El millonario George Soros ha hecho importantes contribuciones a organizaciones católicas para “desviar las prioridades de la Iglesia católica estadounidense” de los temas de vida y familia a los de justicia social: la ocasión concreta fue la visita del Papa Francisco a Estados Unidos en septiembre de 2015. Es lo que en los últimos días ha surgido (sumado a anteriores revelaciones) de los numerosos documentos reservados hackeados a su Open Society Foundation. La noticia se ha difundido sobre todo en Estados Unidos (en español aquí), foco de la acción de Soros, pero merece la pena recuperarla y darla a conocer en todas partes, porque sus implicaciones conciernen a la Iglesia universal.
Partamos de los hechos contenidos en los documentos publicados por DC Leaks: en abril de 2015, la Open Society ingresó 650.000 dólares en la cuenta de dos organizaciones vinculadas a ambientes católicos progresistas, PICO (People Improving Communities through Organizing, Personas que mejoran la comunidad organizándose) y Faith in Public Life (FPL, Fe en la Vida Pública), con la finalidad de “influir sobre obispos concretos para que haya voces públicas que sostengan los mensajes de justicia económica y racial con la finalidad de empezar a crear una masa crítica de obispos alineados con el Papa”.
Las dos organizaciones destinatarias de los ingresos fueron elegidas, explican los documentos, porque están comprometidas en proyectos a largo plazo que tienen la finalidad de cambiar “las prioridades de la Iglesia católica estadounidense”. La gran ocasión la brindó la visita del Papa a Estados Unidos y la fundación de Soros sugiere explícitamente que se utilicen las buenas relaciones de PICO con el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, que figura entre los principales consejeros del Papa Francisco, para “comprometer” al Pontífice en temas de justicia social y tener también la posibilidad de enviar una delegación al Vaticano antes de la visita de septiembre para que el Papa escuche directamente la voz de los católicos más pobres de América.
Además hay un Informe de 2016, balance del año anterior, en el que la fundación de Soros se considera satisfecha por el resultado de la dicha campaña para la visita del Papa y también por el número de obispos que, con vistas a las elecciones presidenciales, han criticado abiertamente a los candidatos que apuestan por el miedo de la gente, con evidente referencia a Donald Trump y a otros candidatos republicanos.
Si esta satisfacción está justificada o no en cuanto a que la visita del Papa haya resultado efectivamente influenciada por esta acción de lobby es sin duda algo que puede discutirse. Pero cualquiera puede extraer sus conclusiones repasando discursos, encuentros, ruedas de prensa y polémicas vinculadas a aquella visita. Lo que aquí queremos subrayar son más bien dos realidades que tales documentos sacan a la luz y que tienen un valor que va más allá de la contingencia de una visita papal.
El primero y más importante es la gran inversión que organizaciones filantrópicas tradicionalmente anticatólicas están haciendo para subvertir la enseñanza de la Iglesia. Ésta es la verdadera finalidad del cambio de prioridades invocado: de los temas de familia y vida a los de justicia social.
En esto Soros se coloca en la senda de una tradición de decenios que tuvo como protagonistas a las principales fundaciones norteamericanas, de la Rockefeller a la Ford, de la Kellog a Turner, etc. Es un proyecto de “protestantización” que yo mismo documenté en un libro publicado hace veinte años (El complot demográfico). ¿El motivo? La Iglesia católica, que en los organismos internacionales tiene como objetivo fundamental defender la dignidad del hombre, es el último baluarte que se opone a la instauración de un nuevo orden mundial que quiere reducir al hombre a un simple instrumento en manos del poder.
Parte fundamental de este proyecto es la difusión universal del control de natalidad, del aborto como derecho humano, de la destrucción de la familia y de la promoción de la ideología de género. En los años 90, en un ciclo de conferencias internacionales de la ONU que va de la cumbre de Río de Janeiro sobre el clima en 1992 a la cumbre de Roma sobre la alimentación en 1996 se desencadenó una batalla diplomática sin precedentes entre Estados Unidos y la Unión Europea por un lado y la Santa Sede por otro, precisamente sobre estos temas. Aunque hoy podemos ver que esa agenda ha dado pasos de gigante a nivel mundial, la enérgica resistencia de la Iglesia, que había arrastrado consigo a muchos países en vías de desarrollo (víctimas de este neo-colonialismo), retrasó y está obstaculizando ese proyecto.
