Comienzo a escribir este artículo el Miércoles de Ceniza, cuando el sacerdote nos impone la ceniza y nos pide que nos convirtamos y creamos en el Evangelio. ¿Qué significa esto? Pues sencillamente que somos seguidores de Jesús, que creemos en su Pasión, Muerte y Resurrección y que intentamos vivir conforme a sus enseñanzas.
Pero la noticia que hoy quiero comentar es la del autobús fletado por Ignacio Arsuaga y Hazte Oír con un anuncio que dice: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo”. ¿Qué pensar de esto? Los políticos representados en los parlamentos y Senado desde luego ya se han pronunciado, con frases muy duras contra el citado autobús. Pero el problema para mí no es lo que piensan los políticos, que son seguramente los ciudadanos menos libres de España, porque o votan lo que dice el Partido o, como ha sucedido hasta ahora, se tienen que ir a su casa porque ya no figuran en las listas.
Desde el punto de vista religioso: “El Creador, en el principio, los creó hombre y mujer” (Mt 19,4; Mc 10,6). Según estas palabras de Jesús, la razón de la diferencia está en que, uniéndose “serán los dos una sola carne” (Mt 19,5; Gén 2,24), es decir a imagen del misterio mismo de Dios: “Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra” (Gén 1,27). Ser persona a imagen y semejanza de Dios implica un existir en relación con el otro. La Iglesia enseña la primacía de la persona humana sobre su sexualidad, aunque el ser humano existe siempre y sólo como varón o como mujer. La diferencia sexual pertenece a la naturaleza original del hombre creado a imagen de Dios. El sexo es una estructura esencial de la existencia humana, hasta el punto que es constitutiva de la humanidad del varón y de la mujer y señala su esencial cohumanidad. En Gén 3,7 vieron “que estaban desnudos” y descubren así no sólo su propia sexualidad, sino también su sexo distinto al del otro. Comprender la diferencia de sexos es imprescindible para entender la humanidad, es decir una masculinidad y feminidad que, desde el principio, nos ayuda a ser una comunión de personas. La doctrina de la Iglesia en este punto no se basa solamente en frases aisladas, sino más bien en el sólido fundamento de un constante testimonio bíblico.
Desde el punto de vista científico escribí esto en 1988, cuando la ideología de género me era absolutamente desconocida: “La sexualidad es ante todo un concepto antropológico, siendo el sexo algo que afecta a toda la persona. El sexo es la diferencia biológica que desde el nacimiento nos define como seres sexuados. No existe el ser humano en sí; el ser humano existe únicamente como hombre o como mujer, desde el primer momento de su concepción y a lo largo de todo su ulterior desarrollo. Todo el cuerpo, en cada una de sus células, lo mismo que en el conjunto de sus funciones, está impregnado de sexualidad, lo que aporta a la condición humana la riqueza que se deriva de dos maneras diversas de ser y de vivir. Veamos por ello qué nos dicen los datos biológicos sobre el sexo.
»Estos datos nos dicen que existe desde la fecundación un sexo genético o cromosómico, pues los núcleos celulares humanos contienen normalmente 46 cromosomas, repartidos en 22 pares de cromosomas somáticos y dos cromosomas sexuales: XX en la mujer y XY en el varón. Dejando aparte posibles anomalías, se puede decir que la presencia del cromosoma Y determina normalmente el sexo masculino”.
Esto que puede parecer, porque lo es, una obviedad, es algo que sigue estando absolutamente vigente. Desde luego si a mí me dicen que una persona con cromosomas XY, pene y próstata es una mujer, no pensaré muy bien de quien me lo dice. Y si me dicen de otra persona con vulva, cromosomas XX y matriz es un varón, pues lo mismo.
Me pongo en la piel de un forense que tenga que levantar un cadáver y que ya no podrá contestar a la simple pregunta varón o mujer. Y si además me entero que una persona de dieciséis años con pene intenta ir a los servicios femeninos, y yo fuese padre de una chica de ese colegio, pondría el grito en el cielo. Y si me afirman que una persona puede cambiar de sexo a voluntad y varias veces, porque fundamentalmente es una cuestión psicológica, no quiero decir lo que desde luego pensaría.
El problema es que nuestros políticos no tienen sentido ni de la democracia, ni del ridículo. Prohibir circular un autobús por afirmar que los niños tienen pene y las niñas vulva, me parece un atentado contra el sentido común y la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de opinión y contra la libertad religiosa. Las leyes que defienden la ideología de género violan varios derechos humanos y son inicuas. Y conste que los últimos Papas y más todavía el Papa Francisco son aún más duros y ven ahí la presencia del diablo. Yo desde luego no pienso votar a los partidos que defienden la ideología de género y haré lo posible para que otros tampoco les voten. No les quepa la menor duda de que mi fe católica y mi seguimiento de Cristo me comprometen a defender la Libertad y las libertades contra aquellos que intentan privarnos de ellas. ¿Lo entienden, señor Rajoy y señora Cifuentes?