La cirugía de reasignación de sexo exige la intervención de médicos. Pero ¿qué tipo de tratamiento es? ¿Es una terapia para una enfermedad, que sólo debería ofrecerse tras una autorización psiquiátrica? ¿O es un perfeccionamiento biomédico que cualquiera puede pedir libremente?
La respuesta a esta pregunta teórica tiene consecuencias prácticas. Si es una terapia, entonces el transexualismo es una enfermedad. Si es un perfeccionamiento, entonces difícilmente merece financiación pública.
En un artículo muy interesante publicado en The Journal of Medicine and Philosophy, Tomislav Bracanović, de la Universidad de Zagreb (Croatia), analiza los conceptos en conflicto.
Los ideólogos transgénero alegan que la cirugía de cambio de sexo no es una terapia para el trastorno de identidad de género, porque el sentimiento de ser un hombre en el cuerpo de una mujer o una mujer en el cuerpo de un hombre no es un trastorno. Es una “condición humana normal, aunque rara, que se medicaliza como consecuencia de la discriminación generalizada que padece la población transexual. Por tanto, debería ser eliminada de todas las categorías de trastornos mentales, y la cirugía de reasignación de sexo estar disponible sin ‘cancerberos’ médicos que decidan a quién aplicarla y a quién no”.
Su conclusión es que un cambio de sexo no es más terapéutico que un “arreglo de nariz”. Preferirían describir la cirugía de reasignación de sexo como un perfeccionamiento, algo parecido a la cirugía cosmética.
Pero ¿es aceptable describirla como un perfeccionamiento no-terapéutico? Bracanović cree que no. “No mejora, ni aumenta ni incrementa por encima de la media ninguna característica o función mencionada típicamente en los debabes filosóficos sobre el perfeccionamiento humano. La inteligencia, la vista, el oído, la fuerza física y la inmunidad, por ejemplo, son más o menos los mismos antes y después de la cirugía de reasignación de sexo”.
Hay, sin embargo, otra forma de encuadrar es perfeccionamiento: el modelo de bienestar, esto es, ¿mejora la calidad de vida? A primera vista parece verosímil, porque la gente que se ha operado refiere mayor satisfacción y un descenso de la insatisfacción. Sin embargo, Bracanović señala que las pruebas de ello son débiles. Ha habido muy pocos estudios a largo plazo de la calidad de vida postoperatoria de los transexuales.
“Pensemos”, propone, “en los ‘fármacos para cambio de sexo’, que tienen la misma proporción riesgo-beneficio que la cirugía de reasignación de sexo. Incluso si mejorasen la situación de muchos sujetos de experimentación clínica, probablemente ninguna agencia regulatoria los aprobaría (ni como ‘terapia’ ni como ‘perfeccionamiento’) si un gran número de los pacientes desapareciesen misteriosamente de la investigación tras tomar los medicamentos”.
Así que Bracanović concluye que sería prudente mantener “cancerberos” para este tipo de cirugía y restringir el acceso a ella. En el actual estado de los conocimientos, existe un riesgo demasiado elevado de perjudicar a los pacientes. Además, si se trata de un perfeccionamiento que incrementa el bienestar de una persona, como alegan los ideólogos transgénero, obviamente se asemeja más a una mejora en las habilidades artísticas de una persona que a la curación de la paraplejia. Con recursos limitados, normalmente la sociedad se centraría en la paraplejia más que en la disforia de género. La única forma de priorizarla sobre la paraplejia sería medicalizarla y describirla como un trastorno serio… lo cual los ideólogos rechazan con vehemencia.
Publicado en BioEdge.
Traducción de Carmelo López-Arias.