Es curiosa la relevancia que en la cultura española tuvieron siempre los Reyes Magos, más allá de su eclosión familiar y, sobre todo, infantil, desde hace algo más de un siglo. Que la primera pieza teatral en castellano y de las escritas en España, allá por el siglo XIII nada menos, sea el Auto de los Reyes Magos no necesita de mayor ponderación, y cada año, a pesar de la laicización de las costumbres, se demuestra que los Reyes resisten el embate de todos los poderes que se conjuran contra ellos, comenzando por la feroz competencia de bobos mitos hiperbóreos y terminando por alcaldías siniestras.
Sólo San Mateo nos habla de ellos entre los evangelistas canónicos, pero son moneda corriente en los apócrifos no gnósticos, tan ortodoxos como los primeros aunque la Iglesia demostrara buen criterio apartándolos por sus excesos y credulidades. Pero gracias a ellos sabemos que eran tres los Magos y hasta sus nombres, de raíz persa, árabe e india, denotadores de la vocación universal del naciente credo cristiano y de la salvación que representa. Quien quiera ahondar en estas cosas hará bien en leer el precioso artículo de José María Sánchez Galera en El Debate de ayer, titulado Los Magos, los verdaderos Ilustrados que nos enseñan Belén, y ahí quería yo llegar.
Coincide Sánchez Galera con un momento de la homilía del buen y anciano cura a cuya misa temprana he asistido yo en este día de la Epifanía en que escribo, al señalar la asombrosa ingenuidad de los Magos, presentados por uno y otro como verdaderos intelectuales de su tiempo, ante el poder político personificado en Herodes. Los Magos buscaban la Verdad y para encontrarla se embarcan en un largo e incierto viaje siguiendo a una estrella que nada cuesta identificar con la luz de esa razón a la que la cultura actual renuncia para no acabar enfrentándose con ella, con la difícil y huidiza Verdad. Buscándola, sin embargo, los Reyes acaban dándose de bruces con el Poder. Dice Sánchez Galera: "Abstraídos en su vida interior e intelectual, los Magos actúan en el Siglo con una ingenuidad pasmosa. Hasta tal punto, que no se dan cuenta de que su ciencia, divulgada ante los poderosos en el aula palaciega, puede convertirse en fatal para los inocentes". La ciencia convertida en instrumento de un poder cruel e inhumano, a la que sólo un ángel puede devolver a su camino: ¿de veras es ésta una historia de hace dos mil años?
Publicado en Diario de Sevilla.