De nuevo feministas materialistas coinciden en lo esencial con el "hombre y mujer los creó" católico, y lo hacen en el terreno común de lo científico, de lo real. Esto es prueba de la pluralidad de las posturas en relación al mundo de la mujer, y que dicha pluralidad afecta también al feminismo progre de género: no se puede hablar de que estamos a una, o de que todos pensamos lo mismo, o de que hay una demanda social de no sé qué tipo… sin faltar a la verdad: a los hechos podemos remitirnos.

Y los hechos son los producidos en torno al Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia. Muchos hemos sabido por ellos de la existencia del organismo Alianza contra el Borrado de las Mujeres, iniciativa feminista atea y materialista centrada en la defensa de los derechos de las mujeres basados en el sexo. Esta organización ha señalado que el proyecto de ley adolece de graves carencias, y lo más importante: ha advertido que pone en cuestión derechos específicos de las mujeres, y que se intenta utilizar esta ley para legalizar conceptos –como el del género como identidad– que no cuentan con aceptación social ni académica, siendo esta última una muy importante puntualización que abunda en que lo relativo a género no tiene base científica, por si no estaba ya suficientemente claro. Además, indican las mujeres de este colectivo que la confusión del anteproyecto entre “sexo” y “género”, que niega la realidad material del sexo, crea indefensión para las mujeres.

La Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, insisto, advierte de que en numerosos puntos del anteproyecto se utiliza la palabra “género” cuando habría que utilizar la palabra “sexo”, clara maniobra de ingeniería social a través del lenguaje de la que se han dado perfecta cuenta las feministas materialistas. En el texto tales términos son frecuentemente tratados como sinónimos, lo cual es científicamente falso, además de intencionado, según han apuntado además múltiples analistas que han comentado la noticia. Para esta organización, confundir “sexo” y “género” atenta contra categorías protegidas como la de "mujer", que supusieron un hito en la conquista histórica de derechos fundamentales, como son los derechos de las mujeres basados en el sexo. Pero la cosa no queda ni mucho menos aquí.

La Alianza añade además que las medidas que contiene el artículo 44 del anteproyecto no son efectivas para impedir el acceso de los menores a la pornografía, subrayando que causa serios daños sobre el desarrollo psicosexual de los niños. Nuevamente desde esferas materialistas y ateas se coincide con la moral católica en relación al daño que hace la pornografía y que el feminismo de género no denuncia, ni tampoco los progres, ni los supuestos intelectuales, ni nadie más que la Iglesia católica y ahora las feministas ateas: además de un negocio inmoral, la pornografía constituye el principal ariete de banalización de la sexualidad humana, sagrada por otra parte según la Revelación. Llega esta organización a indicar algo que desde ReL se ha dicho ya en varias ocasiones por expertos: la necesidad de implementar por ley medidas de mayor calado que el ineficaz “control parental”, para impedir el acceso de los menores a contenidos pornográficos online. En tanto en cuanto no sea la pornografía ilegal, no queda otro remedio que presionar para poder proteger a los niños: feministas ateas materialistas que defienden a la mujer y católicos estamos de acuerdo. Pero no acaba aquí la cosa.

La utilización de esta denominada Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia para introducir debates ajenos a la misma perjudica su objeto y sus fines. En el artículo 46 del Anteproyecto la redacción –sigue la Alianza señalando– es ambigua respecto de qué es “discriminatorio” con relación a la participación en competiciones deportivas de personas de diferente sexo, lo que vulneraría el derecho de las niñas y adolescentes a una práctica deportiva en condiciones de igualdad, por lo que la entrada de personas de sexo masculino en el deporte femenino contraviene la realidad empírica –es decir, científica– de las diferencias físicas entre los sexos que son determinantes en los resultados deportivos.

De una manera inequívoca se critica que el género como identidad se incluye en la ley de forma semiclandestina. El citado anteproyecto sigue, según la Alianza, las mismas técnicas lobbistas que vienen denunciando las feministas en varios países europeos y americanos, al “colar” en leyes de amplia aceptación social postulados ideológicos que no han sido aún objeto de un debate público ni parlamentario. La Alianza contra el Borrado de las Mujeres considera que el objetivo es evitar que la sociedad conozca las implicaciones sociales que tienen las leyes que consideran el género como una identidad, para evitar los debates de opinión, porque temen que dichos debates hagan caer ciertas propuestas. Así es, en otro orden de cosas, como se han ido ‘colando’ las leyes de este tipo por las comunidades autónomas, leyes que no aumentan los derechos de nadie, porque ya los salvaguardaba la legislación existente con anterioridad, y que aumentan los conceptos sin base científica que, apareciendo como ‘legales’ parecen lo que no son, es decir, reales o científicos.

