El cristianismo es la religión basada en la persona, la vida y las enseñanzas de Jesucristo. El cristianismo lo definen todos los pueblos donde la religión cristiana impregna la vida cultural y social.
La secularización es un fenómeno expresado en dos formas, la autonomía de la política por un lado y la desaparición de la apertura a la trascendencia en la vida social y cultural, de otra parte. Prosperando en Occidente desde la Revolución Francesa, estas dos formas de la secularización se materializan a través de la descristianización.
El progreso es el acto de avanzar. El progresismo es la ideología del progreso por el progreso, construyendo esa ideología por un triple poder de una idea sobre las almas, las realidades materiales y las sociales: un sistema predefinido de ideas que pretende analizar la realidad, más que una realidad que inspira reflexión y da vida a las ideas.
Hoy, las grandes corporaciones multinacionales han adoptado este progresismo, uniéndolo con el poder de las finanzas y la fuerza de ataque del consumismo. Hablan de "capitalismo woke", palabra americana que significa "despierto", utilizando el término, inicialmente de izquierda, que califica a aquellos que se han beneficiado de la "iluminación" progresista.
En el corazón del "wokismo", el hombre blanco, heterosexual, encarna el mal absoluto. Para comenzar su reeducación, debe comprometerse en un proceso de autocrítica permanente, de "desblanqueamiento". Ya que las patologías que constituyen su identidad estarían tan profundamente inscritas en los procesos de socialización que le definen, que nunca podrá separarse completamente por sí mismo y, por lo tanto, es necesario constreñirle.
La etiología del malestar, la "dictadura del relativismo", constituye el primer desafío. Esta dictadura nace del abandono de la búsqueda de la verdad dando lugar a una libertad enferma, a un utilitarismo desenfrenado, al sentimentalismo y al voluntarismo destructores.
En la era del capitalismo "despierto", la imagen de marca de la "corrección política" puede explotar los inmensos nuevos recursos de la industria publicitaria para transmitir su propaganda, presentando las creencias de los religiosos cristianos occidentales tradicionales como obstáculos al bien común. Para una parte creciente de la población, anestesiada por un entretenimiento constante, la comodidad es mucho más importante que la privacidad.
Los sensores conectados registran continuamente hechos y datos sobre nosotros.
Los maestros del "big data" ya no se conforman solamente con encontrar lo que va a gustar, por la orientación de la publicidad, sino que buscan activamente hacernos amar y a pensar lo que ellos quieren que amemos o pensemos, sin ser detectados.
Esta nueva evolución del capitalismo, creada por Google y perfeccionada por Facebook, también dominada por el Estado chino, absorbe los datos personales de individuos y los analiza utilizando algoritmos complejos para predecir y condicionar el comportamiento.
Cuanto más totalitaria sea la naturaleza de un régimen político, más intentará obligar a la gente a olvidar su memoria histórica, social y sobre todo cultural, es decir, lo que se compone de historias, acontecimientos, personas y fenómenos que una sociedad escoge para cultivar el recuerdo porque son los elementos constitutivos de su identidad colectiva.
La educación secundaria renovada ha suprimido de su programa desde hace mucho tiempo la historia, lo que ha contribuido a hacer borrar nuestra memoria cultural cristiana y ha preparado el campo para la instalación de un totalitarismo materialista soft, suave, actualmente en pleno apogeo.
Por inconsciencia o falsa buena conciencia, muchos de nuestros correligionarios hablan del feliz final del cristianismo "sociológico", del poder; y del advenimiento del cristianismo "a la elección", de compañerismo.
Sin embargo, ¡no creemos solo por nuestra cuenta! Todavía necesitamos mediaciones. Tenemos necesidad de un entorno para creer. El "cristianismo" es una cultura y una forma de concebir la sociedad en la que el hombre no se reinventa por sí mismo, encerrándose a veces en las ideologías más subversivas, sino se descubre y se recibe a sí mismo como imagen y semejanza de un Dios infinitamente bueno y sabio. Abre la mente humana a la pasión por la verdad.
El cristianismo no ofrece una perspectiva cerrada, puramente terrenal, sino abierta a las aspiraciones más profundas del corazón, a la trascendencia, a la eternidad.
El "cristianismo" es una cultura en la que cada persona es reconocida y respetada como hijo de Dios, ya que se basa en la convicción de que Cristo murió por todos.
En esta visión de la sociedad subyace la solidaridad, la subsidiariedad, la justa concepción de la justicia. Alimenta la esperanza de cada uno, el optimismo y el respeto frente a la vida, a cada vida. Sitúa en el corazón de la sociedad el proyecto primordial de Dios para el hombre, revelado en el Génesis, a saber, el matrimonio y la familia. Reconoce la igual dignidad del hombre y la mujer. Suscita relaciones de desinterés, de entrega, de caridad, antídoto urgente para la obsesión utilitaria.
El "cristianismo" no es un proyecto político, ni una búsqueda de poder, sino una ambición de servir la grandeza de cada ser humano. El "cristianismo" es una solución a los engaños ideológicos del momento.
Las nociones de Trascendencia y de Dios son intuitivas, ancladas en el corazón del hombre, pero la irrupción de Dios en la Historia, la encarnación del Verbo, su muerte y su resurrección, necesitan ser transmitidos por el testimonio de generaciones y por la cultura.
Si la expansión del cristianismo primitivo tuvo lugar a través de la cultura occidental, ¿no hay quizás ahí un designio a tener en cuenta? Las expresiones de fe, no solo a través de los esfuerzos de evangelización y de adoración pública, sino también en la cultura ¿no son esenciales para proporcionar los datos sobre los que se ejercen las elecciones individuales?
La idea de que la verdadera libertad se encuentra en liberarse de todos los compromisos vinculantes con Dios, el matrimonio y la familia, y en el progreso de la comodidad material, es falsa y es un camino que lleva al sufrimiento.
Si bien nuestros mayores han podido vivir en una sociedad saturada de dogmas y mitos, nosotros en cambio vivimos en una sociedad sin sentido. Su misión era romper cadenas, la nuestra es restablecer vínculos y reinvertir en lo común.
Ser cristiano hoy es indicar la fuente de donde proviene la vida, Cristo, y vivir uno mismo incluso de esa fuente y beber de ella: "¡Yo soy el camino, la verdad, y la Vida»! (Jn 14, 6).
El doctor Bernard Ars es otorrinolaringólogo y presidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos.
Publicado en el portal de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos.