Los koalas son la única especie que sobrevive de su propia familia marsupial. Algo en lo que ha tenido mucho que ver, sin duda, los privilegiados genes que tiene este apreciado animal. Tras 35 días de gestación, las crías nacen ciegas, con un gramo de peso y dos centímetros de longitud. Al séptimo mes comienzan a comer una especie de papilla, que no es otra cosa que heces procesadas de su propia mamá. ¿Su función? Fortalecer con microorganismos su sistema digestivo, antes de que las crías deban ingerir el árbol de eucalipto que les puede llegar a envenenar.
En una humilde casa de Antananarivo, Madagascar. "Dada Paul" y su nieta Odliatemix se preparan, como cada domingo, para ir a la iglesia local. Hace once años que este coqueto abuelo malgache no sabe muy bien en qué día vive ni dónde está... y tampoco por qué una niña pequeña le enseña en el espejo cómo ponerse la corbata, el nudo Windsor o el oriental. Con su gorro calado y un ajado traje de fiesta British Style, el bueno de Paul se alista para el que considera, como cada día, el día más importante de su vida… gracias a la enfermedad.
La figura de una mujer vestida de blanco observa discreta el bello y tierno ceremonial. Un poco más arriba, la imagen de Su hijo, descendiendo de la cruz, se deja intuir entre sombras caprichosas y susurros de luz. La pequeña Odlia cumple con lo que en Madagascar se conoce como el valim-babena, el deber de los más jóvenes de cuidar de sus papás. El viejo Paul, por su parte, en el ocaso ya, o en el alborear, más bien, se deja llevar… destilando la humildad de quien ha aprehendido que solo como niño bien podría en el Reino de los Cielos entrar.
Se va acercando la hora, y Dada Paul se impacienta cada vez un poco más, 'salgamos ya, no vaya a ser que la novia vaya a llegar'. ¿Sí? ¿Piensa eso? No lo sabemos… aunque ya nos gustarían esas prisas a todos los demás. Odlia se abrocha su chaquetilla, su cara irradia seguridad, quizá intuya que es lo más importante a lo que un ser humano pueda llegar. Fara, su madre, hoy ha tenido que salir, y le ha tocado a la pequeña poner en práctica lo que un día, como cada noche, acostada, entre nanas, ella le quiso transmitir.
Una fe procesada, frágil, es verdad, sin lactosa -incluso, como los modernos, con leche de soja, ¡qué horror!-, pero, al fin y al cabo, como la Iglesia, profundamente maternal. "Papilla fecal", ésta, hecha de fracasos ajenos, de pobrezas humanas y espirituales, de miserias, de sufrimientos... transmitida en la forja, que no en el parque de bolas; de la que, cuando sea adolescente, presumiblemente, renegará... o no, chi lo sa! Pero ¡gracias a Fara y al viejo Dada! llevará siempre el antídoto para comer del árbol del bien y del mal… y, para desear, si cabe, un día, alcanzar... ¡la eternidad!
[La fotógrafa sudafricana Lee-Ann Olwage acaba de ganar en la categoría de reportaje gráfico -puedes ver aquí el reportaje completo- el prestigioso premio internacional World Press Photo 2024. Dada Paul tiene 91 años y los últimos once los ha pasado con demencia senil; en la foto, su nieta Odliatemix le enseña a prepararse para ir a una iglesia de Antananarivo, Madagascar. Durante mucho tiempo la familia asumió que se había "vuelto loco" y atribuyó los síntomas al alcohol. Este diagnóstico no convenció a su hija, que optó por no dejar de cuidarle.]