Diversos analistas han puesto de manifiesto que este modo de actuar en plena pandemia está perfectamente planificado por empresas de ingeniería social que recomiendan que cuando se trate de introducir nuevos conceptos jurídicos o aprobar normas que imponga considerar el género como identidad, se evite la cobertura y exposición excesiva en la prensa, con el objetivo de sustraer a la opinión pública de debates que afectan gravemente a los derechos de las mujeres y de las niñas y niños. Y no cabe duda que lo están consiguiendo.

Son textos, los del anteproyecto y otros similares, que pretenden introducir conceptos como el "derecho a la libre determinación de la identidad sexual" o "derecho a la autodeterminación sexual" sobre los cuales estas organizaciones indican que carecen de racionalidad jurídica, y además son contradictorios con el posicionamiento feminista que defiende el derecho de las mujeres a existir. Otros analistas llegan a señalar algo en lo que cualquiera que quiera proteger a la infancia no puede estar más de acuerdo: revisar las leyes autonómicas que vulneran derechos de las mujeres basados en el sexo. Esa sí es una tarea pendiente para salvaguardar derechos y no seguir proponiendo cosas sin base científica alguna.

El concepto “identidad de género” que aparece en la Proposición de Ley sobre la protección jurídica de las personas trans dice: “«Identidad de género»: Aquella vivencia interna y personal del género tal y como cada persona la siente y determina, que puede o no corresponder con el sexo asignado al nacer, e incluye el sentido y vivencia personal del cuerpo a través o no de modificaciones en la apariencia o funciones corporales, a través de prácticas farmacológicas o quirúrgicas, siempre desde la autodeterminación personal.”

De la definición se deduce que lo que ha de servir como criterio para definir lo real es el sentimiento, del que, por ejemplo, se huye para hacer investigación científica, promulgar un veredicto sobre cualquier asunto, tomar una decisión grave en la vida, etc. El sexo en sí mismo sí es un dato biológico, un hecho, una realidad material, no una idea. Y las consecuencias de estas confusiones lingüísticas aparentemente inofensivas para admitir la existencia esencialista de la identidad de género de la Proposición de Ley pueden llevar a considerar que una niña jugando al fútbol en el patio del colegio o un niño recolectando alimentos para jugar a cocinar no serían ya menores jugando libremente sin imposiciones de género, sino posibles “menores trans” y potenciales individuos a los que reajustar. Las feministas ateas y materialistas implicadas en el revuelo rechazan categóricamente que la enseñanza pública difunda ideas acientíficas basadas en reconocer al género como algo identitario.

Desde el feminismo materialista y ateo se rechazan tanto el derecho a la autodeterminación sexual como las denominadas teorías y activismo queer que, dicen, desdibuja a las mujeres como sujeto político y jurídico, poniendo en riesgo los derechos, las políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres y los logros del movimiento feminista.

Otros colectivos, un día después de la aprobación en el Consejo de Ministros del proyecto de Ley, han elaborado el documento titulado Argumentos contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres. Estos colectivos denuncian que en los últimos tiempos se está generado una utilización interesada por parte del activismo queer de los términos de identidad sexual e identidad de género que están poniendo en riesgo el propio concepto jurídico y sujeto político "mujer", porque se sienten agredidos por la palabra "mujer". Nuevamente el sentimiento posicionando en contra de la mujer, ¿por qué? Porque es la que tiene la fábrica de la vida, y estas posturas han sido identificadas como propias de la cultura de la muerte.

Trasladar sin más ni más un sentimiento y su expresión al ordenamiento jurídico, como se ha hecho ya en multitud de leyes y se pretende hacer en este nuevo anteproyecto, sin analizar las implicaciones que tiene el hacerlo, hace que sentimientos, expresiones y manifestaciones de la voluntad de la persona tengan automáticamente efectos jurídicos plenos, lo cual produce irracionalidades jurídicas que van en contra de los derechos adquiridos de las mujeres.

Pero no sólo eso, estos colectivos feministas llegan a indicar que para que la postura trans llegue a contar con efectos jurídicos plenos, tiene que darse una situación estable de transexualidad debidamente acreditada, ya que si basta con que un hombre exprese en un momento determinado que se siente mujer ¿no podría un hombre maltratador señalar que se siente mujer y por tanto no poder ser juzgado por este delito?

A la polémica abierta por la postura expresada por las organizaciones feministas mencionadas le hace eco aquella en la que se vió envuelta en redes J.K. Rowling, la autora de la saga de Harry Potter, cuando apeló a la ironía para cuestionar el uso de la expresión “personas que menstrúan” en vez de, simplemente, “mujeres”. Fue acusada de transfóbica. Y hasta algunos de los actores de las adaptaciones de su saga la cuestionaron, cuando la autora en realidad estaba quejándose de que se la negaran a las mujeres, diluidas, o invisibilizadas según la expresión de moda, en el eufemismo “gente que menstrúa”. Rowling también reclamaba la realidad científica y no la ideológica o virtual a la que conduce la manipulación lingüística intencionada.