La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París pretendía ser un monumento a la “unidad en la diversidad”, sin embargo se quedó en un burdo alegato LGTB y woke. Ahora bien, si jugamos de verdad al juego de la diversidad y la inclusividad, hay que reconocer que la ceremonia de París habrá sido percibida como un insulto en muchísimos países y culturas del planeta.

No hay más que pensar en lo que han podido sentir los ciudadanos de tantos países africanos y asiáticos, además de otras muchas personas de todo el mundo, que no conectan con una estética muy similar a la de las fiestas del Orgullo Gay. Por esta razón, no parece que los Juegos Olímpicos busquen respetar al que piensa diferente, sino más bien imponer determinadas convicciones occidentales a todo el mundo.

Parece que el Comité Olímpico y el gobierno francés han querido apoyar a la cultura LGBT y la diversidad sexual, quizá para reparar las injusticias a las que se enfrentan algunas personas de este colectivo en un gran número de países. No hay que olvidar que todavía hay 62 países en el mundo que consideren la homosexualidad un delito, o que el número de trans asesinados se estima en 321 personas en 2023; el dato de homosexuales asesinados -curiosamente- no parece estar accesible con facilidad en internet.

Ahora bien, si de lo que se trata es de sensibilizar a la opinión pública mundial con grupos injustamente perseguidos, habría que preguntarse por qué no ha habido un gran número de referencias en la ceremonia inaugural a los cristianos perseguidos. No en vano, en 61 países del mundo se persigue o discrimina a la religión mientras que el número de cristianos asesinados por su fe en 2023 se estima en 5000 personas.

Teniendo en cuenta estos datos, no parece que la ceremonia haya sido verdaderamente diversa e inclusiva, sino más bien sesgada y discriminatoria. Quizá sería mejor que este tipo de eventos se centraran en el deporte.