Mucho se debe a Juan Pablo II, que siempre tuvo claro que la familia y la vida constituyen hoy el principal terreno donde se libra la batalla por la dignidad del hombre. Vale la pena recordar como inciso que justo por este motivo y para esta batalla, el Papa instituyó entonces el Pontificio Consejo para la Familia y también el Instituto para los Estudios sobre Matrimonio y Familia en la Pontificia Universidad Lateranense (ese Instituto Juan Pablo II en cuya cabeza ha habido en los últimos días un cambio significativo).
Puede entonces comprenderse hasta qué punto se han intensificado los esfuerzos internacionales para debilitar a la Iglesia en este frente. Negar la existencia de principios no negociables y promover casi en exclusiva la justicia social a costa de los temas de familia y vida es el principal camino emprendido para alcanzar esta finalidad. Y el dinero de Soros es parte de estos esfuerzos, que, sin embargo, van más allá de la actividad de su Fundación.
Por lo demás –y esta es la segunda cuestión- estos personajes y estas organizaciones encuentran una fácil acogida en el interior de la misma Iglesia en ciertos ambientes progresistas que ya por sí mismos comparten esa perspectiva. Precisamente las dos organizaciones financiadas por Soros en 2015 son una muestra.
PICO, por ejemplo, fue fundada en 1972 por el jesuita John Baumann y se propone afrontar los problemas sociales organizando células fundadas sobre la comunidad de las diversas religiones presentes; para entendernos: un modelo evolucionado de comunidad de base de sudamericana memoria. Justo por ello, PICO se ganó el apoyo del cardenal Maradiaga (hay un vídeo promocional de 2013 en el que el cardenal invita a apoyar a PICO). Dicha organización está también inspirada por el “gurú” comunista Saul Alinski, conocido como el “profeta” de las organizaciones de comunidades de base y de las minorías étnicas. Por lo demás, en el elenco de donantes de PICO encontramos a la Fundación Ford y a Kellogg, además de otra decena de fundaciones de fuerte identidad progresista.
Curiosamente, además, encontramos a Alinski también en los orígenes de la carrera política de Hillary Clinton, y por tanto no puede sorprender el compromiso de PICO, entre otros, en la campaña electoral para las presidenciales.
Empeño aún más explícito en el caso de otra organización financiada por Soros, Faith in Public Life, que entre los éxitos de 2015 (además de la “preparación” de la visita del Papa: entre ellos, una encuesta ad hoc sobre los católicos estadounidenses orientada a respaldar la agenda progresista) cita también la movilización para bloquear la ley sobre libertad religiosa de Georgia, cuya finalidad, entre otros objetivos, es garantizar la objeción de conciencia contra la imposición de la ideología de género y las bodas gay.
¿En qué medida el cardenal Maradiaga y otros representantes del episcopado son conscientes o partícipes de este designio decididamente anti-católico? No lo sabemos y no nos aventurarnos a juzgar las intenciones. Sólo podemos señalar cómo, prescindiendo del mayor o menor éxito que tengan ciertos intentos de aproximación, ciertos representantes eclesiales de primer nivel son identificados como indisociables de proyectos de quienes quieren destruir la Iglesia,
En esto, sin embargo, es obligado añadir un dato inquietante a los documentos revelados. En efecto, es fácilmente comprensible que de tal proyecto de cambio en la doctrina de la Iglesia forme parte también una labor de infiltración de personajes concretos en los centros de decisión de la Iglesia. Y es imposible no llegar inmediatamente al caso de Jeffrey Sachs, el economista de la ONU y director del Earth Institute, que ha tenido un papel importante en la encíclica Laudato Sii, hasta el punto de ser convocado por el Vaticano tanto para la presentación de la encíclica sobre el clima como para congresos internacionales sobre desarrollo sostenible.
Su inexplicable omnipresencia la han contestado en los últimos meses (aparte de La Nuova Bussola Quotidiana (aquí, aquí y aquí) por las principales organizaciones pro vida y pro familia internacionales, porque Sachs es bien conocido como gran promotor de las políticas de control de natalidad. Pero fue defendido a capa y espada por el presidente de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, que también ha promocionado su nombramiento por el Papa Francisco para la Pontificia Academia que preside. Pues bien, lo que quizá no se ha dicho es que Sachs también es conocido por ser un hombre de Soros (ambos, por otro lado, judíos procedentes del este de Europa) y desde hace varios decenios está involucrado en la concepción y difusión de teorías económicas que respalden la Open Society perseguida por Soros.
A la luz de los documentos que atestiguan las estrategias de Soros ante la Iglesia católica, la presencia de Sachs en los más altos niveles del Vaticano resulta menos inexplicable, aunque aún más inquietante. En este punto sería oportuno que diesen explicaciones tanto el obispo Sorondo como el cardenal Maradiaga y todos los que están envueltos en esta red.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.