El estreno de la última película de Amenábar, Ágora, contó con la presencia de varios miembros del Gobierno.  Todo un despliegue mediático para apoyar la tendenciosa película. No es extraño, puesto que la última cinta de este director es un apoyo al experimento de ingeniería social que está llevando a cabo este ejecutivo. Lo que es más extraño, sinceramente, es que esta campaña publicitaria haya sido suficiente para que muchos colegios, supongo que sin plantearse si la película es fiel a la historia o no, hayan decidido programarla como actividad para sus alumnos. Como si no hubiera materiales didácticos de calidad contrastada para utilizar en la escuela. Se les inculca ideología desde la más tierna infancia y se les ofrecen materiales con la verdad falseada, es decir, con mentiras, como complemento. Así nos luce el pelo.
 
No sería raro que lo próximo que se les ocurriera programar en algunos colegios como actividad complementaria fuera la película «El cónsul de Sodoma». Al fin y al cabo, dicha película ha sido calificada para mayores de 13 años, así que los alumnos de segundo ciclo de ESO podrán acudir sin problemas a los cines. La verdad es que viendo cómo está la educación, los talleres que se programan con dinero público, y lo que este Gobierno considera adecuado para los menores (sexo precoz y promiscuo, píldora del día después y aborto incluidos) no me extraña que el encargado de poner la clasificación haya decidido situar el límite en los 13 años. Pura coherencia.
 
La actividad encajaría en varias asignaturas; no hay más que ver lo que se está publicando estos días sobre el autor, ni más ni menos que esos aspectos en los que se centra la película. Podría encajarse, tal vez, en Lengua o Literatura, puesto que «viene a glosar la vida de uno de los poetas más grandes de la lengua española del pasado siglo XX: Jaime Gil de Biedma. Miembro de la Generación del 50»; en Historia, puesto que se desarrolla en una época de nuestro pasado reciente. Pero, sin duda, donde encajaría perfectamente es en Educación para la Ciudadanía, puesto que serviría para abordar varios de sus objetivos y contenidos.
 
Podría utilizarse, por ejemplo, para hablar de prejuicios y estereotipos, al tiempo que se aborda la memoria histórica desde una perspectiva de género: «además de ser una de las figuras clave de la literatura española de los últimos sesenta años, Gil de Biedma tiene una apasionante vida, donde se mezclan sus viajes al exterior, sus amistades literarias y una activa vida sexual predominantemente homosexual que le supuso numerosos problemas en la España franquista que le tocó vivir». O para abordar el tema de los afectos y las emociones, ¡qué mejor ejemplo para nuestros adolescentes!: «Gran hedonista y vividor, nadie nos ha hablado mejor del amor que él: Para saber de amor, para aprenderle, haber estado solo es necesario. Y es necesario en cuatrocientas noches -con cuatrocientos cuerpos diferentes- haber hecho el amor».
 
Y puesto que, como han reconocido los responsables del Gobierno tantas veces, en EpC se aborda la educación sexual, qué mejor que esta película con escenas de sexo  explícito (no hay más que ver el tráiler, que empieza con una orgía), incluida una masturbación masculina en primer plano, tal como aparece publicado en La Razón.
 
Es decir: exactamente lo mismo que vienen a proponer las guías del Ministerio de Igualdad, el programa Sexpresan que recomienda el Ministerio de Educación,  o cualquier taller de los que ya se están dando en muchos colegios o institutos…pero de forma más poética y en pantalla grande. Sin duda esta película llega en el momento justo para contribuir a la educación de los ciudadanos del futuro, es decir, nuestros hijos. 
 
Si la película está recomendada para mayores de 13 años, en el tráiler han sido más generosos: han bajado la edad recomendada hasta los siete años. Así que, aunque aún no puedan ver la película completa, si se les puede poner el trailer para que vayan iniciándose, con las escenas de sexo tanto heterosexual como homosexual, en la nueva materia obligatoria que va a imponer el Ministerio de Sanidad. Es, más o menos, lo que propone el portavoz de la Asociación estatal de Profesionales de Sexología, asesor del Ministerio de Sanidad, que recomienda comenzar a los tres años. Pues eso, en este caso empezamos por el tráiler con siete años…y seguimos con la película entera a los 13.
 
¿Alguien va a hacer algo? De momento, el Defensor del Menor ya ha tomado cartas en el asunto. Ha salido inmediatamente a la palestra para cumplir con su papel, implacable y rotundo. Esto es lo que ha dicho: puesto que considera «incoherente» esta clasificación, ha instado a los padres «a denunciar a la administración competente». ¿De verdad para esto necesitamos un Defensor del Menor?
 
De todo lo que he leído sobre la película, y más allá de las escenas que he visto, lo que más me ha impresionado ha sido una frase del director en el diario El País, refiriéndose al protagonista: «Era un hombre que con 30 años ya se sentía viejo».
 
Qué tristeza. Es la misma tristeza que siento cuando pienso en cómo van a sentirse los niños que no puedan escapar a la forma de vida que les está imponiendo, insistentemente, este Gobierno. Vidas gastadas en relaciones y sensaciones vacías. Tenemos que impedir ese triste futuro a esta joven generación mientras estemos a tiempo para hacerlo.