Ayer tuve una conversación con un amigo sobre las elecciones americanas. Él estaba muy disgustado por el triunfo de Trump sobre Hillary y se sorprendió cuando le dije que a mí Trump me parecía una incógnita y que no le puntuaba más que 3 sobre 10, pero que la Clinton me parecía una absoluta impresentable a la que con mucha generosidad le daría un uno sobre diez.
Evidentemente, me preguntó por qué decía eso. Le di los siguientes datos: Hillary Clinton el 24 de abril del 2015 decía: «Los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales». Estamos ante una persona profundamente antirreligiosa, anticristiana y anticatólica, dispuesta a la persecución religiosa, ¿qué otra cosa puede significar la expresión recursos coercitivos? Recordemos que la libertad religiosa es un derecho humano fundamental (art.18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos).
Era además una decidida partidaria del aborto. Hillary anunció en campaña que cualquier mujer tenía derecho a abortar hasta el mismo momento del parto. Con su derrota de repente desaparecía de un plumazo la llegada de financiación para el aborto, el nombramiento de jueces abortistas en el Supremo o el tener una política exterior que impusiera el aborto y la ideología de género en todos los rincones del mundo, ideología cuyo objetivo es abolir la identidad sexual de chicos y chicas, lo que puede ser muy válido hasta el día que se opere a las mujeres de próstata y a los varones de cáncer de matriz.
Pero el varapalo para quienes defienden esa sarta de majaderías ha sido enorme, pues Trump ya anunció que en caso de ganar retirará la financiación a Planned Parenthood y llevará a término iniciativas provida. Así, no es de extrañar que Cecile Richards, presidenta de Planned Parenthood, haya enviado una carta a sus trabajadores, que en esta empresa abortista están “enfadados, roto el corazón, ofendidos, impactados, tristes, disgustados, avergonzados, desanimados, exhaustos, sacudidos”. Y es que en términos económicos la ayuda que llegaba a los grupos abortistas de la Administración Obama era de quinientos millones de dólares anuales.
En España la Clinton tiene una seguidora y admiradora. Se trata de Cristina Cifuentes, que ha hecho aprobar una Ley en el parlamento de la Comunidad de Madrid sobre ideología de género, en la que trata de imponer esa seudoeducación anticatólica y anti sentido común en toda la comunidad educativa. Su objetivo de suprimir el concierto económico a aquellos centros que no impartan la ideología de género, aparte de otras múltiples violaciones de los derechos humanos, como el impedir a un homosexual que intente llegar a la heterosexualidad: significaría una actitud totalitaria y el comienzo de una persecución religiosa.
Dos datos: si uno lee la encíclica Mit brennender Sorge de Pío XI en 1937 se da cuenta de que, en educación, nazis y laicistas defienden lo mismo, pues las críticas de Pío XI son válidas hoy para nuestros laicistas. Por su parte San Pablo en la Carta a los Romanos nos dice: “Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a su naturaleza; de igualo modo los hombres, abandonando las relaciones naturales con la mujer, se abrasaron en sus deseos, unos de otros, cometiendo la infamia de las relaciones de hombres con hombres y recibiendo en sí mismos el pago merecido por su extravío. Y como no juzgaron conveniente prestar reconocimiento a Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene” (Rom 1,26-28). Y es que el no creer en Dios, acaba conduciendo a los individuos y a las naciones a la decadencia y a la degeneración moral.
Una advertencia. Quien adopte actitudes totalitarias de negación de derechos humanos (los auténticos, los de 1948) y persiga a la religión, desde luego que no cuente con mi voto.