En una época en que nos reímos a carcajadas de la virtud, la templanza, la rectitud o la continencia… nos sorprendemos de encontrar depravados sexuales entre nosotros. Es la gran hipocresía del momento. Los opinadores del circo mediático se rasgan las vestiduras, ponen caras serias y lanzan gruesas palabras contra un pobre hombre, esclavo de sus pasiones, que hasta hace dos telediarios era considerado un chico guay. Y se sorprenden de que sea ahora un degenerado que no respeta a las mujeres y las humille con prácticas sexuales impropias.

Opinadores, fariseos, sepulcros blanqueados, por favor, dejad ya de tirar esas piedras verbales, imitando a las masas enfurecidas, y preguntaros si acaso vosotros habéis contribuido también, al reíros de la necesidad de la templanza ante esas pasiones primarias que tienden a desbocarse, a crear una sociedad enferma en donde la mujer es considerada como un elemento para satisfacer un deseo y, como resultado lógico, crecen en número los que compran este material averiado que les precipita a ser personas degradadas.

Nos reímos de los límites morales y nos escandalizamos de que pueda haber pervertidos entre nosotros.

Nos reímos de que el sexo pueda ser algo noble y bello que genere vida, enmarcado dentro del matrimonio... pero nos llevamos las manos a la cabeza cuando ese sexo se convierte en destructor, ruin y humillante cuando se desparrama fuera de su ámbito natural.

Se promociona una sexualidad deshumanizada, se da rienda suelta a la pornografía, se glorifica una libertad sin límites para satisfacerse… pero nos asombramos de tener a nuestro alrededor a personas envilecidas, sin capacidad para controlarse, y nos preguntamos: ¿Qué tipo de gente convive con nosotros? ¿De quién han aprendido estos comportamientos? ¿Cómo puede ser?

Pues puede ser por vuestra ceguera. Lleváis demasiado tiempo empeñados en llevarnos por un camino que solo conduce al precipicio… y ya estamos al borde. Podríais dar un paso atrás, reconocer la falsa ruta, y alejarnos a todos del peligro. Pero seguís empeñados en construir una sociedad enferma, y para ello reclamáis soluciones en forma de aumentos de presupuestos públicos para políticas de igualdad, para talleres de sexualidad, campañas publicitarias para empoderar a la mujer…

Y pasa un año, y dos, y tres, y los millones de euros destinados a estos proyectos se multiplican, y se crean nuevos organismos, se contratan a más asesores, pero nada cambia y todo empeora. Y seguís erre que erre, transitando por el mismo rumbo, cada vez más nerviosos al ver el resultado de vuestras risas.

Opinadores, fariseos, sepulcros blanqueados, por favor, dejad ya de reíros de todo aquello que ayuda a conformar una sociedad sana, poniendo freno a lo que nos degrada y favoreciendo lo que nos edifica como personas. Dejad ya de reíros de nuestras creencias y normas morales, de las virtudes y los valores, en definitiva, de todo aquello que contribuye a ser una comunidad más feliz aunque imperfecta.

Y asumid que sin la virtud, la templanza, la rectitud o la continencia, será más difícil evitar la existencia de los depravados sexuales entre nosotros.

Álex Rosal es director de Religión en Libertad.