A veces tengo la tentación de pensar que se ha perdido el juicio. Eso explicaría muchas de las cosas que están ocurriendo; pero me temo que no es así; los que están arrasando con la educación lo están haciendo de forma consciente y deliberada. Tanto dislate, tan bien programado, no puede ser casual.
Hasta ahora me había ido encontrando con toda clase de supuestos monitores de educación afectivo-sexual; hoy cualquiera puede entrar en colegios e institutos a vender a nuestros hijos su visión de la sexualidad, siempre que lo hagan, eso sí, desde los postulados ideológicos de este Gobierno. Para el resto, terreno vedado. Viendo cómo está el patio, a veces, entre amigos, hemos hecho comentarios acerca de que cualquier día les iban a dar clases prácticas. Vista la última ocurrencia de la Junta de Extremadura, ya no me extrañaría que ese fuera el próximo paso.
Que tres señoras que «comparten la misma visión de la sexualidad de la mujer» decidan un día montar una tienda de juguetes (vamos, un sex-shop de los de toda la vida, pero pretendidamente fino y acogedor), está muy bien. Que definan la «filosofía que le da sentido» a ese negocio es estupendo, porque así los que compartan esa visión de la sexualidad y esa «filosofía», pueden acudir libremente a su tienda: «Somos feministas y creemos en las redes de mujeres como un pilar básico de apoyo. Somos tres mujeres que sólo trabajamos con mujeres y que vendemos a mujeres. Y esto es lo que nos diferencia de todo lo demás». Todo claro. Bibiana Aído, la vicepresidenta del Gobierno, o Leire Pajín se sentirían felices, por tanto, en el interior de esa tienda. Incluso el propio Rodríguez Zapatero, que se ha declarado feminista, podría acudir tranquilamente a adquirir alguno de sus objetos. Hasta aquí, todo normal.
Lo que no se entiende, desde luego, es que dicha tienda, cuyo único mérito es vender juguetes de este tipo, sea contratada por la Junta de Extremadura para imponer a nuestros adolescentes, entre 14 y 17 años, su «visión» y su «filosofía» de la sexualidad en clave feminista. Más curioso aún porque en la página web de la tienda hay un aviso: (+18 años). Pues nada, como a la tienda, al parecer, sólo pueden entrar mayores de 18 años… les llevamos la tienda al cole, en un improvisado «Tupper-sex», otra de las especialidades de la casa.
Para que veamos el calado de esta campaña que se está desarrollando entre los adolescentes de Extremadura veamos lo que persiguen con sus materiales: «Los montones de mensajes enviados llegarán a infiltrarse firmemente en las cabezas de más de una de las personas a las que van a llegar». No se trata, por tanto, de una elección casual. Se ha buscado esta gente concreta, con este enfoque ideológico, para reprogramar las conciencias de los niños, para infiltrarse en sus cabezas.
Como vemos, una vez más, todo va en la misma dirección: ingeniería social y reprogramación de las mentes y las conciencias de los niños, en todos los aspectos posibles.
Frente a todos estos atropellos, los padres estamos reclamando que se respete el derecho a educar a nuestros hijos según nuestras convicciones. Sinceramente, con la situación que estamos viviendo, creo que tenemos que empezar a reclamar no tanto el derecho, sino el deber de educar a nuestros hijos y protegerlos frente a esta ofensiva. Todos los padres deberíamos tener siempre presentes las palabras del documento Gravissimum Educationis: «Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, están gravemente obligados a la educación de la prole y, por tanto, ellos son sus primeros y principales educadores». El documento prosigue indicando cuál debe ser el papel de todos aquellos que intervienen en la educación: «Completar la obra de la educación según el principio del deber subsidiario cuando no es suficiente el esfuerzo de los padres y de otras sociedades, atendiendo los deseos de éstos». Curioso; es justamente todo lo contrario de lo que ha dicho el Consejo de Estado en su dictamen sobre la ley del aborto, que contempla también la educación sexual obligatoria en los colegios. «El derecho de los padres a completar la educación sexual de los hijos de acuerdo con sus propias convicciones, sin que dicho derecho pueda suponer un automático veto sobre la organización institucionalizada de una enseñanza sobre materias sexuales».
Dos formas completamente contrarias de entender el papel de los padres en la educación de los hijos: para la Iglesia, los que intervienen en la educación deben completar la obra de los padres, mientras que para el Gobierno y sus órganos consultivos, son los padres los que tienen que completar la obra del Estado, y sin derecho de veto. Tengo claro con cuál me quedo y a cuál me enfrento abiertamente. Aunque lo impongan por ley; otra ley injusta más que habrá que negarse a cumplir. Si este Gobierno no tiene límites, nuestra resistencia tampoco debe tenerlos.
Benedicto XVI acaba de poner de manifiesto en su reciente viaje a Brescia, cuál es el desafío educativo en estos momentos: «Ofrecer a los jóvenes un pensamiento fuerte». Y añadía: «Hace falta transmitir a las futuras generaciones algo válido, normas sólidas de comportamiento, indicar elevados objetivos hacia los cuales orientar con decisión la propia existencia -añadió-. Crece la demanda de una educación capaz de responder a las expectativas de la juventud, una educación que ante todo sea testimonio y, para el educador cristiano, testimonio de fe».
Nunca ha sido fácil, y ahora lo es mucho menos. Las circunstancias no ayudan, pero no hay excusa. Es nuestro deber, como padres, alzar la mirada de nuestros hijos hacia elevados objetivos que les conduzcan a una vida plena y ayudarles a forjar ese pensamiento fuerte. Es nuestra obligación…y nuestro privilegio.