No se trata de un estilo literario, sino de reflexionar en voz alta sobre género tras este último 8-M. Basta escuchar las grabaciones de monitores entrando en colegios con el objetivo de informar sobre el tema para llegar al convencimiento de que quienes hablan sobre perspectiva o ideología de género son perfectamente conscientes de que ésta no tiene sustento científico alguno: "Hay niñas con pene, la ciencia no puede saber si soy hombre… La ciencia no puede saber lo que tú eres, porque nadie puede entrar dentro de ti y saber lo que sientes. Es lo que tú digas, lo que sientas...”, sin más ni más. Fueron muchos los que criticaron el mejor informe científico publicado hasta la fecha sobre ideología de género, pero lo cierto es que las mencionadas grabaciones dejan cortas muchas de las conclusiones a las que los científicos llegaron en dicho informe, en el sentido de que señalan como carente de fundamento científico la denominada perspectiva o ideología de género. Según esto, sería más asimilable a la mitología o a la pseudociencia que a la ciencia en sí.
Así las cosas, los preámbulos de leyes como la ley trans de la Comunidad de Madrid –entre otras–, en la que se alude a estudios científicos de todo tipo para supuestamente demostrar la base científica de la perspectiva de género, pueden ser calificados de preámbulos míticos o adoctrinadores (una ley de 36 páginas en la que se incluye la palabra género 239 veces, con 10 páginas de preámbulo) por carecer de base científica alguna, lo cual parece querer significar que se está legislando de espaldas a la ciencia, y eso en una sociedad que se dice basada en el conocimiento. Y para hacer las cosas peor, los mismos políticos que nos dicen lo importante que es la ciencia se saltan a la torera la misma cuando no le da votos. Es por eso que hablar de perspectiva o ideología de género no debe ser tenido como erróneo, pues su fundamento son ideas y no demostraciones científicas. En este sentido también se podría hablar de mitología de género.
No es la primera vez que se detecta una carga adoctrinadora en un preámbulo de ley: ocurrió también con la Ley de Investigación Biomédica. Tal parece que la ciencia no existe para según qué temas. Algo similar pasó con el aborto al principio del debate sobre el mismo: una guerra de límites de la vida humana. Al final, se solicita como algo liberador de la madre el aborto libre y gratuito durante toda la gestación, a pesar de que la biología siga diciendo que el ser humano comienza su existencia siendo unicelular, pero poseyendo en su ADN todo el programa necesario para su desarrollo.
Pero es que en la propia ley dice: “Artículo 1.- Definiciones. A los efectos previstos en esta Ley, se entenderá por: 1.- Identidad sexual y/o de género: la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente y auto determina, sin que deba ser definida por terceros, pudiendo corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, y pudiendo involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido”. El concepto de identidad de género está, por tanto, alejado de lo objetivo, que es de lo que la ciencia se ocupa, debiendo por tanto ser tenido como algo completamente subjetivo.
Fue el psicólogo neozelandés John Money (1921-2006) quien trasladó el término género de las ciencias del lenguaje a las ciencias de la salud, cuando formaba parte del Departamento de Psiquiatría y Pediatría del hospital de la Universidad Johns Hopkins, precisamente universidad promotora del documento científico antes mencionado. Money defendió infatigablemente los matrimonios abiertos y el sexo bisexual en grupo. También definió (en términos absolutamente desprovistos de base científica) la identidad de género como la conciencia individual que de sí mismo tienen las personas como hombre o como mujer, haciendo prevalecer sobre la realidad objetiva conceptos calificables cuando menos de inmateriales, subjetivos en cualquier caso. Nunca se opuso a la pedofilia… Recomiendo encarecidamente la lectura de un artículo aparecido al respecto en ReL.
Por suerte, recientemente se ha producido en España un gesto de valentía proveniente esta vez desde las bancadas del materialismo y acaso el ateísmo: hablo de las declaraciones que feministas históricas no paran de hacer, las últimas de las cuales pueden leerse aquí. Otras las contamos ya hace tiempo. Para muestra, un botón: el fuerte malestar con tres leyes de Unidas Podemos que se ha producido en colectivos feministas históricos ha llevado a sus componentes a calificarlas "aberración" y "disparate" porque "invaden derechos de las mujeres y de los menores de edad". En el punto de mira están las dos anteproyectos de ley de derechos trans y LGTBI de la formación morada, así como el proyecto de Ley de Libertad Sexual del Ministerio de Igualdad, aprobado el martes 3 de marzo en el Consejo de Ministros en medio de muchas discrepancias en el seno del Gobierno. "Si las leyes trans hubieran existido en nuestra generación, cuando teníamos 12 años, ahora seríamos señores con bigote y barba y con una doble mastectomía, porque cuando nos preguntaban qué queríamos ser de mayores, siempre decíamos que queríamos ser chicos. Era más divertido ser un chico que una chica: ellos tenían el protagonismo y nuestros roles nos parecían ridículos. Nuestras madres nos hubieran hormonado y nos hubiéramos convertido en chicos", expresó la filósofa Victoria Sendón, arremetiendo contra el concepto de "autodeterminación de género" (una persona es simplemente lo que se siente, sin que nadie tenga que certificarlo) que reivindican las teorías queer y que precisamente está plasmado en las leyes de Unidas Podemos.
Es difícil pensar que un tribunal dictamine en función de lo que sienten sus componentes. Por suerte. lo que suele ocurrir es que dictaminan en base a hechos científicamente demostrados, aunque a veces encontrarlos no sea precisamente fácil. La medicina y la biología nos dicen todo lo que debemos saber sobre el sexo: no debemos tener miedo a preguntárselo.
Alfonso V. Carrascosa trabaja como científico en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).