El hombre trata de conciliar el sueño, con la esperanza de que, tal vez, pueda olvidar por un rato el temor que le atenaza y soñar lo que podría haber sido si no estuviera impedido, o qué hubiera ocurrido hace veinte años con los ochenta años que tiene hoy… Entonces, España, y en general, el mundo en el que vivía, le parecía otro muy distinto…
»Tampoco en aquella época con el trabajo, la familia… tan ocupado siempre, no se daba ni tiempo para pensar en tantas cosas que estaban cambiando, y en las consecuencias… Ya había oído hablar entonces de la “huida” de ancianos holandeses a los asilos de Bocholt y de otras poblaciones alemanas fronterizas… Entonces no pensó en que aquellos políticos y jueces tan encantados de sí mismos y de su idea de “progreso” ponían los cimientos para que hoy el mundo fuese tan inhóspito… Ahora comprende el porqué de las lecciones de vida de sus padres, que a su vez heredaron de sus padres, y éstos de los suyos… Saltártelas no te hace más libre, sino más esclavo.
»Lo que le causa verdadero tormento no son las “cadenas” que atan su cuerpo, sino las que atan su alma por el miedo y la incertidumbre… cuando le visitan sus hijos. Siempre, desde que eran unos críos, ha sabido leer todo en sus ojos: ilusiones, deseos, preocupaciones, amor… Hoy se ha propuesto comentárselo, pero sólo, como una opción… ¡Hay ya tantos casos! y no sabe si tendrá valor de mirarles a los ojos para ver su reacción, y ruega a Dios para que pueda seguir viendo, que en ellos, nada ha cambiado…
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¡Hay ya tantos casos! Padres que van al “matadero” por la presión más o menos larvada de sus hijos, porque la sociedad ya ha asimilado aquel “veneno inoculado” de que son una carga, o bien, si pueden, huyen de sus familiares cuando más los necesitan, después de luchar toda la vida por ellos; suicidios asistidos de adolescentes (ante la desgarradora impotencia de sus padres) porque el sistema les ha dado la espalda en vez de tratarles sus problemas psicológicos; bebés con graves discapacidades o de cualquier edad, a los que les sobreviene una dolencia que afecta severamente a su capacidad física o psíquica, y según el caso, se les presiona, o directamente, se les eutanasia; personas que sucumben al desánimo por soledad y sienten “cansancio de vivir”… Parece un mundo distópico, ¿no?
Pero la distopía es una ficción, aterradora, pero, al fin y al cabo, ficción. Sin embargo, en Holanda, país pionero en legislar la eutanasia, está la prueba de que la “pendiente resbaladiza” es realidad. Ésta consiste en que se comienza con un caso extremo, y con el tiempo, se amplían las excepciones hasta un punto en que al final se aplica de forma descontrolada. Igual ha ocurrido con el aborto, otro caso de manual de pendiente resbaladiza
¿Dónde está el límite cuando el argumento de quienes defienden el aborto o la eutanasia es entronizar la “expresión de la autonomía personal” por encima del respeto al derecho fundamental a la vida? Hay que ser consecuente cuando se “levanta la veda” a la “expresión de la autonomía personal” para aquello que la tradición ha reservado como materia de ley natural. Si se utiliza la lógica más elemental, es pueril pensar que con el tiempo no se va a ser más permisivo, como ha ocurrido en la práctica con el aborto y con la eutanasia, y entonces, ¿quién decide, y con qué autoridad moral pone los límites a la “expresión de la autonomía personal”? Se está al arbitrio de la calidad moral de los hombres del momento, sean parlamentarios, gobernantes o jueces, que como ocurre en nuestra época, muchos de ellos acatan las directrices de la “agenda” de las élites globalistas, que tratan de instaurar la cultura de la muerte, o del “descarte”, como denuncia el Papa Francisco.
En 2004, el abogado del caníbal de Rotemburgo centró su defensa en alegar que no hubo asesinato por contar con el “consentimiento” de su víctima, un hombre homosexual con el que quedó por Internet en una macabra cita para que le matara y le comiera. ¡Y el tribunal redujo significativamente su condena! Menos mal que posteriormente se corrigió esa aberración judicial.
Y es que cuando los hombres se ensoberbecen y les da por renegar de la ley natural, sus ocurrencias (como las armas) las carga el diablo. Esto va especialmente por jueces, legisladores, gobernantes… Luego están los efectos colaterales que conlleva en la mentalidad de las personas, que sean quienes están investidos de tan alta potestad institucional, los que eleven a la categoría de “derecho” vulnerar el derecho fundamental a la vida, de suyo inalienable, haya o no consentimiento, a seres humanos que se encuentran, precisamente, en un estado de indefensión.
El veneno inoculado en muchas conciencias puede que sea inicialmente de efectos retardados, pero acaba siendo implacable. Con ello se entra en un proceso de despersonalización, de deshumanización de gran parte de una sociedad, que ha perdido la capacidad de escándalo, y ya no se rige moralmente por un orden natural, objetivo, que interpela las conciencias para no sucumbir ante un mal y evitarlo… Que la mayoría de una población acabe viendo la liberalización del aborto y de la eutanasia como un ejemplo de “progreso”, cuando es de seria decadencia, es un síntoma agudo de enfermedad del espíritu, pero en otro grado, también lo es la apatía, la indolencia, si ante leyes que entendemos manifiestamente injustas, no reaccionamos a tiempo apurando todos los recursos legales.
La eutanasia, como ha ocurrido ya con el aborto, supone abrir una nueva caja de Pandora para que el mal se expanda en sus múltiples manifestaciones. Una de ellas, la más sibilina, es la que incide en el ataque a la familia, diana habitual de las políticas ideológicas de la izquierda, en consonancia con los postulados globalistas. El relato ficticio del comienzo, dentro de unos años, podría ser una cruda realidad en España...
Theo Boer, supervisor en Holanda de casos de eutanasia durante diez años, cambió su postura, de favor, a en contra de la ley vigente. Estos son los argumentos: el número de eutanasias se ha cuadriplicado actualmente en Holanda respecto a las originarias; la “laxitud” con que se recurre al criterio de sufrimiento “intolerable”; la eutanasia cambia la forma en cómo miramos la vida: dar muerte como “un derecho de los pacientes y una obligación de los médicos”.
Respecto a enfermedades terminales, señala que los propios médicos holandeses están comprobando que la eutanasia no es necesaria si se consigue un excelente nivel de cuidados paliativos, pero, tras años de permisividad, “sienten la presión creciente de enfermos y familiares”. Declara que el supervisor sospecha a veces de la presión de familiares, pero al investigar, los médicos alegan que no tienen función policíaca. Y pronostica a los países que se inician… “en veinte años, estaréis como en Holanda”. ¡En nuestras manos está revertirlo!