Leonardo Castellani escribió una fantasía papal titulada Juan XXIII (XIV) en la que imaginaba a un argentino en la sede de Pedro, medio siglo antes que Francisco. El protagonista, Ducadelia, guarda muchos misteriosos paralelismos con Bergoglio (que a Castellani le hubiese encandilado en muchos aspectos, aunque no hubiese tragado sus macaneos de liante). Así, Ducadelia decide instalarse pobremente, porque «el enorme palacio de Michelángelo y Bramante no es apto ya para el trabajo y el alojamiento, sino para el turismo». Así, se revuelve contra el «eclesiasticismo» y contra esos «magnates carcamales que no quieren cambios en la Iglesia porque a ellos les va bien así».
Jerónimo del Rey fue un pseudónimo literario del padre Leonardo Castellani (1899-1981). La fantasía papal la escribió en 1964.
Ducadelia se atreve, incluso, a realizar una «revisión y ajuste del celibato eclesiástico para hacerlo mas riguroso y decente». Y Castellani aprovecha para deslizar su opinión sumamente atinada sobre esta materia: «A mí me parece bien el celibato de los curas. Me parece incluso excelente. Sé que es un medio de perfección espiritual… para algunos. Pero sé también que se está cometiendo con él un abuso. Justamente de las cosas mejores salen también los abusos peores. (…) El celibato es un consejo de Cristo. De ese consejo se ha hecho un mandato. Y de un mandato de los hombres se ha hecho un mandato divino. Y después lo han hecho el principal de los mandatos. Parecería que la castidad se ha vuelto más importante que la caridad». Cuando Ducadelia anuncia una bula sobre el celibato sacerdotal, todos piensan que se dispone a abolirlo; pero lo que hace es renovar las prescripciones del Concilio de Elvira.
«Al principio -escribe Castellani- todos los periodistas se hacían lengua de sus cosas (que eran siempre "noticia") y se llenaban la boca llamándolo colega y cofrade, pero al fin se gastaron las novedades y cambió el viento periodístico, sobre todo cuando empezaron las medidas duras e impopulares». Así le ocurrirá a Francisco a partir de ahora, después de haber desinflado las expectativas del descatolicismo mundial, al negarse a convertir el sacerdocio en casa de tócame Roque, con curánganos casados y diaconisas soplando la flauta. Durante todos estos años, la prensa globalista y mandilera ha bailado el agua a Francisco, con la panda decrépita del progrerío vaticanosegundón haciendo los coros y danzas; y Francisco se ha dejado hacer arrumacos por toda esta patulea. Pero, al negarse a abrir brecha en el sacerdocio para que entre en la Iglesia la sífilis mundana, el globalismo mandilero y el decrépito progrerío vaticanosegundón ya saben que Francisco no será el hombre que rinda la fortaleza que tanto odian. Aunque ahora callen, masticando su rabia, en breve empezarán a sacarle mierda por carretadas.
No nos gustan los macaneos liantes de Francisco, pero a su papado hay que agradecerle dos gracias impagables: 1) Que haya desactivado por completo la agenda de los progres, haciéndoles ojitos y mareándoles la perdiz, para finalmente dejarlos con las bragas mojadas y tres palmos de narices; y 2) Que haya puesto histéricos a los neocones (a los más frenéticos en público, a los más chupópteros y meapilas en privado), desenmascarando sus tartuferías y ridiculizando sus delirios, que pintaban a Francisco como un rojazo peligrosísimo por no comulgar las bazofias neoliberales. Ahora que Francisco ya ha cruzado el Rubicón, sólo hace falta que rehabilite a los tradis. Que son los verdaderos amigos de los pobres y los católicos con auténtico olor a oveja, después de décadas en las periferias de un ostracismo igualmente aplaudido por progres y neocones. Y los únicos que, cuando a Francisco empiecen a sacarle mierda por carretadas, estarán dispuestos a entregar la vida por defenderlo. Francisco, tú puedes.
Publicado en ABC.