Ante la acusación que los partidarios de la ideología de género hacen de homofobia al ya célebre autobús de Hazte Oír, por el uso indebido de las palabras pene y vulva, he mirado en un diccionario de prestigio, como es el María Moliner, escrito además por una mujer, y me he encontrado con estas definiciones: “Pene, miembro de la copulación en el hombre y en los animales superiores”, y “Vulva, abertura genital externa de las hembras de los mamíferos”. Como me supongo que nadie pretenderá acusar de homofobia al María Moliner, aunque desde hace tiempo me creo que todo es posible en el terreno del lenguaje, no entiendo cómo se puede acusar de homofobia al autobús por decir prácticamente lo mismo.
 
El problema de la ideología de género es que es una ideología profundamente anticristiana. Nosotros los creyentes, en cambio, leemos en Génesis 1,26-28 que Dios crea al ser humano como ser sexuado a imagen y semejanza suya (v. 26), y como Dios es amor (1 Jn 4,16), el ser humano también debe ser amor. Este texto nos presenta al hombre y la mujer como iguales, cada uno con su propia identidad sexual. Iniciado a la existencia con un acto de amor, el ser humano tiene suma necesidad de una relación de amor. Más aún, es el ser humano completo, es decir tanto el varón como la mujer y precisamente como complementarios, pues es el conjunto de sus cualidades masculinas y femeninas, lo que está hecho a imagen y semejanza de Dios y lo que debe alcanzar su perfección en una comunidad de vida y amor.
 
Esa primera institución natural creada por Dios para satisfacer las necesidades afectivo-sexuales del ser humano y perpetuar la especie es la familia, lo que combate la ideología de género. La primera cosa que leí y hoy relaciono con los inicios de mi conocimiento de la ideología de género fue que una Universidad sueca había hecho un estudio sobre lo más conveniente para el niño y resolvió que ello era crecer en una familia monógama, estable y que se quisiese. Pensé que para llegar a tales conclusiones no era necesario sino un poco de sentido común, porque entonces ni se me ocurría que hubiese gente que pretendiese destruir el matrimonio, la familia e incluso la maternidad
 
Pero la “ideología del género” considera la sexualidad como un elemento cuyo significado fundamental es de convención social. Es decir, no existe ni masculino ni femenino, sino que es necesario abolir las identidades masculina y femenina, subordinadas al sexo biológico. En esta mentalidad, el hombre y la mujer deciden y eligen su sexo y lo podrían cambiar, cuantas veces lo estimen oportuno, hasta el punto de que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen relación con las causas naturales o biológicas, sino que se deben a determinaciones sociales.
 
Hay que destruir la familia porque es un concepto biológico, que pone a la mujer al servicio del hombre, le ata a la prole y le impide realizarse social y laboralmente, aunque para mí lo más asombroso es que se intente liberar a la mujer de la maternidad por medio de los anticonceptivos y el aborto, siendo el lesbianismo la relación sexual ideal porque en ella no hay dominio del varón sobre la mujer, ni se posibilita la procreación, siendo posible la continuidad de la especie gracias a relaciones sexuales esporádicas, que no implican sumisión al varón y los métodos de reproducción artificial, aunque empiezan a elevarse voces, incluso dentro del feminismo radical, que consideran la maternidad subrogada, es decir los vientres de alquiler, como una descarada esclavitud.
 
Por cierto, quiero recordar en este punto a una mujer, a la que ciertamente no se puede acusar de facha, Golda Meir, que fue primera ministra de Israel, quien declaró sobre la revolución sexual y el feminismo radical en una entrevista a Oriana Fallaci: «¿Se refiere a esas locas que queman los sostenes y andan por ahí desquiciadas y odian a los hombres? Son locas, locas. ¿Cómo se puede aceptar a locas como ésas, para quienes quedar encintas es una desgracia y tener hijos es una catástrofe? ¡Si es el privilegio mayor que nosotras las mujeres tenemos sobre los hombres!».
 
¿Cuál es el futuro de la ideología de género? Soy optimista porque pienso que el ser humano ha sido creado por Dios y por tanto vale tanto la pena que el propio Dios se ha encarnado en Jesucristo para redimirnos de nuestros pecados y salvarnos. Desde un punto de vista natural preveo a bastante corto plazo una rebelión de las mujeres deportistas hartas de que presuntas mujeres deportistas con cromosomas XY, pene y próstata, abusen de su superior fuerza física y les roben las medallas que les corresponden en las competiciones femeninas. Pero, sobre todo, y tal como nos lo dijo Jesucristo, el sentido de la vida es amar a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, y en la ideología de género tan solo encontramos egoísmo y hedonismo. La ideología de género recuerda demasiado al famoso cuento del rey desnudo y pienso que más bien pronto que tarde, la gente se va a dar cuenta que sin sentido común no vamos a ninguna parte.