A veces te llegan personas asustadas diciendo que están pasando «cosas» en sus casas, «cosas raras»: electrodomésticos y luces que se encienden y apagan sin que nadie los toque; persianas que bajan o suben o puertas que se abren o cierran al margen de la voluntad de quien las observa; olores, ruidos, golpes, sombras, presencias inexplicables; muebles u objetos que aparecen fuera de lugar… Cosas raras. Al leer estas líneas, algunos pensarán: «Bueno, casi todas esas cosas pueden tener una explicación natural. O puede ser que la persona que te lo contó tenga una excesiva imaginación, o sea muy aprensiva, o se esté volviendo loca… Puede ser, ¿no?»
Y mi respuesta es que sí, por supuesto, puede ser. En muchos casos hay una explicación perfectamente natural. Pero también se dan casos en que no hay explicación natural. Y no tenemos que ponernos nerviosos, pero tenemos que saber cómo actuar.
¿De dónde pueden venir entonces esos fenómenos cuando no hay una causa natural que los justifique? ¿Cuál puede ser su explicación? Todos, todos, todos, sufrimos la acción del demonio contra nosotros en su forma «ordinaria»: a través de la tentación que nos afecta a todos. Pero cuando la actividad del demonio supera ciertos límites, entramos entonces en eso que llamamos «actividad extraordinaria del demonio», cuyo primer escalón (¡y no es el último!) es la infestación diabólica, que consiste en cierta actividad del Malo sobre cosas, lugares e incluso animales. ¿Qué desata esa actividad extraordinaria del demonio? La infestación puede ser provocada por muchas causas. Es buen criterio el que da el padre Miguel Pérez: «Cualquier tipo de ejercicio espiritual en ausencia de Jesucristo y del Espíritu Santo es aprovechado por los espíritus enemigos para hacerse presentes y obrar el mal». Cuando una persona, en un lugar y con ciertos objetos, practica brujería, tiene una sesión de ouija u otro tipo de práctica espiritista; o cuando en una casa se han cometido pecados especialmente depravados; o incluso cuando se realizan prácticas que mucha gente —con peligrosa ingenuidad— considera «inocentes», pero que abren puertas al demonio, como son la Nueva Era, Reiki, Yoga, Mindfulness… es fácil que ese lugar o ese objeto quede «habitado» —como «poseído»— por espíritus diabólicos.
Quizás tú no has hecho nada de eso, pero quizás otro lo hizo antes de que tú llegaras a ese lugar, o sin que tú lo sepas. Recuerdo una vez, hablando con un grupo de personas que comentaban, entre nerviosas y asustadas, diversas experiencias de este género. De pronto, una mujer polaca intervino con voz firme y serena: «Estas cosas os pasan en España porque sois tontos. En Polonia nadie se instala en una casa hasta que no va el sacerdote a bendecirla. Primero entra él en la casa, luego los demás». La verdad es que me pareció una costumbre religiosa y sensata. Ojalá fuera imitada en todo el globo. Ahorraría muchos disgustos.
Pero, sigamos adelante con nuestro tema. Pasan cosas raras en casa, ¿qué hago? Lo primero, rezar. Reza el Rosario, habla con María, Nuestra Madre. La presencia de Nuestra Madre es insoportable para Satanás. Si es una infestación leve, no hace falta más que recurrir a Ella para resolver el problema. En ocasiones, algunas manifestaciones corresponden a almas del purgatorio que necesitan de nuestra oración. Se pueden encargar misas por las almas del purgatorio, encomendando especialmente a nuestros familiares, a las personas que vivieron antes de nosotros en ese lugar… La verdad es que, aunque no haya ruidos, es una costumbre muy buena esta de rezar por las almas del purgatorio. Otro buen consejo es que en casa haya objetos religiosos bendecidos por un sacerdote: cuadros del Señor y de nuestra Madre, de los santos, crucifijos… ¡Me da tanta pena ver cómo en tantos hogares no hay ninguna imagen, ningún signo cristiano! Y, en cambio, se multiplican los Budas, los ídolos africanos y precolombinos, y todo tipo de amuletos que son como «imanes» que atraen al Malo... Nos hemos vuelto unos insensatos paganos que entronizamos al demonio en nuestras casas dándole el lugar más distinguido de nuestro salón. Luego vienen las consecuencias, claro…
Si los fenómenos persisten, entonces conviene confiar el problema a un sacerdote. Cuánto más espiritual y mariano sea mejor, porque mejor te entenderá. Puede ser que te encuentres con un sacerdote que no te hace caso. Reza mucho por él y sigue buscando un sacerdote que te entienda. El Señor no nos deja solos frente el Mal. Con todo, yo espero que el sacerdote al que acudas te comprenda y acepte acercarse a tu casa para bendecirla. A veces será necesario celebrar una Eucaristía en la casa. Normalmente después de eso, la presencia malvada cesará y tú habrás comprendido un poco mejor que te conviene acercarte al Señor y convertir tu corazón a Cristo. La clave es esta: convertirte. Porque no basta la acción de bendecir si no estás dispuesto a que en tu casa y en tu vida reine Jesucristo. Por eso es necesario que hagas una buena confesión, que es el mejor exorcismo del mundo. Y que renuncies de corazón a esas prácticas, objetos, pseudoterapias… con las que estabas abriendo una puerta al Mal en tu propia casa.
En nuestra sociedad la ignorancia y la falta de formación religiosa constituyen un auténtico peligro. Es un hecho: el ser humano es un ser religioso, y cuando no dobla sus rodillas ante Dios, las termina doblando ante cualquier cosa, incluso ante el Diablo. A pesar de todo nuestro laicismo y modernidad, nos sentimos tan vulnerables que necesitamos ser protegidos por alguien más fuerte que nosotros. Y hay mucha gente llamando a puertas absolutamente equivocadas pidiendo protección. Mucho ojo con los embaucadores y los múltiples agentes con los que Satanás cuenta hoy en día. Muchos brujos presentan sus «servicios» bajo nombres y apariencias que pueden parecer muy atractivos. Se presentan incluso con una apariencia «religiosa». Dicen que pueden hacer rituales de protección, sanación, purificación y otras muchas cosas. No les creáis. No permitáis que vuestros hogares, vuestras familias, vuestros hijos, sean protegidos y bendecidos más que por el Señor y por Nuestra Madre, la Virgen, de la mano de un sacerdote católico. Cualquier otro camino es meterse por senderos complicados, que traerán mucho sufrimiento y tribulación. El demonio puede hacer mucho mal si no somos prudentes.
Este artículo no agota todo lo que se podría decir sobre el tema. ¡Pero que nadie se asuste, por favor! El demonio ciertamente es malo y tiene un cierto poder, pero Dios es todopoderoso, es omnipotente y, sobre todo, es bueno. Y al final, se cumple lo que magistralmente dijo San Pablo y que venimos verificando desde hace casi dos mil años: «Todo aprovecha al bien de los que aman a Dios» (Rm 8, 28). Yo he conocido a personas que han sufrido en su propia carne la actividad extraordinaria del demonio, no solo en este primer escalón de la infestación, sino hasta el punto de haber tenido que luchar con una posesión diabólica. Y, con el tiempo, han dado gracias al Señor porque esa situación tan dolorosa se convirtió en un camino de conversión y de encuentro con Cristo. Pero hay caminos más fáciles para llegar a la conversión. No conviene arriesgar tanto.
Publicado en Info Familia Libre.