Estos días he estado reflexionando sobre los incidentes callejeros que ha habido en mi normalmente tranquila y pacífica ciudad de Logroño, especialmente en la tarde del 31 de octubre, cuando en una manifestación pacífica de hosteleros se les añadieron entre ciento cincuenta y doscientos jóvenes radicales, que provocaron una serie de destrozos.
La pregunta que se me ocurre es ésta: ¿qué educación estamos dando y, por tanto, cuál han recibido muchos de nuestros jóvenes?
Nuestra ministro de Educación Isabel Celaá tuvo una frase muy clarificadora cuando dijo aquello de “No podemos pensar de ninguna manera que los hijos pertenecen a los padres”, es decir, su educación corresponde al Estado, cuando nuestra Constitución dice: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (art. 27.3); y es que para los laicistas en general y la izquierda en particular la escuela debe ser única, pública y laica. Lo de única y pública no es muy compatible con la libertad de enseñanza, que es un derecho constitucional. Lo de laica va entendida en sentido laicista, porque todos tienen que pasar por el aro de un adoctrinamiento en el que no se hacen referencias a valores como bien, mal o verdad moral, y por supuesto a Dios, que no existe. Además no existe una moral objetiva superior a las normas jurídicas, ni siquiera una Ley Natural, que es sólo un vestigio del pasado y una reliquia ideológica. Se confía sólo a la libertad, desarraigada de toda objetividad, la tarea de decidir autónomamente lo que es bueno y lo que es malo. Incluso los derechos humanos tienen como fundamentos únicos el relativismo y el positivismo jurídico.
Se trata por tanto que sea el Estado y no los padres los encargados de la formación moral de los educandos en la línea del pensamiento único y lo políticamente correcto. En estos momentos en España hay tres ideologías imperantes en el terreno educativo: la relativista, basada en el principio “la Libertad os hará verdaderos”, contradictoria con la enseñanza de Cristo “La Verdad os hará libres” (Jn 8,34), pero corregida por el positivismo jurídico, que hace que el Estado sea quien decida todo; la marxista, basada en el odio y la lucha de clases; y la de género, que es la que pretenden nuestras autoridades implantar, basada igualmente en el odio y en la lucha de sexos, y que intenta arrasar con los principios morales tradicionales, no dejando en pie ningún mandamiento del Decálogo, induciendo a los jóvenes a la promiscuidad sexual y tratando de destruir a la familia. ¿Se asombran ustedes que con una educación así, nos salgan jóvenes radicales y violentos?
Pero afortunadamente no todos los jóvenes son así. El gesto de un grupo de adolescentes y jóvenes que al día siguiente se pusieron a trabajar para arreglar los destrozos ha merecido muchos elogios, entre ellos los de Pedro Sánchez, que dice de ellos: “La juventud de nuestro país es esto: generosidad, responsabilidad, compromiso”. Pero insisto: ¿con la educación que se les da y pretende dárseles desde nuestras autoridades, no es lógico que salgan muchos jóvenes violentos?
Las Jornadas Mundiales de la Juventud han servido para que mucha gente haya descubierto la importancia de los valores cristianos en la educación. La prueba viva de esas Jornadas ha sido esa lección de civismo, alegría y cultura que han sabido dar cientos de miles de jóvenes en todas ellas, y esos jóvenes de alguna parte han salido. Ya en el Evangelio Jesús nos dice: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6) e “Id y enseñad a todas la gentes” (Mt 28,19). Muchos, incluso no creyentes, han tenido siempre la convicción que para educar a sus hijos lo mejor es educar en valores cristianos con el siguiente argumento: “Estamos viendo a nuestro alrededor tales disparates, que queremos dar a nuestros hijos unos referentes morales serios, y los valores cristianos nos parece cumplen esa condición”, pues es indudable que una educación que se precie es una enseñanza en valores, ya que son éstos los que nos señalan lo que debemos ser y nos dan ese núcleo de convicciones que necesitamos para poder vivir con dignidad, libertad y responsabilidad.