Cuando a un católico se le pregunta qué es el protestantismo normalmente lo define más por lo que no es (negativamente) que por lo que es (positivamente): protestante es «el que no cree en la Virgen, ni en los santos, ni en la presencia eucarística; el que rechaza la autoridad de la Iglesia, del Papa…»
Hablando de modo general es difícil determinar lo que es el protestantismo por la multiplicidad de líneas teológicas heterogéneas que incluye. Me referiré a las dos primeras de las tres grandes ramas posibles dentro del protestantismo: luteranismo, calvinismo y anglicanismo.
La línea divisoria de los principios teológicos de ambos sistemas, lo definitorio del protestantismo, por contraposición al catolicismo, puede cifrase en la palabra «solamente» (allein, en alemán) frente al «y» (und) católico. En esa palabra tan breve veía Karl Barth (teólogo protestante) la gran diferencia entre protestantes y católicos. Frente a la formulación exclusivista, la formulación complexiva. Así, frente a la «sola Escritura», el catolicismo habla de «Escritura y Tradición»; frente a la «sola gracia» el catolicismo habla de «gracia y mérito (libertad) del hombre»; frente a la «sola fe» para la salvación en los protestantes, los católicos afirman la necesidad de «fe y obras». Así podríamos seguir: «sólo Cristo» frente a «Cristo y la Iglesia» o «Cristo y María»: con tener algo de cierto esta esquematización, hay que advertir que los términos binarios católicos no son equivalentes o de igual importancia: el elemento humano es fruto del divino.
El principio de exclusividad protestante, llevado al extremo, impide el carácter de diálogo personal con el que Dios ha querido acercarse al hombre: por subrayar la gracia, lo divino, se minusvalora la respuesta positiva del hombre, su principio de autonomía. Para decirlo en dos palabras: ninguna realidad creada puede ser instrumento positivo en manos de Dios. En realidad supone olvidar el principio fundamental del cristianismo, la ley de la Encarnación, por el que el que Dios asume la naturaleza humana para llevarnos a la salvación.
La repercusión del principio protestante de la salvación por la sola fe se ilumina con la figura de la Virgen María, como prototipo de ser humano. María, en el protestantismo, es un elemento pasivo en la Encarnación: recibe pasivamente en su seno al Verbo de Dios. Por el contrario, el catolicismo ha subrayado siempre la intervención positiva de María con su «sí», su «hágase», decisión personal que responde a la invitación divina, con la que colabora positivamente a la obra de la salvación.
Para el catolicismo la grandeza de Dios respecto al hombre se manifiesta en que nos ha hecho capaces de responder activamente a la invitación de la gracia: el hombre coopera con sus obras a la salvación.
En la teología católica de los sacramentos la realidad creada es instrumento para significar y causar la gracia de Dios: el agua, el aceite, el pan y el vino.. y las palabras pronunciadas en cada sacramento. La idea católica de los sacramentos admite que lo creado puede Dios convertirlo en instrumento de su gracia. Para el protestantismo nada creado puede tener influjo positivo en el orden de la salvación.
El protestantismo insiste en la experiencia individual de creyente para formar parte de la comunidad eclesial frente al carácter comunitario, institucional y visible propio de la Iglesia católica.
Pablo Cervera Barranco es sacerdote y doctor en Teología Dogmática.