"Todos saben que es el Papa de las sorpresas. Si el Papa quiere hacer un cambio en el itinerario, seguramente se podrá hacer".
Así se ha expresado el comandante Domenico Giani, jefe de la gendarmería vaticana, al final de su meticulosa inspección en México, país que Francisco visitará entre el 12 y el 18 de febrero.
Y entre las "sorpresas" puede que haya una excepcional: un encuentro entre el Papa Francisco y Cirilo, el patriarca ortodoxo de Moscú y de todas las Rusias. El primer encuentro de la historia entre los jefes de las Iglesias de Roma y de la "Tercera Roma", de manera inesperada bajo el cielo de los trópicos.
Efectivamente, los mismos días que el Papa estará en México, Cirilo estará en Cuba, tras ser invitado personalmente por Raúl Castro en mayo del año pasado, durante una visita a Moscú del presidente cubano.
En esa ocasión, Raúl Castro, en su viaje de vuelta desde Moscú, hizo una etapa en Roma, donde se reunió con Francisco para hablar con él de su visita a Cuba, programada para septiembre del mismo año. Y, verosímilmente, para explicarle sus coloquios con el patriarca Cirilo y el presidente ruso Vladimir Putin.
Hace años, incluso decenios, que se habla de un encuentro entre el Papa y el patriarca de Moscú -que gobierna dos tercios de los doscientos millones de ortodoxos del mundo-, imaginando cada vez sedes neutrales como Viena o Budapest. Pero nunca como ahora es realmente posible este encuentro, y en tan breve tiempo; ni siquiera después de que saliera de escena un pontífice "imposible" para los rusos como el polaco Juan Pablo II.
Sin embargo, tras la elección como Papa de Jorge Mario Bergoglio, esta hipótesis se ha ido haciendo cada vez menos irreal. El 30 de noviembre de 2014, en el vuelo que le llevaba de vuelta a Roma de su viaje a Turquía, Francisco respondió así a un periodista ruso que, precisamente, le había preguntado sobre sus contactos con el patriarcado de Moscú: "Con el Patriarca Cirilo... le he hecho saber, y él también está de acuerdo, el deseo de encontrarnos. Le dije: ´Yo voy donde quiera. Usted me llama y yo voy´; y también él tenía el mismo deseo".
Francisco no escondió -respondiendo de nuevo al periodista ruso- los obstáculos que veía a la realización del encuentro. Eran principalmente dos.
Con respecto al primero, el uniatismo -que es el término despreciativo con el que los ortodoxos designan la unión con Roma de las comunidades católicas de rito oriental- Bergoglio dio a entender que quería pasar página: "Las Iglesias orientales católicas tienen derecho a existir, es cierto. Pero uniatismo es una palabra de otra época. Hoy no se puede hablar así. Se debe encontrar otra vía".
Y en lo que concierne al segundo obstáculo, la guerra en Ucrania -tierra natal de la ortodoxia rusa, pero también sede de la Iglesia católica de rito bizantino más numerosa-, el Papa dijo en cambio que quien tenía mayor dificultad era el patriarca de Moscú: "En los últimos tiempos, con el problema de la guerra, el pobre hombre tiene tantos problemas allí, que el viaje y el encuentro con el Papa han pasado a segundo plano. Pero ambos queremos encontrarnos y queremos seguir adelante".
Efectivamente, sobre la cuestión de Ucrania, Francisco ha tenido siempre mucho cuidado en los gestos y las palabras para no irritar al patriarcado de Moscú y a la política de Putin en la región, incluso a costa de causar una gran decepción a los obispos, el clero y los fieles de la Iglesia católica de esta nación.
Un efecto de esto ha sido que en más de una ocasión Cirilo ha apreciado públicamente el papel del Papa en la crisis ucraniana.
Así, en el Vaticano y en el patriarcado de Moscú se empezó a estudiar en secreto la factibilidad de un encuentro entre ambos.
La reserva estaba dictada por la voluntad de no desencadenar tanto en uno como en otro campo las reacciones del gran número de fuerzas contrarias al encuentro, con el riesgo de hacer que éste fracase.
En ámbito católico, es sobre todo la Iglesia ucraniana la que se siente herida por el clamoroso acercamiento del Papa al patriarcado de Moscú, considerado como una sola cosa con el gran enemigo e "invasor", la Rusia de Putin.
Pero también dentro del patriarcato hay una extendida oposición a una "apertura" a la Iglesia católica y, por lo tanto, al vituperado Occidente, simbolizado por el abrazo entre el Papa y el patriarca.
Signo de esto es la cautela del número dos del patriarcado, el metropolitano Hilarión de Volokolamsk, sobre las voces que hablan de un encuentro entre Francisco y Cirilo.
También son un signo las recientes turbulencias en los vértices del patriarcado, con la expulsión del responsable de la información religiosa, el arcipreste Vsevolod Chaplin, nacionalista en exceso y teórico de la "guerra santa" de Rusia en Ucrania.
Liberándose de éste, Cirilo ha querido debilitar la parte de la Iglesia rusa más vinculada al régimen autocrático de Putin y a sus operaciones militares en Ucrania y en Oriente Medio.
De hecho, tras haber trabajado estrechamente con Putin en la reconstrucción de la ortodoxia en Rusia, ahora el patriarca Cirilo quiere moverse con más autonomía y obtener para sí mismo una credibilidad y un perfil carismático como líder espiritual mundial, como "un Papa Francisco" ruso, en competencia también con el patriarca ecuménico de Constantinopla, que en el Vaticano está como en casa, pero que en Rusia muchos consideran que está sometido al "pensamiento único" occidental.
Tanto Francisco como Cirilo tienen, por lo tanto, un gran interés en que se realice el encuentro. Y que tenga lugar con ese efecto "sorpresa" que ponga al mundo -y también a los respectivos oponentes- ante el hecho consumado.
Que el encuentro entre ambos esté ya cerca, muy cerca, es algo que ha hecho intuir el cardenal Kurt Koch, presidente del consejo pontificio para la unidad de los cristianos.
En una entrevista del 23 de enero al periodista suizo, connacional suyo, Giuseppe Rusconi, Koch le ha dicho: "Es evidente que el Papa Francisco desea ardientemente dicho encuentro. También Cirilo está de acuerdo. Ahora el semáforo ya no está en rojo, sino en ámbar".
Y ha recordado como las palabras que Francisco dijo en el vuelo de vuelta de Turquía a Roma están a punto de convertirse en realidad: "Le he dicho a Cirilo: ´Yo voy donde quiera. Usted me llama y yo voy´".
En menos de un mes ambos, de verdad, se llamarán. Francisco desde México. Cirilo desde Cuba. Para el histórico encuentro tan deseado por ambos.