El Papa lleva una temporada que nos está hablando e insistiendo casi todas las semanas sobre el hecho de la gratuidad de la salvación. No cabe duda que el Espíritu Santo le está dando fuerte. Como si se necesitara de una manera perentoria e inmediata un cambio de espiritualidad en la Iglesia. Uno tiene la sensación de que estamos viviendo en un modelo de Iglesia, no falso, sino agotado, superado por la historia y por el pensamiento y cultura dominantes.

Ya a los dos años de iniciar su pontificado nos sorprendió en una homilía en Santa Marta del 15 de octubre de 2015 diciendo que la gratuidad de la salvación es la única doctrina verdadera. Algunos que escribíamos sobre este tema nunca hablábamos de la gratuidad como doctrina sino como vivencia o experiencia espiritual. El Papa, sin embargo, al elevarla a la categoría de doctrina, nos venía a decir que no se puede en las facultades enseñar otra teología que no tenga como base la gratuidad. Si nos damos cuenta, toda su predicación está marcada por pinceladas que nos hablan de la gratuidad.

Actualmente todos los miércoles tiene la catequesis sobre la Carta a los Gálatas, sin duda escogida ex profeso para hablarnos de la gratuidad, ya que es la carta en la que San Pablo apostrofa a los cristianos de Galacia por haberla perdido, dejándose engañar por unos falsos hermanos judaizantes, que espían la libertad que tenemos en Cristo Jesús. Le sale del alma a San Pablo decirles: oh, insensatos gálatas, ¿quién os ha embrujado? ¿Os habéis apartado de Cristo y de su cruz que os trajo el Espíritu Santo? ¿De dónde los milagros que hubo entre vosotros?

En la catequesis 5 nos decía con énfasis que, contra la gratuidad, no se puede argumentar diciendo que lo importante es cumplir los mandamientos. En ella nos habla de la ley y viene a decirnos que nada en la ley es absoluto, ni siquiera el cumplir los mandamientos porque la justicia viene de otra parte. Lo único que nos hace justos y nos capacita para el cumplimiento de la ley y para las obras es la sangre de Cristo que actúa en nosotros mediante el Espíritu Santo. En el pensamiento del Papa la rigidez y la hipocresía son elementos farisaicos de primer orden que se oponen a la gratuidad y a la libertad del que vive de ella. En la catequesis 9 nos habló de la justificación derivada totalmente del sacrificio redentor de Cristo. Entre las críticas había una que decía: “Lutero en Roma”.

De una forma más distendida, en el ángelus del mediodía del domingo 10 de octubre, el Papa nos pidió deshacernos de una fe comercial y mecánica que insinúa la falsa imagen de un Dios contable y controlador, no de un padre. No es bueno tener una relación de contabilidad con Dios, un quid pro quo. Si creemos que la fe es una obligación o una moneda de cambio estamos muy equivocados porque es un don, es gratuita y no se puede comprar: "Una fe sin don y gratuidad es incompleta. Podíamos compararla con una comida rica y nutritiva pero sin sabor o con un buen partido de fútbol pero sin goles. Una fe sin don, sin gratuidad, sin obras de caridad, al final nos entristece”.

Es de notar que lo que dice el Papa ahora con autoridad ya se lo ha hecho vivir el Espíritu Santo a varias comunidades y movimientos desde hace más de cincuenta años. La nueva espiritualidad de la gratuidad, aunque siga desconocida para la mayoría, ya tiene una literatura teológica en España amplia y bien fundamentada. Existen libros suficientes para podernos enterar de por dónde nos lleva el Espíritu Santo, lo cual es un hecho refrendado ahora por el Papa Francisco. Personalmente agradezco a Religión en Libertad haber estado muy al tanto de este nuevo surgir del Espíritu.