El pasado martes, en la prestigiosa Universidad Pontificia Comillas, se celebró la presentación del libro de Juan Vicente Boo «El Papa de la alegría». He compartido mesa con nuestro director, Bieito Rubido, paradigma del oficio periodístico, que tanta sensatez derrama en sus Astrolabios, donde con buen criterio propugna soluciones de consenso en aras del bien común. También con Don Carlos Osoro. Nos congratula su creación como cardenal. Una nueva responsabilidad que, en comunión con el Papa, le ocupará del gobierno de la Iglesia universal.
Me sentí feliz al expresar mis sentires en relación con el protagonista del acto. El mejor vaticanista de nuestro país, al nivel de los mejores, obviamente italianos. Allí, incluso diarios alejados del pensamiento cristiano, tienen uno. Fuera, solo ABC y «Le Figaro».
Leo a Boo, con entusiasmo, como nuestro corresponsal y en sus reportajes en la web Rome Reports. Es proverbial su humanidad, cordialidad, sencillez, autenticidad y alegría. El libro se lee de un tirón. Descubre tantas cosas, aclara otras tantas de un Papa encarnado. La alegría horada cada página.
Esa virtud tan necesaria para un cristiano. Solo Jesús es capaz de convertir los sufrimientos más penosos en alegre esperanza. En la Biblia la voz alegría está presente 269 veces, con 160 derivaciones del verbo alegrar.
San Pedro exhorta: «Estad siempre prontos a dar razón de vuestra esperanza». Juan Pablo II, con fuerza arrolladora, clama: «¡No tengáis miedo. Abrid las puertas a Cristo!».
Benedicto XVI, con profundidad teológica, aclara que en el texto de Pedro, la «esperanza» es «fe». Ahora, Francisco dice que esa esperanza, que da paz y es fruto de la fe, debemos trasmitirla con alegría. Complementariedad de los tres Pontífices. Así expresa esta continuidad Alberto de la Hera: un Papa osado, Juan XXIII, convoca el Concilio Vaticano II; uno diplomático, Pablo VI, lo porta a término; uno pastor, Juan Pablo Magno, lo anuncia hasta los confines del mundo; uno teólogo, Benedicto XVI, escribe qué es conciliar; y uno testigo, Francisco, invita a vivirlo… Como dice Boo, desde la alegría, ternura y misericordia.
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