Hemos sabido estos días que la ex senadora del PP Gabi Durán se ha dado de baja en su partido ante la negativa del PP a votar en su congreso la enmienda que defendía la vida desde el nacimiento hasta la muerte natural, dejando así la puerta abierta a la regulación de la eutanasia, o la indefinición sobre la gestación subrogada. La ex senadora no votó en septiembre de 2015 la llamada micro-reforma de la Ley del aborto o Ley Aído, reforma que se limitaba a pedir un permiso paterno para que abortasen las menores de 16 y 17 años, dejando intacto el resto, con lo que el PP pasaba a aprobar el aborto y la ideología de género, como se está viendo en las leyes de muchas comunidades autónomas.
Para la senadora Durán y los que se negaron a aceptar el aborto y la diabólica ideología de género, ello supuso, ya en las elecciones de diciembre de 2015, su exclusión de las listas electorales. Es cierto que después del reciente congreso se admite la libertad de voto en conciencia, pero tras esa purga pasará mucho tiempo, si es que llega ese día, antes de que el PP vuelva a ser un partido provida y profamilia.
La actitud de esta ex senadora nos lleva a preguntarnos cuál debe ser la actitud de un parlamentario católico ante problemas, como pueden ser el aborto y la ideología de género, que afectan a la conciencia. Benedicto XVI, en su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, responde a nuestro interrogante; “En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado” (nº 83).
Además, en los Hechos de los Apóstoles se nos dice: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (5,29 y 4,19), mientras el Concilio Vaticano II, en la Gaudium et Spes nos explica cómo hemos de entender la conciencia: “En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad” (nº 16). Recordemos también que el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”.
Creo que actualmente no hay en España ningún partido con representación parlamentaria (tras el engaño de Rajoy, que ha hecho exactamente lo contrario de lo que nos prometió en la campaña electoral en los puntos que afectan a nuestras convicciones morales) que responda mínimamente a lo que nos pedía Benedicto XVI, pues los demás partidos parlamentarios son incluso más anticatólicos. Está claro que me considero estafado y pido a Dios poder votar a alguien que responda a mi concepción cristiana y no tenga la impresión de que estoy tirando mi voto.