de la publicación de Yo y Tú, obra maestra del pensador judío-austríaco Martin Buber (1878-1965). Considero más que oportuno rendirle un pequeño homenaje justo en este momento de guerra, polarización y devaluación del diálogo en nuestra sociedad.
Muchos filósofos, teólogos e intelectuales han sido tocados por el pensamiento de Buber, destaco a Levinas, Gadamer, Marcel, C.S. Lewis, asi como el Papa Ratzinger; y es que el pensamiento de Buber en Yo y Tú tiene la ventaja de mostrarse obvio y simple, pero al ser considerado como un foco, una meta vital, reconocemos su atómica verdad humana.
Veamos su vigencia luego de un siglo: Yo se humaniza de modo real y palpable en la medida en que es un ser abierto por naturaleza a encontrar y tejer relaciones con Tú, con el mundo y con Dios, que es para Buber el Eterno TÚ. Además de las relaciones Yo y Tú, existen las relaciones Yo y Ello, que mayoritariamente son las relaciones de Yo con la tecnología y las cosas, e incluso, con Tú en la medida en que una relación se puede cosificar o instrumentalizar.
Buber nos emplaza: en una época donde la palara “utilidad” avasalla, debemos asumir que hay otras consideraciones con mucho más significado y sentido que la mera satisfacción de mis deseos con Ello. Incluso el Eterno TÚ, el Dios personal que nos llama a relacionarnos, ha sido convertido por la modernidad en un Ello, en un significante vacío, incapaz de relacionarse con Yo y Tú.
La decisión es elemental: ¿cómo queremos que sea nuestra vida? ¿Una relación donde Yo se abre y te reconoce como Tú a través de la presencia permanente del Eterno Tú, tejedor de las relaciones plenas y significativas? ¿O un mundo donde el Yo se encierra en sí mismo asumiendo que todo y todos son un Ello que me da utilidad y placer? La respuesta es que tanto más significado tiene la vida humana, cuanto más alto valore el encuentro, la relación, el diálogo e incluso la entrega a Tú. No se trata simplemente de un acto de caridad y entrega, sino de experimentar que la textura de Yo obtiene su forma de la interrelación con Tú. Mi individualidad, paradójicamente, se materializa a partir de mi apertura a Tú y a TÚ.
Por ello, la guerra, la violencia, la incomunicación, la polarización es para Buber la fractura de la relación Yo y Tú. La vida real es elegir estar en permanente apertura y acogida a Tú sabiendo que respiramos el mismo aire, vivimos el mismo tiempo y que mi dignificación y mi futuro, por tanto, depende de la dignificación y futuro de Tú.
Se trata de Tú con rostro, emociones, miedos, individualidad e historia, no de un “ellos” colectivo y anónimo.
Lo más hermoso de esta visión de Buber es lo básico, pero al mismo tiempo lo profundo como propuesta vital, sobre todo, al llevarlo a diferentes ámbitos de la existencia. Buber llama a una nueva relación con las ciencias, particularmente con las ciencias humanas: hay un mundo personal para ser usado, pero también hay un mundo personal para salir a su encuentro. No se trata de elegir uno de los dos de manera excluyente, sino de saber amar y valorar cada faceta de la vida. Sin el Ello, dirá Buber, el ser humano no puede vivir, pero el que vive solo con y por el Ello, no es humano.
Del mismo modo, la voluntad de prosperar, ganar dinero y crecer es positiva para Buber en la medida en que está conectada y relacionada con Tú.
Igualmente, la dimensión espiritual del hombre no se reduce al Yo privado, atomizado, sino que tiene sentido en la relación Yo y Tú con el Eterno TÚ.
Asimismo, el amor solo se logra en relación Yo y Tú, es decir, el amor no es algo atrapado de manera solitaria en el pecho de cada Yo, sino que es la consecuencia de la apertura a Tú. Lo mismo sucede con la felicidad, la cual solo es posible con Tú, no con Ello.
Lewis, quien leyó a Buber meses antes de escribir La abolición del hombre, acuñó la frase real life is meeting, es decir la trama de mi identidad y de mi existencia se moldea en base a relaciones plenas y significativas con Tú. Tú es otro Yo y soy Yo en una simbiosis que le da particularidad, plenitud, identidad, humanidad a Yo y a Tú.
Por su parte Ratzinger, en alusión a la muerte, nos increpaba: no vamos a un fin, vamos a un encuentro con TÚ. Igualmente, cuando el Papa Teólogo define al ser humano como una apertura capaz de trascenderse y que solo se realiza, se reconoce, se individualiza en su relación con Tú para tejer la verdadera comunión, muestra claramente la huella de Buber en su pensamiento.
A cien años de Yo y Tú, la vigencia de Buber no es solo palpable sino urgente, en un tiempo que se ha convertido el reino de Ello.