El próximo miércoles se celebra un funeral por el eterno descanso de Margarita Salas en la iglesia del Espíritu Santo de Madrid. Me ha gustado la redacción del correo que he recibido de parte del Gabinete de Presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para acudir a dicho acto, que decía: ”El próximo miércoles 20 de noviembre a las 19.30 h se celebrará una misa funeral por su alma en la iglesia del Espíritu Santo (calle Serrano 125, Madrid)”. Exacto, por su alma: que la tenía, como todos los científicos, regalada por Dios.

Margarita Salas (1938-2019) se doctoró en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid en 1963. Tras unos años de estancia en Estados Unidos, volvió a España y desde 1968 y hasta 1992 fue profesora de Genética Molecular en la UCM.

Salas ha sido la primera española en ingresar en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Fue, asimismo, miembro de la Organización Europea de Biología Molecular y de la Academia Americana de Microbiología. Dirigió durante nueve años, de 1995 a 2003, el Instituto de España, organismo que agrupa a la totalidad de las reales academias españolas, y ocupó el sillón "i" de la Real Academia Española. En 1994 recibió el premio Jaime I de investigación y fue premio nacional de investigación Santiago Ramón y Cajal en 1999, año en el que también fue designada por la Unesco "Investigadora europea". Recibió el Premio Inventor Europeo 2019 y la Medalla Echegaray 2016.

Nos ha dejado precisamente este año que es el 80º aniversario de la fundación del CSIC, en el que ella se formó y al que permaneció vinculada y trabajando hasta el último día. Más allá de las muchas cosas que se dirán de ella, se me ocurre traer a colación en primer término que uno de sus maestros fue el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, el español Severo Ochoa, y que todo el período de su formación y una buena parte de su incipiente carrera científica la desarrolló en el entonces recién creado CSIC, mayor organismo público de investigación español que echó a andar gracias a la colaboración de José Ibáñez-Martín, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, Jose María Albareda, sacerdote del Opus Dei, Miguel Asín Palacios, cura católico, Antonio de Gregorio Rocasolano y Juan Marcilla, científicos además de católicos fervientes.

La época en la que Margarita Salas se formó suele ser tenida por la leyenda progre como machista, oscura, antifemenina, etc., etc., etc. Pues a lo que se ve, para Margarita Salas no lo fue. Sería precisamente en esa época cuando las autoridades del CSIC trajeron a España a Severo Ochoa, con quien se había formado Margarita. La National Science Foundation financiaría nuevos laboratorios en la Universidad Autónoma. Sería esa época en la que se profesionalizaría la investigación y aparecería el oficio de científico sin carga docente universitaria. Sería esa época en la que se pasaría de 0% a más del 30% de la plantilla del CSIC constituida por mujeres, porcentaje por cierto que apenas ha aumentado desde la Transición, como nos recordaba recientemente la Dra. Flora de Pablo en el acto Pioneras del CSIC. En definitiva y como siempre, los discursos laicistas y anticatólicos se ve que no tienen base científica: cuando más machismo nos cuentan que hubo, y más patriarcado, etc., es cuando más mujeres entraron en el CSIC… ¡caramba con los hechos concretos! Pero eso no es todo.

En diciembre del pasado 2018 era así de clara era Margarita ante las preguntas capciosas del periodista: 

"-Usted es optimista sobre el acceso de las mujeres a la ciencia. Alguna vez ha dicho que el movimiento es imparable. ¿Cree que basta con dejar que evolucione o debemos hacer algo más para favorecerlo?

-Yo no quiero cuotas, no quiero que a las mujeres se nos dé nada por el hecho de ser mujeres. Que se nos dé si lo valemos, pero que no se nos quite por el hecho de serlo.

-Pero hay una discriminación invisible: en la presencia en los cargos más altos, en los salarios a igualdad de plaza...

-Bueno, por ejemplo en el CSIC yo no veo discriminación, se mira el currículum independientemente de si se es mujer u hombre. Quizás en la universidad sea algo distinto. Lo que sí me parece bien es que haya acciones de visibilidad o que en los jurados de elección de plaza haya paridad para que se nos haga oír.

-¿Está cansada de que se le pregunte tanto por temas de género, o lo ve como una oportunidad para poder hablar de ello?

-Estoy un poco cansada, la verdad. Yo me considero una persona normal que ha trabajado mucho porque me ha gustado mucho. Pero también he tenido una vida familiar y he disfrutado mucho de otras cosas. Me gustan el arte y la música, he ido a exposiciones y a conciertos... Pero me gusta trabajar duro”.

No cabe duda de que la percepción que ella tuvo no concuerda tampoco con lo que los discursos feministas de género nos quieren hacer creer. De hecho a Margarita Salas no se la ha visto sujetando la pancarta del 8-M. Sobre ser madre y científica dijo en cierta ocasión: “Yo creo que ambas facetas no están reñidas y se puede ser una buena profesional y a la vez tener una familia, aunque es muy importante para la participación de la mujer en el mundo profesional que haya facilidades para el cuidado de los niños, con guarderías adecuadas, y que no haya discriminación hacia la mujer en general y hacia la mujer embarazada en particular”, porque les puedo asegurar que hay discriminación hacia las embarazadas, y no sólo por varones, también por mujeres científicas.

Su director de tesis fue un científico católico del Opus Dei, Alberto Sols, de quien ella en alguna ocasión comentó que era algo machista, pero lo cierto es que se hizo doctora bajo su dirección en una época en la que el CSIC estaba gobernado por científicos católicos, y lo cierto es que Cajal, Ortega y Gasset, o Bartolomé Cossío también lo eran. Probablemente durante buena parte de su vida Margarita Salas fue creyente, aunque se dejaba encuadrar con facilidad en el agnosticismo. En cierta ocasión llegó a decir: “P. En el colegio le hicieron agnóstica. ¿Ciencia y fe están reñidas? R. Hay gente que dice que un científico no puede ser creyente. Pero los hay, y muy buenos”.

Alfonso V. Carrascosa es científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).